Los mataderos son unos de los puntos más delicados de transmisión de la covid-19 (pero la carne no tiene nada que ver con ello)

Desde el inicio de la pandemia, los mataderos han sido uno de los puntos más vulnerables para la transmisión del virus.

Solo en Estados Unidos, más de 20.000 trabajadores de mataderos e industrias procesadoras de carne han dado positivo. Durante el desarrollo de la pandemia se han llegado a cerrar por completo 12 grandes plantas, lo que ha provocado problemas de suministro en varios estados.

Los mataderos están dando problemas, incluso, después de que la pandemia se diera casi por controlada. Así ha ocurrido en Alemania, donde la semana pasada se produjo un gran brote en una industria cárnica de Gütersloh (Renania del Norte-Westfalia), con al menos 1.331 contagiados y, hoy mismo, otro con más de 1.000 sospechosos.

Y, aunque España ha tenido menos problemas con los mataderos que otros países, también se registraron varios brotes en Lleida y Huesca el mes pasado –zona en la que se encuentran algunos de los mayores mataderos de porcino de España– y, ayer mismo, en una industria cárnica de Rafelbunyol (Valencia).

Un cóctel perfecto para el virus

Hay varias razones que explican la especial la vulnerabilidad de la industria cárnica frente al coronavirus.

La temperatura y la humedad de algunos mataderos facilita la transmisión del virus

Como explicaron en un informe los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU, después de que se produjeran los primeros brotes en el país, los trabajadores de la industria cárnica no están expuestos al virus a través de los productos que manejan, pero su entorno de trabajo “pueden contribuir sustancialmente a posibles exposiciones”.

Hablamos de líneas de procesamiento que han seguido funcionando durante toda la pandemia –por tratarse de un servicio esencial–, donde se tiene contacto muy cercano con compañeros de trabajo y supervisores (también en vestuarios y en áreas de descanso), con largas jornadas por turno y herramientas compartidas. Pero, además, como explica la experta en seguridad alimentaria Beatriz Robles, con estancias caracterizadas generalmente por falta de ventilación, frío y humedad, que hacen que los aerosoles permanezcan más tiempo en suspensión, lo que facilita la transmisión del virus.

A todo este ambiente tan propenso para la covid-19 –en el que, por muy estricto que se sea con las medidas de seguridad, siempre hay más posibilidades de contagio que en otros lugares– hay que añadir las condiciones laborales concretas de algunos mataderos.

Los propios CDC –un organismo médico federal– reconocen que las políticas de bajas médicas de una industria de baja remuneración ha incentivado a los empleados a seguir trabajando, pese a tener síntomas.

Los sindicatos denuncian que el modelo low-cost de algunas industrias cárnicas ha hecho que se aceleren al extremo las líneas de producción, lo que obliga a exprimir el espacio al máximo. Y esto no favorece en nada el tan necesario distanciamiento social. Como tampoco las condiciones precarias de buena parte del sector, que, como explica Robles, “favorecen factores de transmisión que trascienden los límites de estas empresas como el modo de desplazamiento, en que se comparten vehículos, y migrantes que conviven en casas o habitaciones en pisos compartidos en los que la distancia social es imposible”.

“El factor común [de los mataderos en todo el mundo] son las condiciones de trabajo difíciles, con trabajadores a menudo subcontratados o con contratos temporales”, ha explicado en The Financial Times Enrico Somaglia, subsecretario general de la Federación Europea de Sindicatos de Alimentación, Agricultura y Turismo.

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Comer carne es seguro

España no es ajena a la conflictividad laboral en mataderos. UGT y CCOO han llegado a convocar en plena pandemia una huelga general en los mataderos de aves y conejos para forzar un nuevo convenio y la CGT y la CNT denunciaron irregularidades en el cumplimiento de las medidas de seguridad tras los brotes en Huesca y Lleida. Pero, pese a esto, lo cierto es que la industria cárnica española tiene, de momento, niveles de contagio en mataderos inferiores a los registrados en EEUU, Alemania y la mayoría de países de nuestro entorno.

En una reciente rueda de prensa, el director general de Agricultura y Alimentación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Fernando Miranda, insistía en que “los problemas han sido puntuales y se han abordado con prontitud y diligencia”. Miranda destacaba además que, a diferencia de muchos países de nuestro entorno, ningún matadero había tenido que cerrar sus puertas debido a contagios incontrolados.

En el caso, no obstante, de que se produjera algún contagio, y en lo que respecta a la covid-19, tampoco debería preocuparnos el consumo de carne. “Lo que sabemos hasta ahora es que no hay evidencia de transmisión alimentaria”, explica Robles. “¿Quiere decir esto que está totalmente descartada? No podemos hacerlo al 100 % pero sería una posibilidad extremadamente remota. Como consumidores no debemos temer el contagio a través de la carne”.

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