En 2014, los chefs Daniela Soto-Innes y Enrique Olvera abrieron en Nueva York el restaurante Cosme, en el que se sirve platos vanguardistas de inspiración mexicana. Apenas cinco años después, la cocinera mexicana ha sido nombrada como la mejor chef femenina del mundo por The World´s 50 Best Restaurants, la lista anual (alternativa a la Guía Michelín) elaborada por el grupo editorial británico William Reed Business Media y que originariamente aparecía en la revista británica Restaurant.
Este no es el primer premio que recibe la chef mexicana, que en 2016 ganó premio Rising Star de la prestigiosa Fundación James Beard, con tan solo veinticinco años, y tres años después fue seleccionada en la categoría de Mejor Chef de la misma fundación junto con el chef Alex Stupak.
¡Por las mujeres chingonas y los hombres que nos apoyan! Así lo ha celebrado la chef en su cuenta de Instagram, con una foto en la que aparece con una camiseta conmemorativa del citado ranking. Sin duda, toda una declaración de intenciones.
En busca de la felicidad
Soto-Innes nació en la Ciudad de México y creció con una abuela que le enseñó que la comida sabe mejor si le dedicas amor y alegría. Según explica la propia chef en una entrevista concedida a The World´s 50 Best Restaurants: "Tienes que ser feliz cuando estás haciendo un lunar o tamales ; de lo contrario, no se producirán. Unas palabras que sin duda evocan el famoso libro de Laura Esquivel Como agua para chocolate, en el que las emociones influían en el restultado de los platos.
La chef mexicana se toma esta filosofía tan en serio que presta mucha atención al estado anímico de su personal de cocina, animándolos cuando están abajo y tocando música y haciendo ejercicios de calentamiento con sus cocineros, y es que la palabra que mejor la define es "feliz", ese es el estado que busca transmitir en su cocina y toda su energía va encaminada a que sus platos transmitan disfrute y placer.
Detrás de su actitud alegre y dispuesta, Soto-Innes es un chef ambiciosa, trabajadora y con un gran talento, cuya habilidad, además de cocinar, consiste en crear y mantener un equipo altamente motivado, sin duda un enfoque ideal que aprendió del chef Chris Shepherd, con quien trabajó a los 20 años. "Tienes que tratar a cada persona como un individuo, no como una máquina", dice ella.
Soto-Innes deja claro que sigue sus propias reglas. En su cocina, el personal no necesariamente tiene entrenamiento formal, pero aprende todas las habilidades necesarias bajo su cuidadosa vigilancia. La suya es una cocina vibrante, donde sus trabajadores realizan un calentamiento con ejercicios y vibrante música antes del servicio. Y el menú en sí es una carta sin complicaciones, con platos compartidos que ponen énfasis en el sabor.
Es una firme defensora de sus compatriotas latinos en Nueva York, pero la familia de Soto-Innes no se trasladó a los Estados Unidos para ganar dinero. Hija de abogados, llegó a Texas desde la Ciudad de México a la edad de 12 años. Fue nadadora profesional hasta los 20 años y nunca tuvo la intención de dedicarse a la cocina, pero su familia, en particular su madre, sus tías y su abuela, le transmitieron su pasión por la gastronomía y esa pasión ha marcado su vida.
"Cuando nací, explica ella, mi madre era abogada, pero quería ser chef porque mi abuela tenía una panadería y mi bisabuela fue a la escuela para cocinar. Todo giraba en torno a quién había hecho el mejor pastel, el mejor ceviche o el mejor mole. Solo sabía qué era lo que me hacía más feliz. Lo que me atrajo a cocinar fueron las personalidades y las personas, y la historia detrás de por qué cocinaban lo que estaban cocinando, más que el ambiente real de la cocina, que no me gustaba".
El merengue como bandera
Si hay un plato que la representa es su postre de merengue con cáscara de maíz, que es un claro homenaje a los recuerdos e ingredientes de su infancia. Pero basta con echar una ojeada al menú de su carta, para darse cuenta de que por encima de todo prioriza los buenos productos de México, buen maíz orgánico o buen mezcal.
Al principio, no todo el mundo entendía su cocina, como ella dice, hacer comida de un país cuando no se está en ese país no es fácil, por lo que no siempre recibía los apoyos necesarios ni buenas críticas. Pero Soto-Innes decidió confiar en su intuición y mantenerse firme en su enfoque, y su voluntad ha dado como resultado los mejores frutos.
A finales de este año, abrirá en Los Ángeles con Enrique Olvera, otros dos nuevos restaurantes: Damian, cocina mexicana con influencias japonesas, y Detroit, una taquería. Entre sus proyectos también se encuentra abrir un bar con el chef Blaine Wetzel, su prometido, al que conoció en Bilbao cuando asistían a las celebraciones de Los 50 Mejores Restaurantes del Mundo 2018. De hecho, el día en que Daniela Soto-Innes supo que había sido elegida como la mejor chef del mundo, estaba en Tulum celebrando su compromiso con él.
Soto-Innes dice que quiere usar este premio como plataforma para ayudar a inspirar y apoyar a las mujeres de todas las edades, razas y nacionalidades para que se conviertan en cocineras. Esperamos que su cumplan sus preciosas intenciones.
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