MasterChef, el programa en el que solo se premia al egoismo (aunque a veces ganen los buenos)

Es tan penoso como aburrido empezar todas las crónicas de MasterChef con la misma consigna: no es de recibo que un concurso en prime time finalice pasadas la una y media de la madrugada. ¿Estamos locos? ¿Aquí no trabaja nadie? No nos cansaremos de repetirlo.

Los pobres que hemos aguantado tanto tiempo tampoco hemos encontrado grandes alegrías: el programa sigue potenciando su parte de reality y disminuyendo los contenidos de cocina. En todo el programa no hemos aprendido a cocinar un solo plato, pero hemos visto como los concursantes se despellejaban a gusto sacudiendo sus miserias personales, algo a lo que ayuda (mucho) la dinámica del concurso.

En la primera prueba, cada aspirante, por turnos, ha tenido que robar 12 ingredientes de una cesta de comida, asignada al resto de concursantes, que incluía ingredientes de todo tipo como lomo de potro, arroz basmati, alcachofas, pimiento verde o huevas de trucha.

Josetxo, concursante de MasterChef Junior, ha sido el invitado de la primera prueba.

Los concursantes podían robar de cuantos compañeros quisieran. La prueba ha dejado entrever las amistades y rencillas que se han generado a lo largo del concurso. Al final, no obstante, los aspirantes han tenido que cocinar con los ingredientes que habían robado. Típico giro de guion injusto y absurdo del programa, que ha dejado a los concursantes que han sido más generosos con sus compañeros con ingredientes infames. Toma lección turbocapitalista en prime time. Ya sabéis, de nada sirve ser buena gente en este mundo.

La mayoría de los concursantes han cocinado con el potro, que ha sido el elemento más robado, con resultados dispares. Otros concursantes, como Aitana, solo se habían dedicado a robar raíces de apio para no fastidiar a sus compañeros, y hacer un plato solo con eso… Normal que sea chungo. Ella y Marcos, que ha destrozado el potro, se han llevado el delantal negro, que lleva directamente a la prueba de eliminación. Aleix ha presentado el mejor plato y se ha llevado una ventaja.

Samantha vende sus menús para bodas

En la prueba de exteriores, los concursantes han viajado a Pedraza (Segovia). Allí Samantha Vallejo-Nágera les ha llevado a su espacio De Natura, su finca de bodas, que ha gozado de un buen tramo de publicidad de la buena en prime time en el que la jueza no ha dejado de ponerse flores y hacerse la digna porque los platos no estaban a su altura.

Los aspirantes han tenido que realizar por equipos dos menús de boda diseñados por Samantha, que han sido dirigidos por los dos concursantes que lucen el delantal negro: Aitana y Marcos.

El ganador de la anterior prueba, Aleix, ha sido el encargado de configurar los equipos, que han tenido que elaborar dos menús completos de cuatro platos: el del grupo azul, formado por ceviche de corvina, coca de atún rojo, berenjena ahumada y limón, taco de solomillo de ternera, con colmenillas y tarta de fresas; y el del equipo rojo, compuesto por una ensalada de codorniz escabechada, lasaña de verduras, lubina salvaje con salsa de hinojo y crema de apionabo, y, de postre, chocolate con aceite de oliva.

Esta prueba, además, ha servido de repesca: han aparecido los concursantes expulsados hasta la fecha que han sido los encargados de cocinar la recena, consistente en unas migas con chorizo y huevo frito, migas, patatas revolconas, patatas a la riojana, albóndigas…

Entre los comensales se encontraban varias caras conocidas del programa: Marta Verona (ganadora de ‘MasterChef 6’) y su novio Nacho, los exconcursantes del concurso Sofía y Víctor; además de Bibiana Fernández y Pepón Nieto, que suponemos no se casan.

El cocinado ha sido en general un desastre, y no solo porque los platos no se parecieran a los diseñados por Samantha: la lubina estaba cruda, las salsas mal hechas, la carne mal cortada y los postres no han salido. Nefasto. Ambos equipos se han ido a una de las pruebas de expulsión más multitudinarias del programa.

Los platos de la repesca no estaban mucho mejor. Todos estaban bastante mal hechos, exceptuando las albóngicas de Carmen, que ha sido la seleccionada para volver al concurso y, además, ha sido la única que no se ha enfrentado a la prueba de expulsión.

A la calle

En la prueba de expulsión, hemos pasado por uno de los momentos vergonzosos cada vez más habituales en el programa. Los concursantes han encontrado un oso de peluche en el que se encontraban un mensaje de otros concursantes en el que, en la mayoría de los casos, les ponían a parir. Todo muy constructivo.

Tras este añadido infame (que nos hemos tragado a las 0:30 de la madrugada), los concursantes han tenido que elaborar un plato libre en 60 minutos con 10 ingredientes. Cada delantal negro ha tenido que hacer la compra al compañero que le había dejado el mensaje venenoso del osito, de modo que decidían si beneficiarles o perjudicarles, opción que ha elegido la mayoría de concursantes.

De nuevo, asistimos a la dinámica de la primera prueba: los concursantes más rencorosos han dejado a sus oponentes unos ingredientes mucho más complejos con los que cocinar, mientras que los más bondadosos han dejado el camino libre a sus rivales. Ninguno ha sido especialmente maligno, pero ¿qué clase de prueba es esta? ¿Por qué se premia constantemente el egoismo?

Antonia Dell’Atte, finalista de MasterChef Celebrity 3, ha regresado a las cocinas del programa para gritar un poco, hablar de Carmen Lomana y rellenar más minutos, por si no se estuviera alargando esto suficiente.

Como en la primera prueba, la selección de los ingredientes ha determinado en gran parte la prueba, aunque luego cada concursante se ha metido en su propio jardín. Hemos visto platos magníficos, como la lubina de Aleix -que junto a Teresas y Valentín han sido los mejores de la prueba-, y otros de parvulitos, como la pasta de Carlos, el entrecot de Gloria o el cuscus de Marcos. El jurado ha decido eliminar de un tirón a estos dos últimos concursantes.

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