Su nombre técnico es “ración individual de combate”, pero en el Ejército de Tierra todo el mundo los conoce como “ladrillos”. Es la comida que, en caso de movilización, comerían los soldados en el frente, aunque hoy en día la gran mayoría se consume en maniobras.
El diseño de las raciones de combate recae sobre el Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia (PCAMI) que, cada cuatro años, lanza a concurso su fabricación. Esta debe ajustarse a un pliego de prescripciones técnicas de más de 350 páginas, en el que se define hasta el más mínimo detalle.
Como explica a DAP el teniente coronel José Antonio Álvarez Gómez, jefe de la Unidad de Estudios, Proyectos y Laboratorio del PCAMI, el diseño de las raciones tiene en cuenta, en primer lugar, las necesidades nutricionales de los combatientes. Estas vienen dadas por una normativa de la OTAN que establece que se deben ofrecer 3.600 calorías al día, más una ración de refuerzo en caso de que la exigencia física de la misión sea especialmente alta de otras 1.000 calorías. Además, se fabrican también raciones de emergencia, pensadas para que los combatientes aguanten con energía hasta 24 horas en caso de un corte de suministro.
Hablamos de mucha comida. Tanta que, reconocen los militares con los que hemos hablado, suele sobrar. Los menús diarios de combate incluyen tres ladrillos: un desayuno, una comida “A” y una comida “B” –más a modo de cena–. En cada comida se incluye una sopa, dos platos y postre (generalmente, fruta en almibar), más un abundante paquete de pan galleta y, en las cenas, paté. En total, hablamos de más de casi una decena de platos al día, en su mayoría latas que se pueden calentar (o no) con el hornillo plegable disponible en el propio ladrillo.
Las raciones están empaquetadas en un complicado Tetris: una vez los desmontas, es imposible montarlas de nuevo. Y, además de la comida y el hornillo, incluye pastillas depuradoras, sobres de polvo isotónico, chicles, toallitas desinfectantes, servilletas y hasta un poco de pasta dentífrica. En tiempos venían incluso con un cigarrillo, que era lo más cotizado del pack. Lógicamente, hace décadas que el tabaco no está incluido.
Hay cinco menús y los mandos intentan que los soldados no coman más de tres días de ladrillo –que es ya una cantidad estimable para transportar en la mochila–, pero no es difícil tener que repetir. Por ley, de hecho, esta fijado que es posible alimentar a los militares durante un máximo de 30 días con estas raciones individuales o las colectivas: latas con los mismos platos pero de las que come todo un pelotón de diez personas. Nunca se llega a tanto, pero en caso de conflicto, podría ocurrir.
Una comida para cualquier circunstancia
Además de dar a los soldados las calorías suficientes para su desempeño diario, el principal objetivo de las raciones de combate es que sean duraderas –tienen tres años de caducidad excepto el desayuno, que debido a la leche condensada caduca al año y medio–, fácilmente transportables y resistentes a todo tipo de entornos.
En el laboratorio del PCAMI someten cada cierto tiempo a las raciones a controles internos. Se ponen las latas a 35º y 55º para estudiar si crecen microorganismos y observar que no haya fugas. Las raciones tienen que aguantar por igual en los Países Bálticos o en Mali, por citar dos países en los que, en la actualidad, hay desplegados efectivos del Ejército español.
Entre las funciones de la Unidad de Estudios, Proyectos y Laboratorio se encuentra también el desarrollo de nuevos recursos dotacionales del Ejército. Y, aunque la mayor parte del trabajo se lo lleva el equipamiento textil, también hay innovaciones en el campo alimenticio.
En la actualidad se está probando sobre el terreno un nuevo tipo de ración de combate cuya comida se sirve en barquetas autocalentables, gracias a una sustancia química que, al echar agua, calienta la comida en solo 10 minutos. Esto permite prescindir del hornillo en situaciones de frío extremo, como ocurre en misiones como las de Letonia, el país elegido para probar el nuevo sistema, donde en invierno es imposible usar el hornillo para calentar las raciones: dentro de los tanques salta la alarma antiincendios y fuera se llega a los 20º C bajo cero.
¿Están buenos los ladrillos?
Aunque la fiabilidad de las raciones es lo más importante, en el PCAMI insisten en que también se cuidan de ofrecer a los soldados una comida digna, que además sea específicamente española, algo no tan habitual en otros países con raciones de combate de estilo más americano: con predisposición al fast food.
Hay cocido madrileño, judías con chorizo, calamares en su tinta, fabada, albóndigas, judías verdes con jamón, carne en salsa, mejillones... Todo lo que podríamos encontrarnos en un menú del día de una ciudad española cualquiera.
“Es importante para la moral de la tropa que se sienta como en casa”, apunta el teniente coronel Álvarez, antes de que nos sentemos juntos en una mesa de cata, en la que valoramos varios de los platos presentes en los ladrillos.
Nos sorprende especialmente la ensalada campera con atún, que está muy por encima de este tipo de ensaladillas enlatadas de supermercado, y las sardinas con tomate, que parecen de una conservera de calidad. El cocido madrileño y la carne en salsa están buenos, aunque tienen el punto de acidez propio de este tipo de conservas que resulta menos agradable.
La Unión Temporal de Empresas (UTE) que fabrica actualmente las raciones está formada por tres compañías especializadas en raciones de combate y para ayuda humanitaria: Hipercas, Jomipsa y Teógenes Ruiz. Y, aunque todas ellas tienen varios negocios aparte, no parece que en concreto estas conservas sean iguales que las que podemos ver en los supermercados.
Los fans de las raciones de combate
Aunque no toda la tropa les tiene especial cariño –al fin y al cabo, siempre es mejor la comida recién hecha–, los mandos del PCAMI insisten en que las raciones de combate españolas son la envidia de los militares de otros países, que tratan por todos los medios de llevárselas de recuerdo.
“En las maniobras conjuntas todos las quieren”, explica el teniente Jesús López Cebrián, jefe del laboratorio. “Los italianos nos las cambiaban por sus camisetas. Están muy bien valoradas fuera de España”.
Lo cierto es que las raciones de combate, de todos los ejércitos, tienen numerosos fans. Y no solo entre militares: son muy demandadas por montañeros, grupos de recreación histórica y, claro está, preparacionistas –gente que tiene todo listo para un inminente evento apocalíptico–.
Aunque el coronel coronel Alfonso Azores, jefe del PCAMI, nos asegura que “no debería ocurrir”, las raciones de combate del ejército se pueden comprar en tiendas especializadas en parafernalia militar, aplicaciones de segunda mano como Wallapop –donde es muy difícil controlar que algún soldado revenda lo que le ha sobrado de unas maniobras– e, incluso en Amazon. Y no precisamente a precio de saldo.
Ffaa Comida Militar EspañOla Mre RacióN Individual De Combate Fuerzas Armadas EspañA
Desde luego, del madrileño acuartelamiento San Cristobal, sede del PCAMI y de su Unidad de Abastecimiento, desde la que reparten todas las raciones tanto en territorio nacional como en las misiones en el extranjero, no parece fácil que salgan estas raciones que acaban a la venta en internet. Todo está medido al milímetro. Y, si llegado el caso, hay raciones que vayan a caducar, siempre se pueden montar unas maniobras para aprovecharlas.
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