La despensa del fin del mundo: qué alimentos escoger (y cómo conservarlos) si estalla el apocalipsis

El fin del mundo es uno de los miedos recurrentes de la Humanidad. Y es que en el mismo momento en que empezamos a preguntarnos por nuestra existencia, empezamos a plantearnos cuál sería nuestro final.

Distintas versiones del apocalipsis están presentes en todas las religiones, pero también ha sido un fructífero campo de estudios científicos. No en vano, la autodestrucción de la Humanidad ha llegado a ser una posibilidad nada desdeñable en distintos momentos de la historia.

El miedo al fin del mundo vivió su mayor auge en la Guerra Fría, cuando la posibilidad de un conflicto nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética estaba realmente sobre la mesa. Fue en estos años cuando surgieron, sobre todo en Estados Unidos, los conocidos como preppers –literalmente, “preparacionistas”–: personas debidamente organizadas para sobrevivir al invierno nuclear.

Contar con las adecuadas reservas de agua y alimentos es una de las obesesiones de los ´preppers´

En la década de los 60 y 70 no era raro tener un búnker debajo de casa con provisiones para sobrevivir durante décadas. Y, aunque en los 80 se rebajaron las preocupaciones apocalípticas, hubo repuntes coincidiendo con distintas amenazas, como el efecto 2000 –que fue un peligro real, pese a que quedara en nada–.

La considerada como “tercera ola” de los preppers comenzó, no obstante, tras los atentados del 11-S y continúa hasta nuestros días, alentada por la amenaza del terrorismo islámico, la gripe aviar o el ébola y, sobre todo, un desenlace fatal del calentamiento global, que, pese a no resultar una amenaza inminente, podría condenarnos a un escenario pseudoapocalíptico más pronto que tarde.

Los ´prepper´creen por diversas razones que el fin del mundo podría estar muy cerca.

La alacena del fin del mundo

Los preppers creen que la posibilidad de vivir una catástrofe de proporciones bíblicas es muy real y trabajan en consecuencia para que no les pille desprevenidos. En este sentido, contar con las adecuadas reservas de agua y alimentos es uno de los pilares básico del movimiento.

Cierto es que el de los preppers es un fenómeno genuinamente estadounidense –hay incluso una serie documental de National Geographic que explora su medio de vida, y su obsesión por las armas–, pero también hay preparacionistas en España.

Hace unas semanas, recibimos el siguiente mensaje de un lector de Directo al Paladar:

Hola, soy un prepper y me gustaría saber cómo almacenar alimentos, cuáles almacenar y cómo durarían en función de la técnica de conservación, para prepararse frente a una catástrofe de larga duración en el hipotético caso de que no se pudiese acceder a alimentos durante un tiempo largo. Muchas gracias.

No es una pregunta que tenga respuesta fácil. ¿Debemos atesorar latas de garbanzos? ¿Es mejor optar por alimentos azúcarados? ¿Cuál es la mejor forma de acceder al agua?

Dispuestos a satisfacer la curiosidad de nuestros lectores (y contentar al pequeño Bear Grylls que todos llevamos dentro), hemos preguntado a dos de las más reputadas expertas en seguridad alimentaria de España por la mejor estrategia a la hora de organizar nuestra despensa del fin del mundo. Y es más complejo de lo que pudiera parecer.

Las latas están bien, pero no son la panacea

La primera idea que todos tenemos si nos plantean la necesidad de conservar comida el máximo tiempo posible es almacenar todo tipo de latas.

Este método de conservación se desarrolló tras una petición expresa del Gobierno francés que, durante las Guerras Napoleónicas, ofreció 12.000 francos a cualquier inventor que ideara un método barato y efectivo para conservar grandes cantidades de alimentos. El ganador del concurso fue el bodeguero Nicolas Appert, que descubrió cómo evitar la acción de los microbios sobre la comida 50 años antes de que Louis Pasteur (otro francés) descubriera su papel en todo esto.

Hay latas de la Segunda Guerra Mundial que podrían consumirse hoy en día

Las latas, bastante más sofisticadas hoy que las inventadas por Appert –aunque en esencia tengan el mismo funcionamiento–, son una buena opción para conservar alimentos durante mucho tiempo. Como explica a Directo al Paladar la farmacéutica Gemma del Caño, experta en seguridad alimentaria, gracias al método de esterilización las latas aguantan muchísimo tiempo. “De hecho”, apunta, “hay alguna lata por ahí de la Segunda Guerra Mundial que estaba tiesa, pero con una microbiología que la haría apta para el consumo, si alguien tuviera el valor de hacerlo”.

Si optamos por las latas, lo mejor sería elegir alimentos altamente procesados, que concentran la mayor cantidad de nutrientes y calorías –justo lo contrario de lo que haríamos si quisiéramos mantener la línea a raya, algo que nos iba a importar bien poco en una situación postapocalíptica–.

Como apunta la consultora en seguridad alimentaria Beatriz Robles, los alimentos ultraprocesados cumplen las premisas de larga conservación sin frío (no podemos contar con neveras en el fin del mundo) y un envasado cómodo, manejable y geométricamente perfecto (cuadrado o rectangular son los que nos permiten apilar más), así como un alto contenido en nutrientes y energía.

Un búnker real, tal como aparece en la serie de National Geographic.

Las ventajas de los alimentos liofilizados

Un búnker gigante repleto de latas parece una buena herramienta para sobrevivir al apocalipsis, pero necesitaríamos mucho más espacio que el que requiere almacenar otro tipo de conservas, como son los alimentos liofilizados.

“Las latas ocupan mucho espacio de almacenamiento y ya que nos ponemos a pretender vivir, tendríamos que hacerlo el mayor tiempo posible y el espacio es importante”, explica Del Caño. Deberíamos poder almacenar la mayor cantidad de comida posible. ¿Qué hacemos con residuos de ese tamaño? Se me ocurre que el agua no sobrará así que podríamos utilizarlo para recoger agua. Eso guay. Pero en épocas apocalípticas me imagino a la gente muy estresada y las latas pueden servir como arma, así que eso no me gusta mucho. Total, con estas cosas creo que tiraría por la comida liofilizada”.

Este método de conservación es, en resumidas cuentas, un proceso de deshidratación que no emplea calor, lo que evita en gran medida las pérdidas nutricionales y organolépticas. Aunque es costoso, tiene, como explica Del Caño, grandes ventajas: puedes liofilizar casi lo que quieras, puedes hacer envases por ración para controlar lo que come cada uno y tener un reparto equitativo y, además, existen métodos para calentar la comida sin necesidad de energía externa –algo con lo que cuentan ya los ejércitos de muchos paises–, así que no habría problema si no tenemos electricidad.

El problema de estos alimentos, que nos lleva a la gran dificultad que encontraríamos en todo escenario apocalíptico, en el acceso al agua.

El agua, nuestra peor pesadilla

Como apunta Robles, incluso aunque podamos almacenar una gran cantidad de latas, “si un alimento es altamente energético es porque tiene los nutrientes muy concentrados, lo que implica necesariamente que tendrá poca agua: por lo tanto, para mantenernos hidratados no podremos contar con el agua que nos aporten los alimentos porque será limitada. Y el agua ocupa lo que ocupa. No hay forma de reducir su tamaño”.

No podremos contar con el agua que nos aporten los alimentos porque será limitada

“El factor limitante en época apocalíptica es el agua”, coincide Del Caño. “Pensamos siempre en el almacenamiento de comida pero necesitamos que alguien se acuerde de llevar pastillas potabilizadoras, incluso buscar algún método para poder convertir el agua del mar en agua potable. Del mar también podríamos sacar nutrientes fantásticos, muchas algas podrían complementar de forma maravillosa nuestra alimentación”.

Almacenar leche también puede ser una buena opción. “Tiene una gran cantidad de agua y nos aporta también otros nutrientes”, apunta Robles. “Pero sería eliminatorio: o agua o leche. Si necesito 500 litros de agua, puedo almacenar 300 litros de agua, más 200 litros de leche”.

En resumen, las expertas en seguridad alimentaria coinciden en presentarnos la siguiente lista de la compra en caso de cualquier evento apocalíptico, ya sea guerra nuclear, invasión alienígena o impacto de meteorito:

  • Alimentos liofilizados y latas en envases pequeños y fácilmente apilables, priorizando los platos precocinados de legumbres y cereales, que son los más completos, que incluyan también verduras.

  • Todo tipo de guarrerías que vengan en envases que se almacenen bien: galletas, chocolate, mermeladas, cremas de untar…

  • Latas de pescado, una de las conservas más completas en cuanto a perfil nutricional.

  • Aceite.

  • Pan tostado y frutos secos debidamente envasados.

  • Complementos alimenticios, que puedan suplementar una dieta que podría no cubrir nuestras necesidades. “Así que suplementos de vitaminas y minerales para todos, y que rulen”, explica Robles. “También aislados de proteína de soja y suero, que están en polvo y se pueden añadir al resto de comida para enriquecerla”.

  • Lácteos: cómo la leche ya está contabilizada con el líquido, se podrían conservar bien los quesos muy curados, que tienen los nutrientes muy concentrados.

Lo más importante, no obstante, seguirá siendo el agua. “Ese es el verdadero problema que hay que resolver”, insiste Del Caño.

Imágenes | iStock/Bethesda/National Geographic/Pixabay

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