Alberto Garzón está a punto de cumplir un año como ministro de Consumo, cargo que estrenó en enero de 2020, cuando aún no sabíamos la que se nos venía encima.
El también coordinador general de Izquierda Unida, economista de formación, asumió la recién creada cartera con dos misiones principales: endurecer la regulación de las casas de apuestas e implementar medidas para acabar con la obesidad infantil.
En este tiempo, se ha prohibido por decreto la publicidad de las casas de apuestas, pero están lejos de completarse los planes del ministerio para frenar la obesidad infantil, que de momento se limitan a varias campañas informativas y una, muy criticada por la industria, subida del IVA de las bebidas azucaradas y edulcoradas.
Charlamos con el ministro sobre ambos temas, en una entrevista conjunta entre Xataka y Directo al Paladar, que publicamos de forma simultánea en ambos medios. Puedes consultar aquí la parte de la entrevista relativa a tecnología y regulación del juego.
Los impuestos sobre las bebidas azucaradas han sido duramente criticados por la industria alimentaria. En un manifiesto firmado por decenas de asociaciones del sector se asegura que “carecen de rigurosidad científica, confunden a la población, generan alarma y miedo entre los consumidores”. Teniendo en cuenta que aún faltan por determinar otros detalles del plan del Gobierno contra la obesidad infantil para los que se necesita la colaboración de la industria, ¿cómo marchan las relaciones?
Bueno... Cuando un Gobierno como es el nuestro, progresista, introduce cambios siempre hay resistencias. Cuando hablamos de un plan general contra la obesidad infantil incorporamos muchos elementos distintos de actuación. Uno de ellos es el ámbito fiscal, que es el que primero hemos incorporado en los presupuestos porque justo coincidía en año. Evidentemente, hay sectores de la industria que no están de acuerdo. O, mejor dicho, pueden estar de acuerdo en el fondo, porque hoy día es muy difícil estar en desacuerdo con las medidas que estamos tomando desde el ministerio de Consumo, pero naturalmente les afecta. Lo que estamos sugiriendo es que nuestras propuestas son modestas en relación con el impacto que tiene en las empresas, y tienen tiempo de adaptarse. Lo que estamos generando son incentivos para el consumo saludable y desincentivos al consumo no saludable. Las empresas son las que deciden qué producen, y nosotros lo que hacemos es instar a las empresas a que vayan reduciendo los componentes que hacen que ese consumo no sea saludable e incrementando los que hacen que sí lo sea.
Una de las principales críticas al impuesto es que solo tiene afán recaudatorio. En realidad, según la OMS, para que estas medidas tengan efecto hay que subir el precio final de las bebidas “al menos un 20%”. Con el nuevo impuesto, una lata de refresco con un precio de 0,69€ pasaría a costar 0,76€. ¿Cree que realmente una subida como esta servirá para frenar su consumo?
Nosotros no hacemos esta medida por afán recaudatorio, hay otros muchos impuestos que podrían recaudar mucho más. Se hace por la vía de generar un tablero de incentivos y desincentivos. Es mandar una señal que le explique al consumidor que ese producto no es tan saludable como otros que sí lo son, y que tienen una carga fiscal muchísimo menor o inexistente. No hay que verlo de forma aislada, pero cuando vemos solo esta medida en casos como en Cataluña, donde hubo una experiencia piloto, ha funcionado, y si vemos otras experiencias internacionales, funcionan. Aunque sea en cuantías pequeñas, funcionan, porque educan a la ciudadanía. Este mismo debate que estamos teniendo está sirviendo para educar a la ciudadanía. No creemos que la cuestión fiscal sea la que resuelva el problema, pero creemos que ayuda y contribuye a resolverlo. Por su puesto hacen falta otras medidas que estamos incorporando, pero esta era una fundamental.
Habla de incentivos, ¿es planteable un subsidio a los alimentos saludables?
Bueno, el IVA que se aplica a las frutas o la mayoría de los compomentes de la dieta mediterránea es superreducido, por lo tanto son los que menos IVA tienen. Y al mismo tiempo hacemos campañas tanto de políticas públicas y de información para promover esas otras dietas de patrón saludable, en convenios con la CCAA para promover el consumo de frutas y verduras. Y todo esto está destinado a que vayamos cambiando los patrones de consumo, porque desgraciadamente en las últimas décadas el patrón de consumo de nuestro país ha ido cambiando, y hemos abandonado progresivamente la dieta mediterránea por una dieta más basada en comida rápida, que tiene muchos más perjuicios. Aún así no ha sido igual para todas las familias, sino que ha sido especialmente peligroso y gravoso para las familias con menos recursos. La tasa de obesidad infantil es del doble entre familias con menos recursos.
Entiendo que es esto a lo que se refiere cuando dice que “la obesidad infantil es un problema de clase”
Exactamente, la tasa de obesidad infantil en una familia con ingresos por debajo de 18.000 euros es del 23%, la tasa de obesidad en familias con ingresos por encima de 35.000 euros es del 11 %. Estamos hablando de más de la mitad. Esto tiene que ver con el tipo de consumo que se realiza, con otros patrones de vida, como el ejercicio físico y prestaciones que hay, pero lo que nos deja claro, y así lo pone de manifiesto el estudio Aladino, es que la probabilidad por falta de tiempo, por falta de hábito, de ir a un establecimiento de comida rápida es mucho mayor entre la gente más pobre que entre la gente más rica, porque a lo mejor tienen más tiempo para cocinar mejor. Las variables son múltiples, lo importante es el resultado, y cómo somos capaces de afectar a él, y hace falta recorrer mucho porque las tasas de obesidad son muy elevadas en el ámbito infantil. Estamos hablando de que entre 6 y 9 años 4 de cada 10 niños tienen exceso de peso. En el 80% de los casos los padres no son capaces de reconocer que esto está sucediendo, no tienen indicadores suficientes para ver que ahí hay un problema y esos datos de obesidad infantil les pone en peor situación cuando son adultos. Cuando son adultos la probabilidad de ser obeso si has sido obeso de pequeño es muy alta. Y si eres obeso de adulto tienes una tendencia a que el pronóstico sea peor en muchas enfermedades convencionales, como la hipertensión.
Al margen de promover un cartel en el que se vincula obesidad y pobreza, ¿qué medidas piensa tomar el Gobierno para abordar los condicionantes sociales de la obesidad? Si al final todo se queda en información...
Claro, pero nosotros tenemos primero que ayudar a que la toma de decisiones sea correcta. Esto es importante porque un Gobierno no puede decir a la gente lo que tiene que comer o no comer. No podemos obligar a la gente a decidir en ese sentido. Entonces lo que tenemos que hacer es infomar sobre la base de datos ciertos, con evidencia empírica, sobre cuáles son las consecuencias de determinados patrones de conductas. Por ejemplo, nosotros hemos puesto en marcha ya, y esperemos que se pueda aprobar a lo largo de 2021, el etiquetado frontal, el denominado Nutriscore, que sin ser perfecto lo que hace es facilitar que la toma de decisión sea más razonable, porque si un consumidor entra a un supermercado, tiene que elegir entre dos productos y tiene un indicador que sintetiza cuál es peor y cuál es mejor, probablemente su patrón de conducta sea mejor que si no existiera eso. Eso es lo que tratamos de estimular. Eso no evita que quien quiera comer un producto ultraprocesado que tiene cosecuencias científicas demostradas negativas en el medio plazo lo pueda hacer. Nosotros intentamos con políticas públicas que eso cambie.
Ya se ha preparado para mi siguiente pregunta sobre el Nutriscore señalando que es imperfecto. Como bien sabe, la industria alimentaria lleva meses preparándose para su llegada reformulando los productos más insanos para llevarlos al menos a la clasificación B. Esto podríamos verlo como algo positivo, pero los propios creadores del sistema reconocen que tiene fallos y el algoritmo se puede forzar para obtener buenas calificaciones en productos que no pueden considerarse saludables. ¿Es consciente el ministerio de este problema?
Somos conscientes de que el mecanismo es imperfecto. Y somos conscientes de que existen mecanismos que son mucho más útiles para abordar el problema que tenemos encima de la mesa, pero que no están disponibles en nuestra regulación. Por ejemplo, el etiquetado [frontal] obligatorio no es permisible en la Unión Europea, donde el etiquetado siempre tiene que ser de tendencia voluntaria. No podemos ir a un modelo como el chileno que es obligatorio, y que la OMS recomienda. Tenemos que ir a un modelo Nutriscore que guíe a todos los productores hacia unos patrones comunes que vayan mejorando la calidad nutricional. Haciendo esto como lo hacen otros países como Francia estaremos en condiciones de ser la vanguardia de estos países de la UE y presionar para que imponga, y además se va a revisar el año que viene, la posibilidad de un etiquetado obligatorio, que es lo que nos gustaría alcanzar. Pero ahora mismo no es posible. La mayoría de las críticas que se hacen de insuficiencia del etiquetado frontal Nutriscore son correctas, pero el avance es enorme con respecto a lo que tenemos. Hay que entenderlo como un primer paso hacia un modelo donde esto sea más razonable, y permita además a las empresas adaptarse.
Pero si, como reconoce, hay fallos en este etiquetado que las empresas aprovechan para colar en posiciones saludables alimentos que no lo son ¿no estamos haciendo un pan como unas tortas?
Bueno, primero el Nutriscore establece unos perfiles nutricionales (A, B, C y D), que sirven de guía para otras muchas cosas, por ejemplo la publicidad. Pero en el caso de Nutriscore es un algoritmo diseñado en el Reino Unido de forma originaria y aprobado por la Comisión Europea para que se pueda poner en marcha. Ese algoritmo, insisto, tiene algunas deficiencias, entre otras cosas por su propia naturaleza. Es muy difícil pensar que un solo indicador puede comparar todos los tipos de productos. Es imposible, porque son de muy diferente naturaleza. Pero todo lo que se produzca va a ser una avance. Ahora, estamos en condiciones de usar ese perfil nutricional para hacer una extensión para otra serie de políticas públicas como el sistema PAOS. Y somos nosotros los que a partir de ahí decimos "este tipo de publicidad se puede hacer para el A y el B o solo el A". Eso es lo que queremos hacer. Y no podríamos hacerlo si no estuviera el Nutriscore, porque entonces sería arbitrario.
Algunas ONG como Justicia Alimentaria denuncian que el Código PAOS, la autorregulación de la industria respecto a la publicidad de alimentos dirigida a menores, es incumplido por el 49,3% de los anuncios de las empresas adheridas al mismo. El ministerio ha anunciado su intención de “cambiar los valores de la publicidad infantil” pero ¿en qué se va a concretar esto?
El código PAOS no funciona. En general soy muy escéptico con los códigos de autorregulación, sobre todo cuando chocan con el ánimo de ganar beneficios de la empresa, que es lo que está sucediendo. Hay que ir a un código mucho más estricto o, directamente, a una normativa. Y eso es lo que estamos hablando con la industria en este momento. Pero nosotros tenemos un acuerdo de Gobierno que establece muy bien hacia dónde tenemos que ir y nuestro objetivo es que la publicidad infantil de determinados productos esté prohibida. Y que eso sea cumplible. Y por lo tanto estamos viendo las características técnicas que va a tener esto: si es una norma, si es un código de autorregulación... Es lo que estamos valorando, pero vamos a cumplir. Sabemos que vamos a tener a mucha gente en contra. También lo teníamos en las cuestiones del juego, que teníamos en oposición a equipos de fútbol, medios de comunicación y operadores de juego multinacionales. Eran actores muy poderosos y lo hemos hecho. No nos vamos a cortar. A las grandes empresas ya se lo hemos comunicado, también a la industria alimentaria, que de hecho pidieron en algunos de los casos que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición no estuviera en consumo precisamente porque saben que vamos con determinación. Ahora, queremos hacerlo bien, y por eso vamos a ver cuál es el sistema concreto. Pero el resultado va a ser obvio: la publicidad infantil de alimentos ultraprocesados, que son malos para la salud, tiene que estar prohibida porque incita a la persona a un consumo que en el medio plazo está demostrado que es perjudicial. Y yo tengo una niña de dos años, lo veo en mis propias carnes.
Hay quien piensa que el impuesto a los refrescos es una forma de distraer la atención frente a lo que verdaderamente interesa a la industria, que es el manejo de la publicidad, y se ha anunciado antes para calmar los ánimos ante una regulación no tan estricta de esta. ¿No son dos patas de una misma negociación?
Van a estar en contra [de ambas]. Pero creo que son empresas que tienen que aceptar que los hábitos de consumo han cambiado y afortunadamente están cambiando porque hay una mayor sensibilidad hacia este tema. Hay una mayor conciencia, hay más datos científicos que demuestran que ocurre cuando abusas de determinados productos y por tanto la industria tiene que aceptarlo. Y alguno de ellos lo van haciendo. Van modificando el porcentaje que hay de azúcares en determinadas bebidas. Van transitando porque se tienen que adaptar a un mercado que es cambiante. Nosotros lo que queremos es cambiar los patrones de demanda y eso obligará a las empresas a modificar los patrones de oferta. ¿Les gusta? Probablemente, no. Pero nuestra obligación es preservar la salud pública, por supuesto sin hacer quebrar a las empresas. Es que no hace falta. Lo que le estamos diciendo a las empresas es que tienen que cambiar el tipo de producto que están ofreciendo a la gente porque va su salud en ello. La publicidad dirigida a la infancia va a estar prohibida. Eso no les va a gustar. Pero en la realidad política de este país hay muchas cosas que se han prohibido que al principio no gustaban, como la publicidad del tabaco y otra serie de cuestiones, y al final se ha normalizado y las empresas han seguido funcionando. Yo asumo el impacto que tiene que me dediquen titulares y muchos ataques. Lo asumo, no pasa nada, pero lo importante es que cuando nosotros no estemos aquí quede una población más sana.
Buena parte del sector de la hostelería y el turismo le puso la cruz durante la pandemia después de que en unas declaraciones afirmara que es "estacional, precario y de bajo valor añadido". ¿Matizaría hoy estas palabras? Tiene ahora una oportunidad de dirigirse de nuevo a un sector que lo está pasando especialmente mal.
Estamos viviendo en un país de una enorme crispación, especialmente porque hay una derecha política que no asume que dejó de gobernar y utiliza todo para atacar a la gente del Gobierno, especialmente a los que somos más conocidos porque tiene más efecto. Como Gobierno hemos protegido todo lo posible dentro de nuestras posibilidades al sector del turismo y en particular a la hostelería con todas las ayudas que estamos dando desde créditos a ayudas directas. Es una situación muy difícil para la hostelería y el turismo en general. Lo que dije es que esta crisis económica pone de relieve que cuando dependemos demasiado de un solo sector, me da igual cuál sea, somos más vulnerables. En cambio, si somos capaces de diversificar nuestra economía, de tener un peso industrial más fuerte, de tener más componente tecnológico en nuestra estructura productiva, aguantaremos mejor. Porque es lo que ha demostrado la realidad de la pandemia. Países como Alemania, con un gran peso industrial, también tienen turismo –no tan bueno ni tan desarrollado como el nuestro, pero también tienen– y aguantan bien. Mejor, por lo menos. Cuando yo hablé de eso hablé de diversificar, de reindustrializar. Y de hecho creo que si ese programa sale adelante, el que yo propongo, el turismo va a salir beneficiado. Y eso lo veo yo en una provincia como la mía, que es Málaga, en la que el turismo es esencial, y la hostelería muchísimo más. La mayoría de mis amigos de la infancia trabajaban o en la construcción o la hostelería. Y hoy en la hostelería, porque ya la construcción ni siquiera existe. Soy consciente de la importancia que eso tiene pero creo que tenemos que pensar en la siguiente generación, y si tuviéramos un mayor peso industrial, un mayor peso de los componentes tecnológicos, el turismo tendría mucho más apoyo y sería mucho más fuerte. Evidentemenmte, estos son detalles de un debate económico-técnico que fueron utilizados contra mi, porque estábamos en un contexto de enorme crispación, al inicio de la pandemia, y no nos olvidemos que el contexto es que hay una derecha que quiere echar al Gobierno como sea. Sea con verdades o con mentiras.
Imágenes | Samuel Oliver
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