El pueblo de Ibiza con un yacimiento Patrimonio de la Humanidad, salinas, paisajes verdes y calas para soñar todo el año

Ibiza reivindica su valor como destino idílico los 12 meses del año más allá de su fama como centro de fiestas y turismo nocturno

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La isla de Ibiza se despoja del sambenito que aún liga su nombre a la escena nocturna y el puro veraneo de playas y chiringuitos modernos donde ver y ser visto. Por eso es un destino ideal para los amantes de la cultura mediterránea fuera de la temporada estival, y la primavera se antoja perfecta como época para descubrir más sus rincones de interior. Porque la isla hace gala de sus clichés y símbolos, pero también tiene muchos secretos para ofrecer.

Precisamente adentrándonos en el interior ibicenco, a pocos kilómetros de la capital, encontramos Sant Josep de sa Talaia, el municipio más grande de la isla en superficie pero un enclave menos ajetreado fuera de temporada con una población tranquila en la que aún se respira la vida tradicional de otros tiempos, sin haber renunciado por ello a las concesiones al turista.

El pueblo que da nombre al municipio es una población pequeña y a la vez muy completa en servicios y puntos de interés, conservando bares y comercios típicos en los que conviven esa cultura rural de antaño con el espíritu más de inspiración hippie de las últimas décadas, que tan bien conviven en los mercadillos callejeros que a menudo se montan en sus calles.

Destaca la plaza de la iglesia como eje central del pueblo, con su edificio religioso de paredes blancas presidiendo todo el espacio. A pesar de esa serenidad pulcra del encalado ibicenco en su fachada exterior, es una construcción imponente de tipo fortificado y de notable altura, pórtico y dos arcadas, cuyas obras se iniciaron en el siglo XVIII. Además, es la única de la isla con un reloj de sol.

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También el santo aparece en la montaña que precisamente da nombre al pueblo, que además es la más alta de toda Ibiza y en cuya cima espera al valiente senderista un espectacular mirador a 475 metros de altura. En cualquier caso, merece la pena acercarse a recorrer todos los paisajes de interior del municipio que rodean al pueblo, con multitud de senderos y caminos rurales para relajarse en la naturaleza típicamente mediterránea, además de otras villas, caseríos y viviendas más rurales.

Hablar de las playas y calas de Ibiza casi sería obvio, pero es imposible no mencionar la cantidad de estas que acoge Sant Josep de sa Talaia, con 80 kilómetros de costa de aguas cristalinas y calas mágicas de color turquesa, rodeadas de pinares y formaciones rocosas que regalan bellos atardeceres a la vista.

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Menos conocido es quizá el patrimonio histórico del municipio, pese a su enorme relevancia. Una visita imprescindible es el yacimiento del poblado fenicio de Sa Caleta, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sin desmerecer el valor del patrimonio etnográfico y monumentos que salpican los alrededores del pueblo, como sus numerosas torres de defensa. Además, aquí se encuentran los dos únicos parques naturales de Ibiza, el de Cala d’ Hort y el de ses Salines, otra visita que ningún viajero se puede perder.

En definitiva, Sant Josep es un lugar idílico para empaparse de la Ibiza más auténtica y bella, respirar naturaleza, olvidarse del tiempo de cara al mar, practicar turismo activo sin necesidad de mojarse y conocer un patrimonio cultural y popular que aún marca el ritmo de la vida en esta isla más allá del intenso verano.

Imágenes | Turismo de Sant Josep

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