El psicólogo Cristóbal Colón fundó la cooperativa La Fageda en 1982 para dar una oportunidad laboral a personas con enfermedad mental
Natural de Zuera (Zaragoza), Cristóbal Colón tiene un nombre que se presta a confusión, pero nada tiene que ver con el descubridor de América.
De familia humilde, y pasado antifranquista –en los años 60 estuvo detenido por haber asistido en Bulgaria a una reunión de las juventudes comunistas–, Colón acabó estudiando psicología y trabajando en lo que por aquel entonces se conocía como “manicomios”.
Inspirado por las ideas de Viktor Frankl, un importante psiquiatra austriaco que insistía en que una de las mejores terapias para las personas con problemas de salud mental pasaba por dar sentido a su vida, Colón se decidió a sacar del hospital psiquiátrico de Salt a 15 de sus pacientes para darles trabajo.
El 7 de abril de 1982, Colón logró que el alcalde de Olot –capital de la comarca catalana de La Garrotxa– le cediera un local en desuso en una sala del convento del Carme, que compartían con los bomberos y la radio local. Allí inauguró La Fageda.
La cooperativa (hoy fundación) comenzó dedicándose a la industria de la imaginería religiosa. 42 años después se ha convertido en el octavo mayor fabricante de yogures de España.
Dar trabajo a quien lo necesita
“La Fageda es un proyecto social y su misión es generar puestos de empleo para personas de colectivos vulnerables”, explica el actual responsable de marketing de la fundación, Pol Espadamala. “Siempre los generamos a través de actividades empresariales. Existimos para generar puestos de trabajo, hacemos yogures como podríamos hacer cualquier otra cosa”.
De hecho, los 15 primeros trabajadores de La Fageda empezaron fabricando figuritas de santos, una industria importante en la comarca desde finales del siglo XIX –en Olot hay, incluso, un Museo de los Santos–. Pero Colón creía que era más terapéutico trabajar al aire libre y, en 1985, compró, con ayuda de la Diputación de Girona y un crédito bancario, la finca El Casals, donde continúan a día de hoy.
Ya en la finca, La Fageda se transformó en un vivero forestal, que en solo unos años alcanzó una producción anual de 3 millones de plantas, convirtiéndose en uno de los viveros forestales más grandes de España; a la par que hacía “negocios rarísimos”, como la venta, explica Espadamala, de abono fabricado con lombriz roja californiana.
“Empezamos a hacer yogures porque en la finca que compraron había una vaquería abandonada”, explica el portavoz de La Fageda. “Pensaron, ‘si hay una vaquería abandonada vamos a poner vacas porque esto nos va a permitir generar otro tipo de puestos de trabajo”.
Del 1986 al 1992, La Fageda, que proseguía con su actividad principal como vivero, se dedicó también a la producción de leche. Pero, en el año en que la vecina Barcelona se vestía de gala para acoger las Olimpiadas, el sector primario vivió lo que se conoció como la “crisis de las cuotas lecheras”. La Unión Europea impuso una producción máxima de leche que dejó fuera del mercado a pequeñas explotaciones como las de La Fageda.
“Se les adjudicó una cuota muy menor a los litros que producía y, como la comercialización de leche dejaba de ser un negocio, había que ver dónde ubicar esos puestos de trabajo”, explica Espadamala.
Pioneros del yogur de granja
A Colón se le ocurrió entonces preservar la vaquería, pero usar la leche para fabricar yogures de granja, un producto que había visto en los supermercados de Perpiñán, pero que aún no existía en España. En la comarca existía gran tradición quesera, pero nadie hacía yogures, un producto que por aquel entonces dominaban multinacionales como Danone o Nestlé.
Nadie en la cooperativa tenía contactos en la industria alimentaria, pero sí en los entornos sanitarios. Y Colón logró convencer a la responsable de compras del hospital de Vall d'Hebron en Barcelona para que le comprara su yogur. El problema es que ni habían empezado a fabricarlo.
“Le dijeron que se lo compraba, pero que se lo tenía que vender al mismo precio al que estaba comprando el que había”, explica Espadamala. “Y con este cliente potencial literalmente montaron una fábrica de yogures. Si vas a una consultoría esto te van a prohibir hacerlo. Pero en nuestro caso decidieron tirar para adelante, montar una fábrica de yogures y en el año 1993 salió el primer yogur de la fábrica”.
Fabricado íntegramente por los trabajadores de La Fageda con su propia leche, resultó ser un éxito entre los pacientes. “Al mes de entrar al Vall d'hebron le llamó la responsable de compras”, explica Espadamala. ‘Bueno, ya está. Nos han echado. Hemos matado a alguien’. Pero la tía llamaba porque la factura del último mes había sido muy superior a las facturas anteriores y era porque el consumo de yogur había subido porque la gente encontraba que era un yogur muy distinto, muy rico”.
El salto del yogur a los supermercados, cuenta Espadamala, fue tan peculiar como el resto de la historia: “Llamó un señor de Alcampo porque en aquella época su madre había estado en un hospital y le había dicho a su hijo que cómo podía ser que si él era tan listo y en su supermercado no tenía el yogur que se había tomado en el hospital. Y aquí empezó un poco nuestra andadura en el mundo del gran consumo. A día de hoy digamos nuestra facturación es en un 95 % lácteos”.
El 5 % restante proviene de servicios de jardinería y mermeladas, un producto que empezaron a fabricar ante la imposibilidad de mantener el negocio del vivero y dada la necesidad de ubicar a 25 trabajadores que, por su tipo de discapacidad, no podían unirse a la fábrica de yogures.
El salto de La Fageda a España
Durante toda su existencia, La Fageda ha centrado su actividad en Catalunya, donde su yogur natural es el más vendido de marca de fabricante (pese a ser bastante más caro que el de sus competidores), pero desde hace año y medio la fundación ha empezado a expandirse por el resto de España.
“Con la coyuntura actual de crisis en los precios de la leche y las materias primas nos vimos un poco obligados a intentar ganar volumen fuera de Catalunya”, explica el responsable de marketing.
Esta expansión coincide, además, con la jubilación de Colón, que, a sus 75 años, acaba de ceder la dirección general del proyecto a su compañera Sílvia Domènech, para mantenerse solo como presidente de honor. También, con un cambio de estrategia de la fundación, que hasta ahora no había dado a conocer prácticamente su labor social.
“Colón optó por una estrategia un poco singular que era disociar el producto del proyecto”, explica Espadamala. “No hemos querido explicar lo que hacíamos por la obsesión que tenía Cristóbal por la calidad. Siempre decía que teníamos que hacer productos cojonudos que la gente comprase porque son buenos, porque también son caros”.
Coincidiendo con la pasada feria Alimentaria, La Fageda presentó su nuevo posicionamiento de marca, en el que han decido contar ya su proyecto, bajo el lema “extraordinaria diferencia”.
Pero, aunque planean vender más yogures (y por toda España) su objetivo sigue intacto. Prueba de ello es el nuevo proyecto que la fundación está llevando a cabo en La Garrotxa: una escuela de nuevas oportunidades que busca responder a las nuevas problemáticas sociales de la comarca, ofreciendo una formación profesional a los jóvenes de la zona que, por distintos motivos, han sido expulsados del mercado laboral y del circuito educativo.
Hace ya años que La Fageda se abrió también a ayudar a otros colectivos vulnerables más allá de las personas con problemas de salud mental: personas migradas que tienen un acceso complicado y complejo al mercado laboral, parados de larga duración, etc.
“A lo largo de estos 42 años nuestro trabajo ha dado sentido a la vida de muchas personas”, explicaba Colón en su despedida como director de La Fageda. “La suma del tiempo y esfuerzos dedicados al proyecto han valido la pena de una manera inmensa”.
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