Comer pescado no solo es seguro, además es saludable, pero ¿lo será siempre? Es la pregunta que se ha hecho un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, que ha estudiado como la sobrepesca y, sobre todo, el calentamiento global, están provocando un aumento de los niveles de mercurio presente en el pescado.
La presencia del mercurio en el pescado, en forma de metilmercurio, no es una preocupación reciente. Como explica la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, desde la antigüedad se conocen los efectos tóxicos del mercurio, aunque no fue hasta 1968, a raíz de la contaminación de la bahía de Minamata (Japón) por un vertido de mercurio procedente de una industria química, cuando se relacionó su toxicidad con el consumo de pescado contaminado.
El metilmercurio afecta al sistema nervioso central en desarrollo, de ahí que el feto y los niños más pequeños sean los más sensibles a este metal. Desde el año 1977 existen límites máximos de mercurio en productos de la pesca establecidos a nivel nacional. Y la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomienda limitar del consumo de especies con un alto contenido de metilmercurio –que son, como norma general, los pescados depredadores de mayor tamaño: atún, pez espada, lucio, bacalao…–, sobre todo a embarazadas y niños.
Pero estas recomendaciones podrían endurecerse más pronto que tarde. Según el nuevo estudio, el calentamiento de los océanos está provocando un aumento del metilmercurio en muchas especies de gran consumo, incluidos el bacalao, el atún rojo del Atlántico y el pez espada.
La investigación, que acaba de publicarse en la revista Nature, analiza más de 30 años de datos sobre las concentraciones de mercurio en el ecosistema del golfo de Maine, en el noroeste del océano Atlántico. Los resultados revelan un aumento de hasta un 23 % en los niveles del metal en las especies estudiadas –bacalao y mielga– entre los años 1970 y 2000. Pero lo peor está por venir.
No es fácil calcular la acumulación de mercurio
Los investigadores han desarrollado un nuevo modelo que simula cómo los factores ambientales, incluido el aumento de la temperatura del mar y la sobrepesca, afectan los niveles de metilmercurio en los peces. Y su conclusión no es halagüeña. Si bien la regulación de las emisiones de mercurio ha reducido con éxito los niveles de metilmercurio, las altas temperaturas están haciendo que esos niveles vuelvan a subir. El cambio climático jugará un papel importante en los niveles de metilmercurio de la vida marina en el futuro, aunque afectará de forma distinta a cada especie.
“Poder predecir el futuro de los niveles de mercurio en los peces es el santo grial de la investigación sobre el mercurio”, explica Amina Schartup, primera autora del artículo, en la nota de presentación del mismo. “Esa pregunta ha sido tan difícil de responder porque, hasta ahora, no teníamos una buena comprensión de por qué los niveles de metilmercurio eran tan altos en los peces grandes”.
Se sabe desde hace tiempo que el metilmercurio se acumula a través de la cadena trófica: los organismos en la parte superior de la cadena alimentaria tienen niveles más altos de metilmercurio que los de la parte inferior. Pero para comprender todos los factores que influyen en el proceso, se debe comprender cómo viven los peces.
Estos animales no hacen prácticamente otra cosa que comer y nadar, pero dentro de este comportamiento hay más variables de lo que parece.
El cambio de dieta en los peces, promovido por el cambio climático, ha variado la acumulación del metal en estos. En la década de 1970, el Golfo de Maine estaba experimentando una pérdida dramática en la población de arenque debido a la sobrepesca. El bacalao y la mielga, las dos especies estudiadas, comen arenque. Sin este, cada uno recurrió a un sustituto diferente. El bacalao comió otros peces pequeños como sábalos y sardinas, que son bajos en metilmercurio. Sin embargo, el pez espinoso sustituyó al arenque por alimentos con mayor contenido de metilmercurio, como los calamares y otros cefalópodos. Cuando la población de arenque se recuperó en 2000, el bacalao volvió a una dieta alta en metilmercurio, mientras la mielga volvió a una dieta baja en metilmercurio. Los investigadores también han descubierto que el tamaño de la boca de cada especie influye en la acumulación del metal: otra variable que hay que incluir en el modelo.
Cómo Phelps inspiró el estudio
Otro factor que influye en la acumulación del mercurio es el gasto de calorías de los peces, la variable más íntimamente ligada con el cambio climático, que Schartup no logró identificar hasta que encontró la inspiración en un lugar inesperado: las Olimpiadas.
“Estaba viendo los Juegos Olímpicos y los comentaristas de televisión hablaban sobre cómo Michael Phelps consume 12.000 calorías al día durante la competición”, explica Schartup. “Pensé, que eso era seis veces más calorías de las que yo consumo. Si fuéramos peces, él estaría expuesto a seis veces más metilmercurio que yo”.
Y algo parecido ocurre entre los atunes. Los grandes depredadores y los peces que más se desplazadan usan más energía, lo que requiere una ingesta mayor de calorías y, por ende, de mercurio.
“Estos peces de estilo Michael Phelps comen mucho más por su tamaño pero, como nadan mucho, no tienen un crecimiento compensatorio que diluya su carga corporal”, explica Schartup. “Por lo tanto, puedes modelar eso como una función”.
Y es aquí donde el calentamiento del agua del mar empeora la situación: a medida que las aguas se calientan, los peces usan más energía para nadar, lo que requiere más calorías.
Un futuro repleto de mercurio
El Golfo de Maine es una de las regiones oceánicas que más rápido se está calentando. Los investigadores han constatado que entre 2012 y 2017, los niveles de metilmercurio en el atún rojo del Atlántico aumentaron un 3,5 por ciento por año a pesar de la disminución de las emisiones de mercurio.
Según su modelo, los investigadores aseguran que un aumento de un grado centígrado en la temperatura del agua de mar con respecto al año 2000 conducirá a un aumento del 32 por ciento en los niveles de metilmercurio en el bacalao y un aumento del 70 por ciento en la mielga.
“Hemos demostrado que los beneficios de reducir las emisiones de mercurio se mantienen, independientemente de lo que esté sucediendo en el ecosistema. Pero si queremos continuar la tendencia de reducir la exposición al metilmercurio en el futuro, necesitamos un enfoque doble”, explica Elsie Sunderland, coautora del artículo. “El cambio climático va a exacerbar la exposición humana al metilmercurio a través de los pescados, por lo que para proteger los ecosistemas y la salud humana, necesitamos regular tanto las emisiones de mercurio como los gases de efecto invernadero. También es importante recordar que los peces son un alimento muy saludable en general y cuando las personas eliminan el pescado de su dieta, generalmente eligen alternativas menos saludables”.
Imágenes | iStock/Nature/Marco Paköeningrat
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