Gerardo y su hijo Manuel nos retan a tomar un cocido gallego... maridado con sus albariños: los vinos de la bodega, Gerardo Méndez. El reto es doble: ver cómo casan sus vinos con un cocido y acabar con un cocido gallego (que cómo cualquiera que haya visitado Galicia sabe siempre se hace para al menos el doble de los comensales). Pero la historia más interesante, se lee entre líneas. Cuando padre e hijo van relatando sus aventuras de cómo comenzó la bodega y de cómo está conquistando Estados Unidos, con albariños a 120 dólares la botella.
Saben que no es lo normal. Regar un cocido con albariño, pero les gusta romper las reglas. El patriarca de la familia, Gerardo, iba para herrero y se dijo que no quería eso para él, así que tomó unas tierras que su abuelo compró (por 150.000 pesetas en los sesenta, un pastizal de entonces), y dijo que iba a hacer vinos. Aunque parecía una locura: no sabía de vinos y no se estudiaba enología y viticultura (cómo sí ha hecho su hijo, Manuel que ahora con 28 años es la mano derecha de su padre). Entonces, en el año 73 empezó su bodega, había un hostal que le tomaba los recados telefónicos y le llamaba a mediodía, cuándo sabían que iba a comer a casa, para decirle que iría un comprador de aquí o de allá. Gracias a uno de estos visitantes que fue a pasar un par de días, descubrió muchos misterios de aquella tierra: Como que la misma uva sabe diferente según la tierra en la que crece. De ahí que su nueva añada de vinos sean todos de Rias Baixas, pero tengan personalidad propia.
Tampoco es lo normal irse a Alimentaria a vender vinos para exportar y ofrecerle a Mr. André Tamers, un americano que comenzaba a exportar vinos al otro lado del charco, veinte cajas para llevar a EEUU. Y sí: Tamers se llevó las veinte cajas en el 95, y a día de hoy exportan, de su mano, 2.500 cajas, según nos cuentan.
Los vinos Do Ferreiro (efectivamente), el nombre de los vinos le viene de sus antepasados herreros), se hacen en distintos valles y de aunque todos son albariños, cada uno tienen matices muy distintos: Do Ferreiro Lourido y Do Ferreiro Dous son más minerales, Do Ferreiro Adina, viene con toques de pizarra... Uno de los que más nos gustó a los comensales es su Do Ferreiro Cepas Vellas, también mineral. Muy singular, el Dous Ferrados, que pasa ocho meses en barrica de roble, tiene cierto toque amaderado. Aunque su gran estrella es el Albariño Do Ferreiro, fresco, afrutado y con ligero recuerdo a yodo. Otro vino que hay que probar de la bodega es Rebisaca, el único que además de uva albariña, combina trixadura y loureira.
Ninguno de estos caldos supera los 22 euros en bodega, nos cuentan. Pero en EE.UU. les están dando otro valor. Esperan a que las añadas envejezcan y en restaurantes los encuentras por 60 y por 120 euros la botella. "Allí es la única forma de que te tengan en cuenta, si no, estás perdido. Hay que ponerse en valor", nos dice Manuel, el hijo, que es el que se hace unas sesiones maratonianas de visitas a EE.UU. Pasa temporadas de quince días en las que visita tres o cuatro estados: "Es agotador, sales a las 8 de la mañana y empiezas a visitar a los clientes: bodegas, restaurantes. Allí está muy bien organizado. Tienes diez minutos para contar tu producto. Ni más ni menos. Y en esos diez minutos si les convences, está hecho el negocio. A mediodía, comidas con clientes más difíciles y por las tardes organizamos pequeños salones con otras bodegas". Todo al más puro estilo startup tecnológica. Al fin y al cabo, Estados Unidos es la tierra de los sueños... y hay demasiados sueños que contar. Diez minutos son suficientes para el que los escucha. Pero al final Do Ferreiro ha conseguido estar en restaurantes de primer nivel, con un vertical de hasta siete añadas. Un sueño que en España ahora mismo es imposible. "Ahora allí se están vendiendo añadas de hace cinco y seis años". Así han llegado a la carta del Restaurante **Eleven Madison Park, quizás el restaurante más caro de Nueva York.
Ese es el futuro para su empresa, asegura Gerardo. El restaurante o la bodega no tienen la obligación de guardar los vinos: tienen que venderlos. Es su labor. Es la casa madre la que tiene que poner en valor su propio producto, nos dice. "No estamos acostumbrados a que los albariños se retiren para llegar a viejos. Sin embargo son vinos que envejecen bien, ahora tenemos que demostrarlo". Son resultones desde jóvenes y la añada de 2017 (la que degustamos en nuestra comida de cocido pantagruélico), es fantástica... Pero padre e hijo aseguran que con los años son mejores que los vinos alsacianos o franceses que tanta fama tienen. "Sólo tenemos que creer en nuestro producto", dice Gerardo mientras esboza que ya tienen un plan para envejecer sus botellas.
Nosotros ya sabemos que un albariño es una entrada perfecta con los pescados, los mariscos, el tapeo (para mi, de aperitivo es un vino fabuloso y han mejorado muchísimo en los últimos diez años)... ahora también sabemos que con cocido gallego. Después de la experiencia con los Do Ferreiro, con madrileño también, seguro. Pero ¿y en EEUU, con qué lo maridan? "Por supuesto con el sushi, pero con la cocina mexicana triunfa mucho y con la cocina thailandesa, les encanta a los americanos. El albariño va muy bien con lo picante, refresca mucho."