La implantación del etiquetado frontal Nutriscore es uno de los grandes proyectos del Ministerio de Consumo, que dirige desde hace algo más de un año Alberto Garzón. Aunque su implantación fue promovida por el PSOE en la anterior legislatura, y forma parte del acuerdo del Gobierno de coalición, a medida que se aproxima su llegada crece la polémica.
Nutriscore sintetiza la información nutricional en una escala de colores que va del rojo al verde, mediante un algoritmo que da puntos si tiene componentes nutricionales positivos, y los quita si tiene negativos. El problema reside, precisamente, en que es muy difícil, por no decir imposible, sintetizar si un alimento es saludable en una escala de cinco colores que aplica a todo tipo de productos. Es por ello por lo que una parte de los nutricionistas critican que permite pasar por saludable a alimentos que no lo son tanto, mientras condena a una mala calificación a otros que sí lo son.
En este último grupo destaca especialmente el aceite de oliva, que no pasa de la nota C, en ámbar, pese a que, incluso, se realizó una revisión del algoritmo en 2019 para mejorar su calificación. Tras una reunión con los fabricantes de aceite de oliva, el Ministerio de Consumo pidió formalmente a la comisión científica que regula Nutriscore la exclusión del producto del sistema, algo que, según fuentes del propio ministerio, fue recibido “positivamente” por los países que ya tienen implementado este etiquetado: Francia, Alemania y Holanda.
Después de este anuncio, fueron muchos los sectores que pidieron ser también excluidos –como los productores de jamón o queso– lo que ha provocado una gran confusión que ha llevado al ministerio a dar algunas explicaciones.
No se puede excluir un producto de algo voluntario
Fuentes del ministerio de Consumo han aclarado, en contra de lo que se publicó en todos los medios con información del ministerio, que lo que pidió al comité de Nutiscore es considerar que “el aceite tiene propiedades que no han sido reconocidas por el algoritmo”, pidiendo una revisión de este.
En este sentido, asegura, no tiene sentido pedir una exclusión formal para un etiquetado que, recalca, es, de momento voluntario. Entonces ¿de qué implantación se está hablando?
Como ya explicó el ministro a Directo al Paladar en una entrevista, la legislación europea –que manda en materia de regulación alimentaria– no permite la implantación obligatoria de un etiquetado frontal. Lo que quiere promover el ministerio es una ley que regule el uso del Nutriscore de forma voluntaria, de forma que las empresas que se adhieran al mismo lo hagan bajo criterios idénticos y, lo que es más importante, utilizando este en todos sus productos. Esto evitaría que, como hasta ahora, se use el Nutriscore solo como un reclamo comercial en los productos que sacan buena nota.
Según el ministerio, este es, además, un paso necesario para la regulación de la publicidad de alimentos dirigidos al público infantil, pues se utilizaría el Nutriscore para valorar qué puede o no anunciarse.
“Si aprobamos Nutriscore podremos prohibir la publicidad de productos insanos en menores de edad”, insisten desde Consumo. “El panorama es terrorífico porque el sistema PAOS no funciona. Pretendemos aprobar esto a finales de año, para después de verano, y la determinación del Gobierno es total. Hay que aprobarlo este año, está en el acuerdo de Gobierno y no puede haber quejas”.
¿No es peor el remedio que la enfermedad?
Son muchos los nutricionistas y expertos en ciencia de la alimentación que critican la implantación de Nutriscore, pues, consideran, arrojará más confusión al consumidor de la que ya hay.
No solo hablamos de conocidos divulgadores como Juan Revenga, Miguel Ángel Lurueña o Beatriz Robles, que se han pronunciado publicamente en contra del sistema, sino también de sociedades científicas como la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética. Esta federación, que agrupa a grupos de nutricionistas de toda España, hizo público un documento en el que se acusa al Nutriscore, entre otras cosas, de no ser comprensible, evaluar los alimentos y bebidas con criterios distintos o no adaptarse a la dieta mediterránea.
El ministerio reconoce que hay divisiones entre los expertos sobre su conveniencia, pero insiste en que la única alternativa es no hacer nada, algo que no contempla: “Hay quienes consideran que es insuficiente, una crítica legítima, pero no hay otro sistema mejor disponible. Entre los nutricionistas hay gente de todo tipo, hay que escucharlos para poder aprender de todos los actores que se mueven en este entorno, pero nuestra principal referencia son los estudios empíricos que demuestran que el 3,4% de las muertes crónicas podrían evitarse con Nutriscore, también con otros etiquetados frontales, pero en menor cantidad. Esto es suficiente para avanzar, que no significa que no se pueda mejorar. No hacer nada es absolutamente inaceptable, y no vamos a ceder a la presión de los lobbies. Estamos hablando de algo central, que es la salud”.
Lo cierto es que, si bien hay muchas empresas contrarias a la implantación de este etiquetado, las hay también que están a favor. Y no hablamos de actores secundarios. Gigantes de la alimentación como Danone o Nestlé se han mostrado públicamente a favor de Nutriscore, y de hecho ya lo añaden voluntariamente en muchos de sus productos. También grandes cadenas de supermercados, como Carrefour, Alcampo o Eroski, pionera en España de la implementación del sistema en su marca blanca.
Para el ministerio, esto ocurre porque el Nutriscore también puede ser una herramienta para mejorar ventas en los países donde ya se utiliza, como Alemania y Francia, donde los productos españoles tienen que competir con otros similares que ya llevan la etiqueta.
“Los productos españoles que carecen de Nutriscore están compitiendo en condiciones desfavorables en un entorno cultural donde los consumidores ya saben usar el sistema”, explican desde Consumo. “Cuanto antes se adapte España, mejor, porque con toda probabilidad tendremos un sistema obligatorio, sino Nutriscore, muy similar”.
Para el ministerio, no hay margen para adoptar otro etiquetado frontal –pues Nutriscore, insiste, es el mejor de los disponibles–, aunque el ministerio promoverá campañas para explicar cómo usar correctamente este: “Sirve para comparar productos en la misma categoría de consumo. Si comparas dos cereales tienes un mecanismo para saber si son más o menos saludables, en función de este punto, pero siempre dentro de la misma categoría de uso. No tiene ningún sentido comparar productos en usos distintos, sin embargo las recomendaciones sanitarias siguen estando vigentes: lo mejor es comer productos frescos, muchos de los cuales no llevan Nutriscore, porque no tiene como objetivo recordarte las recomendaciones nutricionales si no ayudarte a comparar”.
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