El conflicto político que mantiene en vilo a Venezuela desde que el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó se autoproclamara presidente, enfrentándose así a Nicolás Maduro, está lejos de resolverse. Y tras la rebelión fallida del pasado 30 de marzo, cuando Guaidó intento sin éxito recabar el apoyo del ejército bolivariano, el país está aún más sumido en el caos.
Es difícil valorar con exactitud hasta dónde llega la crisis humanitaria que padece el país, pero parece claro que todo va de mal en peor. Según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida –un estudio elaborado por tres de las más importantes universidades de Venezuela, al margen del Gobierno–, el 89,4% de los hogares considera que el ingreso familiar es insuficiente para cubrir sus necesidades alimenticias, algo que ha llevado a que 6 de cada 10 venezolanos haya perdido aproximadamente 11 kg de peso en el último año.
El mango es 'de facto' gratuito mientras está de temporada, justo ahora
Desde noviembre de 2017, Venezuela vive en un estado permanente de hiperinflación –que según el FMI llegará a los 10 millones porcentuales en 2019–, que ha encarecido de forma extrema algunos alimentos. Según la encuesta elaborada por las universidades, el consumo de alimentos ricos en proteína ha disminuido a la mitad con respecto a los últimos tres años, una ingesta que ha sido suplida principalmente por tubérculos. Pero entre todos los alimentos, hay uno que está siendo clave para paliar al menos en parte la crisis: el mango.
Esta fruta de origen asiático, que los españoles introdujeron en America vía Filipinas en el siglo XVII, crece casi sin control por buena parte de Venezuela. Como explica Gustavo Ocando en un reportaje para la NPR, la radio pública estadounidense, hay tantos árboles de mango en los espacios públicos y patios privados de las ciudades venezolanas con clima tropical que el fruto es, de facto, gratuito mientras está de temporada. Justo en este momento.
Una improvisada ayuda humanitaria
Los árboles de mango fructifican durante aproximadamente un mes, tres veces al año, y cuando esto ocurre su presencia es ubicua en la dieta de los venezolanos.
Algunos ciudadanos están desayunando, comiendo y cenando mango
El mango es un buen complemento para una dieta por lo demás escasa: tiene muchas vitaminas C y A y es muy rico en fibra que, aunque técnicamente no es un nutriente –no participa directamente en procesos metabólicos–, tiene un gran poder saciante, que ayuda a sobrellevar el día a día en un país al borde del precipicio.
Hasta hace poco los mangos se consumían solo como postre, en zumos o batidos, o como guarnición, pero hoy en día muchos venezolanos no tienen dónde elegir, y hay quien asegura que la fruta se ha convertido en la verdadera ayuda humanitaria del país. Algunos ciudadanos están desayunando, comiendo y cenando mango, una dieta que se completa con no mucho más que patata y yuca.
TESTIMONIO: "Estamos pasando hambre, lo que pasa es que no ven la realidad de lo que esta sucediendo en el país, la vida en el cerro es pésima, se come mango en la mañana, mango al medio día, y mango en la noche" pic.twitter.com/yhxEwMnTGc
— Oliver Fernández (@oliverandresfz) 25 de abril de 2019
Ocando cuenta la historia de Jose Manuel Rodríguez, de 50 años y padre de tres hijos, que asegura comer entre tres y ocho mangos al día. Además, se dedica a vender la fruta preparada, aliñada con salsa Worcestershire, vinagre y sal en las calles de Maracaibo. Este plato cuesta el equivalente de unos 20 céntimos de euro, algo que de momento los venezolanos se pueden permitir. Otras preparaciones como los batidos son mucho más caras. Solo un kilo de leche en polvo con los que preparar estos tiene un precio de unos 60.000 bolívares. Una fortuna, teniendo en cuenta que el sueldo mínimo para una jornada completa es de 40.000.
Muchas de las familias que cuentan con árboles de mango en sus patios privados están recogiendo la fruta y repartiéndola a los más necesitados. Ingrid Áñez, que reparte aproximadamente 200 mangos al día entre sus vecinos, explica a NPR que en los años anteriores a la crisis tiraban cientos de frutas a la basura. “Ahora las recogemos todas”, concluye.