También conocidas como "cervezas vivas", no han sido pasteurizadas y vienen de la fábrica sin haber sufrido ningún tipo de tratamiento que haya podido incidir en el sabor y el olor, más intenso, característico de una cerveza que, de base, siempre va a ofrecer una mayor complejidad organoléptica.
En España, concretamente en Madrid, vivieron su mejor momento a principios del siglo XX. Pero ahora algunas marcas se han empeñado en rescatar los procesos de elaboración de entonces para atraer la atención de aquellos que pierden la cordura cuando tienen delante ese líquido opaco y turbio que visualizan a través del cristal.
Nos adentramos en este mundo lleno de sedimentos y levaduras en suspensión para descubrirles a los enamorados de la cerveza los secretos de esta variedad que cada vez gana más adeptos.
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¿Filtrada o sin filtrar? Esa es la cuestión
La respuesta a esta pregunta dependerá del momento del día, o de la vida, en el que te la hagas, ya que puedes encontrar exquisitos ejemplos en ambos bandos. Otra cosa es que, en una situación concreta, el cuerpo te pida algo más ligero y refrescante, que te lo puede proporcionar fácilmente cualquier cerveza que haya sido tratada, o que estemos más por la labor de algo intenso que perdure en el paladar, que es lo que nos va a ofrecer la cerveza sin filtrar.
Hay quien recurre a una comparación para explicar de una manera muy sencilla la diferencia entre ambos tipos de cervezas. Y lo que se viene a decir es que la cerveza sin filtrar es un producto fresco, similar a una hogaza de pan de pueblo, mientras que la cerveza comercial o filtrada vendría a representar ese producto no perecedero como puede ser el pan de molde.
Por otro lado, no hay que ser director financiero de una cervecera para saber que es mucho más rentable producir cerveza filtrada que sin filtrar. Y esto es así porque la primera dispone de una mayor vida útil en el mercado, reduciendo así las pérdidas derivadas de la caducidad y pudiendo permanecer mucho más tiempo en cualquier almacén o lineal de supermercado que reúna las condiciones necesarias.
Y parece ser que otro de los grandes motivos por los que se decide filtrar la cerveza es meramente estético. Sí, como lo oyes. Y es que a la mayoría de los consumidores les gusta comprobar que su cerveza tiene una apariencia limpia y cristalina. Y eso, una birra turbia, término que se usa para hacer referencia a la sin filtrar, nunca te lo va poder dar.
A cambio te dará, además de placer infinito, muchas levaduras y muchos nutrientes que son los que hacen que la cerveza evolucione y que podamos disfrutar hoy en día de maravillosas cervezas de trigo o de aquellas destinadas a la guarda tipo stout o barley wine. Diferentes estilos de cerveza que merecen que todos les demos, al menos, una oportunidad, luego ya que cada uno elija lo que más le guste.
Y llegados a este punto, dejamos que te decidas entre esa bellísima cerveza de anuncio que comentábamos más arriba o esas que, todo hay que decirlo, llevan bastante peor el tema del transporte y la conservación. Y es que, amigos de lo ancestral, lo cierto es que la levadura no deja de ser un ser vivo, y ya se sabe que los seres vivos, igual que nacen, mueren. ¿Y a dónde queremos llegar? A que si, por el motivo que sea, la cerveza no se ha conservado correctamente, tanto los sabores como los aromas procedentes de la autólisis (misma técnica que la que se aplica a los panes artesanos) o la degradación de las proteínas se harán evidentes.
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