Aunque el primer whisky japonés se elaboró en 1870, y la primera destilaría propiamente dicha se fundó en 1924, no ha sido hasta hace menos de una década cuando las maltas japonesas se han puesto realmente de moda.
En 2014, la Jim Murray's Whisky Bible, considerado el manual de referencia del mundo del whisky, encumbró a una malta japonesa, la Yamazaki Single Malt Sherry Cask, como la mejor del mundo por primera vez en la historia. Un éxito para Japón que se ha repetido en la última edición de los World Whiskies Award (WWA), algo así como los Oscar del Whisky, en el que otro destilado japonés, el Haksuhu de 25 años, de la conocida destilería Suntory, se llevo el premio al Mejor whisky de malta.
Todos estos premios han hecho que el whisky japonés, que ya tenía buena prensa entre los amantes de la bebida, se haya puesto de moda entre los superricos de todo el mundo, que han hecho que su precio se dispare.
Pero lo que no saben muchos de los compradores del costoso whisky japonés –cuyos mejores ejemplares, como el ganador de la última edición de los WWA, se venden de primera mano a unos 2.500 euros– es que, en realidad, la mayoría del whisky que viene de Japón es escocés.
Picaresca a la nipona
Como explica Brad Japhe en Bloomberg, lo cierto es que, a diferencia de lo que ocurre en Escocia o en Estados Unidos con el bourbon, donde existe una regulación de denominación de origen protegida, el whisky etiquetado como japonés no tiene que elaborarse necesariamente en Japón.
“Decir que las regulaciones para la fabricación de whisky en Japón son imprecisas es un eufemismo importante”, explica en la publicación británica Stefan van Eycken, autor de Whisky Rising: The Definitive Guide to the Finest Whiskies and Distillers of Japan. “Si fueran un poco menos estrictas hasta se podría vender agua del grifo como whisky japonés”.
Dado que el whisky japonés es cada vez más valorado, y se ha convertido en un producto aspiracional que queda bien en cualquier evento, no han tardado en aparecer oportunistas que se están dedicando a comprar whisky escoces o canadiense para, sencillamente, llevarlo a Japón, embotellarlo con una etiqueta bonita, y venderlo como un producto originario del país nipón.
No hace falta ser un lince para entrever esta treta. Hay compañías que están vendiendo whisky envejecido durante más tiempo que la existencia de la propia empresa. Es el caso de la destilería Kurayoshi, que vende un whisky puro de malta de 18 años (en la imagen de la izquierda), a pesar de que su destilería comenzó a operar en 2017.
La envergadura de este fraude legal no es desdeñable. Según asegura Van Eycken en Bloomberg alrededor de dos tercios de los productores de whisky japonés no cuentan siquiera con el equipamiento necesario para elaborar la bebida.
Según la consultora IWSR, Japón importó en 2017 un 70% más de whisky escoces de lo que compró en los cuatro años anteriores. Asimismo, The Scotch Whisky Association apunta que la exportación de whisky single malt a Japón ha crecido un 141 % de 2017 a 2018. Sin embargo, las ventas de botellas de whisky escocés y canadiense en Japón no han crecido un ápice, por lo que está claro dónde acaba todo el licor: en botellas etiquetadas como niponas.
Se produce menos whisky del que se demanda
Dado el auge general del mercado del whisky, y del japonés en particular, las destilerías niponas más serias han agotado sus productos con mayor envejecimiento, y se han visto obligadas a mezclar destilados más jóvenes para seguir vendiendo mientras envejecen las nuevas añadas. Mientas, tratan de diversificar el negocio elaborando otros licores como ginebras o vodkas, para aprovechar el tirón de las bebidas japonesas.
No todas las destilerías actúan igual. Hay empresas que etiquetan sus elaboraciones como World Blended Whisky (como es el caso de uno de los nuevos productos de Suntory, en la foto de apertura), especificando de dónde provienen los distintos destilados con los que se elabora la bebida –aunque el estilo de las botellas es completamente nipón–. Otras empresas, sin embargo, venden su whisky como japonés aunque está elaborado por completo en Escocia, en sus propias destilerías.
Nikka es una de las marcas de whisky japonés más apreciadas, pero compró una destilería escocesa hace 30 años. En ella fabrica buena parte de su whisky, aunque todo se venda como proveniente del país del sol naciente. En su página web solo se habla de sus dos destilerías japonesas, pero de ellas solo salen algunos de sus productos: otros se elaboran, en realidad, con el whisky que la propia empresa fabrica en Escocia, algo que no se especifica en ninguna parte, pero sí ha reconocido un portavoz de la compañía a Bloomberg.
No es que estos whiskies sean malos, pero implican un sobrepecio injustificado, sin contar el impacto para el medioambiente que supone desplazar el producto de Escocia o Canadá a Japón. Sin contar que, aunque una parte se vende al público japonés, otra regresa a Europa y Norteamerica. Nada que nos sorprenda a estas alturas de la globalización.
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