Las claras de cerveza y el tinto de verano son, desde hace años, las bebidas por excelencia del verano español. El refresco, bien frío, reduce la graduación alcohólica de nuestros tragos favoritos, y permiten beber más, sin emborracharse tanto. O al menos eso queremos creer.
Pero no todas las claras y tintos de verano son iguales. De hecho, son radicalmente distintos, porque tendrás que elegir si tomarlo con limón o gaseosa. Una decisión que, de nuevo, divide a esta España nuestra en dos bandos irreconciliables. Tanto que, si pides una clara, te pueden dar dos cosas distintas según donde estés: en Valencia, por ejemplo, se hace por defecto con gaseosa, pero en Barcelona, cuentan nuestros informantes, se sirve siempre con limón ¡Y la CUP les mete en el mismo mapa!
Otras regiones han creado sus propias distinciones para estas mezclas: en Vizcaya y Álava la cerveza con limón se conoce como pika, en Guipúzcoa se la denomina lejía y en Castellón y parte de Valencia, champú.
Menos lío hay con el tinto de verano, para el que tendremos que especificar siempre si lo queremos con gaseosa o con limón. Para gustos los colores pero ¿qué opinan los expertos?
La gaseosa desvirtúa menos la bebida original
El sumiller asturiano Marcos Granda, que regenta conocidos (y estrellados) restaurantes como Skina o Clos, no es nada partidario de mezclar la cerveza, pero puestos a elegir, explica, mejor la gaseosa: “Siempre gaseosa. Siempre. Y con una Lager, que son las cervezas de paso más fácil en boca, y las que admiten un poco más de frío. La gaseosa es un poco más neutra que el limón. El cítrico es que además se carga la burbuja de la propia fermentación de las cervezas”.
El cítrico se carga la burbuja de la propia fermentación de las cervezas
Eso sí, por lo de adulterar el vino no pasa: “Cuando me piden un tinto de verano no lo pongo. Lo considero un crimen, porque nos estamos cargando la esencia del bodeguero. Yo busco la felicidad del cliente y me adapto, pero hay cosas que van en contra de mi religión. Ahora, puestos a elegir, lo mezclaría también con gaseosa. Volvemos al mismo tema. La gaseosa le aporta una nota más refrescante al vino”.
Un servidor, aunque es poco amigo de estas mezclas, también prefiere la gaseosa, pero el signo de los tiempos va en dirección contraria. El limón se está imponiendo a marchas forzadas, sobre todo en el terreno cervecero.
Radler: una historia de éxito
Aunque esto de adulterar las bebidas suena muy mediterráneo, lo cierto es que la cerveza con limón es un invento alemán que está a punto de cumplir un siglo de vida.
La cerveza con limón es un invento alemán
Corría el año 1922 cuando un tabernero teutón, de nombre Franz Xaver Kugler, mezcló su cerveza con zumo de limón. Y no porque pensara que iba a estar rica, sino porque se había acumulado una multitud de ciclistas en su biergärten –esto de los MAMIL que usan la bici como excusa para privar viene de lejos– y no tenía existencias suficientes.
El invento fue un éxito entre los ciclistas de Bavaria, y Kruger bautizo su creación como Radlermass: “radler”, por el apodo que se daba en Alemania a los ciclistas, y “mass”, por las jarrás típicas de la zona para servir la cerveza.
Pero, aunque la Radler lleva casi un siglo sirviéndose con éxito en Alemania –donde también son aficionados a mezclar la cerveza con Coca-Cola–, no fue hasta hace unos años que llegó como tal a España. Pero vaya si ha llegado...
Un buen negocio para las cerveceras
Como explica el profesor de la Universidad de Alicante experto en cerveza Raimon Cooper, de un tiempo a esta parte todas las grandes marcas han sacado su propia Radler, un segmento que ha crecido en paralelo al de las cervezas sin alcohol.
La Radler ha aplastado a la Shandy: en origen, una mezcla de cerveza convencional y de jengibre, típica de Reino Unido, que aquí sirvió para designar a todas las mezclas comerciales de cerveza con limón o gaseosa.
“Se ha impuesto la Radler supongo que por temas de marketing, tiene un nombre más potente”, explica Cooper. El público objetivo, en cualquier caso, es el mismo.
“La gente quiere beber más y emborracharse menos”, explica Cooper. “Antes no me convencía mucho y ahora me he vuelto más proradler. También me tira mucho la cerveza sin. Ahora trabajo para una empresa de lúpulo, tengo que ir a mucho festival, y al final se agradece que haya una alternativa sin alcohol”.
La Radler, explica Cooper, tiene además una ventaja añadida para las cerveceras: “Es mucho más barato producirla, no solo por el coste de los ingredientes, sino también por el tema de impuestos. Cuanto menos alcohol, menos impuestos”.
En los bares, no obstante, la cobran siempre al mismo precio. Un negocio redondo.
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