Los palillos son muy útiles para mantener estables los elementos de un sándwich o un pincho pero, aunque solemos percatarnos de su presencia, pueden hacernos pasar un mal trago.
Que se lo digan a un joven estadounidense de 18 años que, según explica un estudio que acaba de publicar The New England Journal of Medicine, se tragó sin darse cuenta un palillo de más de siete centímetros que había quedado escondido en un sándwich.
El palillo viajó a través de la mayor parte de su tracto digestivo sin hacer ningún daño. Pero, llegado a un punto, atravesó la pared intestinal y perforó una arteria, creando un conducto por el que las bacterias invadieron el torrente sanguíneo y dañaron la arteria lo suficiente como para causar una hemorragia grave.
Durante casi tres semanas, sus síntomas (dolor abdominal, fiebre, graves problemas intestinales) desconcertaron a los médicos. Para cuando descubrieron lo que había ocurrido, tras realizarle una colonoscopia, tenía una infección potencialmente mortal. El joven se salvó, pero solo tras pasar por una complicada cirugía.
Se trata de un caso aislado, pero con diversos antecedentes en la literatura médica. Y en la crónica de sucesos. Basta hacer una rápida búsqueda para encontrar casos en los que el accidente tuvo consecuencias fatales: el más reciente en 2015, cuando un ciudadano hondureño falleció tras ingerir un palillo escondido en un taco.
Deberíamos tener más cuidado
La realidad es que, como apunta Denise Grady en The New York Times, los palillos están en todas partes: en sándwiches, hamburguesas, cócteles… No es tan raro chocarse con uno al masticar. Más infrecuente es tragárselo, pero es más peligroso.
Como explica en su blog el neumólogo pontevedrés Juan Manuel Carballal, solamente un 1 % de los cuerpos extraños deglutidos llega a producir una perforación intestinal, pero de estos casos un 9 % son lápices, astillas o palillos de dientes.
Él mismo explica como en un turno de Urgencias apareció un paciente de 77 años con dolor abdominal al que se le encontró un palillo tras realizar un TAC. Se lo tuvo que extraer inmediatamente el cirujano de guardia. Tuvo suerte, pues como apunta Carballa “los estudios de imagen suelen resultar inadecuados para hacer el diagnóstico puesto que los palillos de dientes son radiolúcidos, aunque hay casos en los que en el TAC abdominal se muestran hiperdensos”. Pueden ser imposibles de ver en las exploraciones.
La mayoría de las personas que se han tragado un palillo nunca lo sabrán, probablemente porque han acabado expulsándolos, pero los ácidos estomacales y las enzimas digestivas no los disuelven, y se han encontrado en estómagos o intestinos tras una autopsia.
En algunos casos, los palillos se abren camino en otros órganos, como el hígado, páncreas, pulmón, riñón e incluso la arteria coronaria. Un análisis de 136 casos que fueron lo suficientemente graves como para aparecer en revistas médicas encontró que casi el 10 por ciento fueron fatales.
El doctor Fabian J. Scheid, uno de los médicos que trataron al joven accidentado, asegura a The New York Times que este tipo de accidentes son bastante raros –al fin y al cabo ¿quién se traga un palillo de siete centímetros sin darse cuenta?–, pero cree que es mejor mantenerse alejado de los mondadientes. “Yo no se los ofrezco a nadie en mis barbacoas”, concluye.
Imágenes | iStock/The New England Journal of Medicine