La hipocresía de cobrar las bolsas de la compra finalmente se ha extendido a casi todos los supermercados e hipermercados, enarbolando en todo momento la bandera del ecologismo y la reducción de residuos, que queda genial de cara a la galería, cuando en realidad los motivos no son esos.
Hablo de hipocresía porque aunque es totalmente cierto que al cobrar las bolsas se reduce su consumo y, por ende, los residuos que provocan, no es menos cierto que de todas las medidas de ahorro de plástico que se podían tomar es la que menos impacto real tiene en el medio ambiente y, curiosamente, la única que tiene una repercusión económica directa sobre el consumidor y no sobre el establecimiento.
Antes de entrar en materia, también quiero aclarar que esta nueva política entra dentro del Plan Nacional Integrado de Residuos, y que mi queja no va en contra de esa medida, sino más bien a que sea algo totalmente anecdótico dado la ingente cantidad de plástico que se gasta innecesariamente en embalajes de todo tipo y porque, de todo el plástico que me llevo del supermercado, la bolsa de la compra era lo único que reutilizaba (como bolsa de basura).
La cuestión importante es que si los supermercados e hipermercados verdaderamente tienen tanta conciencia ecológica como nos quieren hacer creer, carece de toda lógica que yo, en mi nueva y flamante bolsa de rafia o mi maravilloso carrito de la compra, en vez de productos a granel envueltos en finas bolsas o en papel, meta carne y verdura envasada en bandejas de porexpan, que tiene pinta de ser de lo más biodegradable.
Eso por no hablar del embalaje excesivo de muchos otros productos, como los “packs ahorro” envueltos en más plástico aún, por poner un ejemplo flagrante, o que hayan desaparecido los envases retornables de la faz de la tierra, con lo que eso fomentaba no el reciclaje, sino la reutilización, que es mucho mejor.
Pero por lo visto eso no interesa, porque prefieren que compre seis hamburguesas en su bandeja a que compre las cuatro que necesito, o un kilo de limones cuando solo quiero dos. Básicamente porque es mejor que el cliente pague más de lo que necesita y luego lo tenga que tirar, aunque eso conlleve endosar una bandeja que mil años después aún sigue sin descomponerse.
Obviamente, los consumidores también tenemos parte de la culpa, al preferir pasar como una exhalación por el supermercado cogiendo bandejas a hacer cola en el mostrador de la carnicería o la verdulería. Pero eso no le resta ni un ápice de hipocresía a llenarse la boca hablando de la maravillosa reducción de residuos que supone cobrar las bolsas de la compra (si la gente no las paga, claro), cuando hay mucho más que reducir en el interior del supermercado.
Si a todo eso le sumamos el hecho de que mucha gente reutilizaba esas bolsas como bolsas de basura, con las que luego llevar al contenedor la desproporcionada cantidad de plástico que venía junto con tu comida, pues podéis entender que me parezca una tomadura de pelo pretender cobrar las bolsas de la compra bajo el paraguas del ecologismo sin tomar ninguna otra medida (igual de drástica) en consonancia.
Foto | velkr0 y It’sGreg en Flickr
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