Los fabricantes de turrones ya no saben que inventarse para captar nuestra atención
Aunque el turrón lleva siendo más de un siglo un dulce típico de navidades en España, solo de un tiempo a esta parte se han multiplicado las opciones de sabores en los que está disponible. Tanto que cabe preguntarse en qué momento el turrón paso de ser un dulce rectangular elaborado, principalmente, con almendra, a ser un dulce rectangular elaborado con absolutamente cualquier cosa.
En casa somos radicales con el turrón. A mi me gusta el turrón blando, de Jijona, y si acaso el turrón de yema tostada. No es conservadurismo, hay turrones nuevos que están ricos, pero teniendo en cuenta que no quiero comprar mucho por cuestiones de salud, prefiero ceñirme a los clásicos.
Ahora bien, en el mundo del turrón industrial la cosa se está yendo de madre y hay nuevos sabores que transitan entre la tomadura de pelo para guiris –a los que, por algún motivo que se me escapa, se está consiguiendo colocar el turrón como si fuera lo más típico de España después de la paella– y el reclamo de hacer pasar por turrón cualquier producto más o menos famoso.
En general, como hemos visto en nuestra última cata, la jugada sale mal. Hay excepciones, como el turrón de cerveza negra de El Almendro y Estrella Galicia, que me ha parecido muy logrado. Pero si alguien te regala el nuevo turrón de plancton de Ángel León hay solo dos opciones: o no lo ha probado o algo le has hecho.
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