La Fundación Patrimonio Comunal Olivarero, que reúne a los representantes empresariales, sindicales y gubernamentales de la industria oleica, ha presentado un nuevo sello de calidad para el aceite de oliva, privado y autorregulado por el sector, que eleva las exigencias de la reciente ley de calidad del aceite.
La nueva certificación, explican sus promotores, refuerza la calidad mínima del producto y el control de los procesos industriales: para recibir el sello se tienen que poner las instalaciones al servicio de auditorias independientes en todo momento, al margen de las que hagan desde la administración.
La certificación, además, elevará los parámetros mínimos de pureza del aceite que permite la ley: para el aceite de oliva virgen extra se exigirá que el nivel de acidez no sobrepase el 0,4, en vez del 0,8 que marca la normativa de la Unión Europea.
Una apuesta de la industria
La iniciativa ha sido avalada en su acto de presentación por agentes de todo el sector, empezando por dos de los mayores fabricantes de aceite de oliva del país –Deoleo y Dcoop–, así como representantes del Gobierno central y de las administraciones de Andalucía y Castilla-La Mancha. El presidente de Deoleo, Ignacio Silva, ha llegado a afirmar, como informa EfeAgro, que no imagina que haya empresas que no quieran sumarse al certificado.
Como reconocen sus promotores, el principal objetivo de la iniciativa, además de impulsar la imagen del aceite de oliva español, pasa por evitar los casos de fraude que, hasta el momento, siguen siendo relativamente frecuentes en el sector: el mes pasado la Guardia Civil de Sevilla desmanteló una red dedicada a introducir grandes partidas de aceite a granel en el mercado que, pese a estar etiquetada como “aceite de oliva virgen extra” era en realidad una mezcla de aceite de orujo de oliva y girasol.
Aunque los portavoces de la industria agradecieron a los representantes del Gobierno presentes en el acto la puesta en marcha de la nueva ley de calidad –en vigor desde el pasado septiembre–, creen que esta no es suficiente. A su juicio hay que avanzar en el aspecto físico-químico del producto para exigir parámetros muchos más altos que garanticen aún más calidad, aumentar los controles de trazabilidad, incluir temas de sostenibilidad y abordar una actualización o reformulación de los paneles de cata, otro de los puntos más controvertidos del actual sistema de calificación de los aceites, que depende en última instancia de una valoración subjetiva de los catadores.
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