Encuentran unas gafas en una bolsa de patatas fritas: la empresa se lo toma a broma, pero es un fallo grave de seguridad alimentaria

Encontrarse unas gafas dentro de una bolsa de patatas fritas cerrada parece una broma, pero es lo que le ha ocurrido a una usuaria de Twitter.

Los anteojos descansaban entre las patatas de la marca gaditana Cortijo del olivar que, tras ver el mensaje en la red social, contestó con un aparentemente simpático mensaje, bromeando con que se le habían caído a un tal Manolito.

Lo cierto es que, gracias a la magia de internet, apareció por allí incluso el dueño de las gafas, que explicó a Paula, que así se llama la descubridora de la bolsa de patatas, que se le habían caído en la línea de la producción en la fábrica de Abrajanejo.

Después de que el tecnólogo alimentario Miguel A. Lurueña, autor del libro Que no te líen con la comida, compartiera el tuit de Paula, varios usuarios de la red social aseguraron haber encontrado otros intrusos en bolsas de patatas fritas de la misma empresa: un tornillo y hasta trozos de alambre.

Un problema serio de seguridad alimentaria

Como explica Lurueña a Directo al Paladar, aunque el asunto es tan rocambolesco que da para hacer chistes, lo cierto es que estamos ante un grave fallo en el control del producto: “Pensemos lo que podría ocurrir si en lugar de tratarse de unas gafas, se hubiera tratado de los trozos de cristal procedentes de una de las lentes de esas gafas: podrían causar desde roturas de piezas dentales, hasta laceraciones en la boca y graves daños en el tracto intestinal... Lo dicho, en las redes sociales el suceso puede dar para unas risas, pero desde el punto de vista de la salud y la seguridad alimentaria no es cosa de broma, sino algo muy grave”.

Como todo el que haya visitado alguna fábrica de alimentos sabe, lo primero que hay que hacer al entrar en las instalaciones es desprenderse de pendientes, relojes o cualquier objeto que pueda car en la línea de producción. Incluso los bolígrafos que se utilizan son especiales, para ser detectado por los detectores de metales presentes en muchas fábricas para evitar, precisamente, que acaben unas gafas en la bolsa de patatas fritas.

“Desde luego esto de encontrarse unas gafas en el interior de una bolsa de patatas es muy poco habitual, pero hay ejemplos de contaminaciones físicas que sí pueden ser más habituales, sobre todo si no se pone remedio para evitarlo, tal y como obliga la legislación”, explica Lurueña. “Por ejemplo, piezas sueltas de la maquinaria (tuercas, tornillos...), objetos procedentes de los operarios (pendientes, anillos, etc.), restos asociados a los propios alimentos (piedras, huesos, cáscaras, etc.)”.

En definitiva, que las patatas a la gafapasta no son cosa de broma.

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