Es sorprendente la cantidad de alimentos comestibles que son desperdiciados. En 2017, la ONU [estimaba][1] que se descarta casi un tercio de toda la comida producida, de la que 1,3 gigatoneladas es comestible (una gigatonelada equivale a mil millones de toneladas). A modo de comparación, una tonelada de comida desperdiciada equivale aproximadamente a 127 bolsas de plástico grandes. Esto no solo representa una enorme pérdida en cuanto a comida que podría servir para alimentar a otras personas, sino que también es una pérdida de recursos como agua, mano de obra, nutrientes del suelo, energía utilizada durante el transporte, etc.
Un [análisis reciente][2] muestra como un tercio del desperdicio de alimentos comestibles desperdiciados a nivel mundial se produce antes de llegar a las fábricas y una quinta parte proviene de nuestros platos y nuestras neveras. Esto significa que casi la mitad de toda la comida desperdiciada se produce durante la manufacturación, distribución y venta.
Los productores de alimentos consideran normal que se produzca aproximadamente un 5 % de desperdicios durante la producción y solamente en el Reino Unido existen más de [8.000 productores de alimentos][3] que trabajan en 9.500 plantas de producción.
Desperdicios de comida durante la producción
Una de las principales razones por las que se producen desperdicios de comida durante el proceso de producción es la [falta de eficacia][6], según los investigadores. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta dónde se producen estas ineficiencias y si se pueden evitar.
Por ejemplo, en una línea de producción de platos precocinados puede que haya varias máquinas para producir diferentes partes del plato. Si ocurre un problema en una de esas máquinas el sistema no se detiene y la comida sigue llegando pero se desvía a la basura. Es más eficiente en términos económicos y de recursos perder estos alimentos que detener la producción durante unos minutos, por lo que algo que puede ser ineficiente a nivel técnico también puede ser eficiente a nivel de alimentos y mano de obra.
Además, se producen desperdicios cada vez que se ponen en marcha las máquinas, puesto que las proporciones que aparecen en el etiquetado se basan en el producto resultante cuando la producción se realiza a velocidad normal y el sistema puede tardar varios minutos hasta alcanzar dicha velocidad. Como resultado, los primeros palés de comida envasada no son aptos para la venta porque las proporciones del contenido difieren de los estándares establecidos. Por este motivo detener toda la cadena de producción cuando se produce un error en una máquina produce incluso más desperdicios: reiniciar la maquinaria produce [más comida que no se puede vender][7] que redireccionar parte de la comida a la basura.
Si por ejemplo en una fábrica se producen alimentos con algún tipo de alérgeno, como cereales de desayuno con frutos secos, y es necesario cambiar la cadena para producir un cereal sin frutos secos, la línea de producción tiene que estar funcionando durante un periodo significativo de tiempo hasta que el nuevo producto pueda ser considerado como libre de frutos secos.
El desarrollo de un nuevo producto también puede suponer más desperdicios porque es necesario calibrar el proceso de producción y preparar la maquinaria hasta asegurar que el alto volumen de producción cumple con las características de sabor y calidad que habían sido planeadas a pequeña escala. También es necesario que las máquinas funcionen el tiempo suficiente hasta que se asegure que las cantidades y el etiquetado son correctos, etc.
Gestionar el excedente alimenticio
Existe un creciente interés público por la cantidad de comida que se desperdicia y la redistribución del excedente alimenticio cada vez es algo más común. Pero todavía sigue siendo una actividad relativamente nueva y a nivel experimental, puesto que todavía quedan muchos puntos que esclarecer.
Es cierto que las nuevas políticas fiscales, las normativas y los estándares industriales podrían hacer que los fabricantes de alimentos opten por ayudar a utilizar este excedente para alimentar a otras personas y que no acabe en la basura o enviado para [digestión anaerobia][12]. A pesar de ello, solamente las regulaciones y las normativas no son suficientes para garantizar que estos alimentos acaben en las bocas de la gente.
Esto se debe a que el traslado de estos excedentes requiere una gran labor de coordinación entre un gran número de gente y de organizaciones. El excedente de comida, por ejemplo, no puede ser aceptado por un redistribuidor si no hay suficiente gente en el almacén para descargar la comida del camión de reparto. También es necesario contar con maquinaria para transportar e incluso volver a empaquetar la comida para que el contenido concuerde con el etiquetado. En el caso de grandes volúmenes, también es necesario contar con espacio para almacenar la mercancía y dividir los palés en cantidades que sean apropiadas para que una comunidad o un banco de alimentos los pueda almacenar y utilizar mientras la comida siga estando en buen estado.
La distribución del excedente de alimentos también tiene otros desafíos que no suelen aparecer en el sistema comercial. Puede que un fabricante de comida haga una inversión si surge un problema porque le puede aportar algún tipo de beneficio, mientras que a la hora de gestionar el excedente de alimentos una inversión no tiene por qué ser rentable y muchas veces es necesario contar con voluntarios para realizar estas tareas. La comida que llega a la cadena de excedentes de alimentos por parte de los fabricantes de comida es impredecible en cuanto a tipo y cantidad de comida, de ahí que los redistribuidores de comida tengan que buscar una manera de redistribuir la comida bajo presión.
Esto no significa que el problema no tenga solución y las personas involucradas en la distribución del excedente de alimentos para bienes sociales sin ánimo de lucro están descubriendo [nuevas formas][15] de utilizar la tecnología para conocer [la disponibilidad de los alimentos][16]. Hay quien incluso está experimentando con la tecnología [blockchain][17] para animar a la [participación voluntaria][18] y para [facilitar las donaciones][19] de corporaciones y de particulares. Mientras tanto, organizaciones como [FareShare][20], [The Bread and Butter Thing][21], [His Church][22], [City Harvest London][23], [The Felix Project][24], [The Real Junk Food Project][25] y [Community Shop][26], entre otras, están experimentando con diferentes modelos para recolectar y distribuir estos alimentos.
Actualmente nos encontramos en una situación donde existe gente que pasa hambre en lugares donde abunda la comida pero todavía no hemos averiguado cuál es la mejor manera de organizar el sistema de distribución del excedente alimenticio o cuáles son las circunstancias óptimas para cada método.
Los consumidores también tienen un papel importante en todo esto. Necesitamos que los fabricantes se comprometan a buscar maneras para redistribuir sus excedentes y la presión de los consumidores es clave. Puede que los redistribuidores de comida no sea lo primero que se nos venga a la cabeza cuando pensamos en voluntariado, pero se necesitan muchos voluntarios comprometidos con la causa, así como donativos económicos. La comida no es basura hasta que no se tira y todos podemos contribuir para su mejor distribución.
Autor: Megan Blake, profesora de Geografía en la Universidad de Sheffield y ex directora de MA Food Security and Food Justice.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
Imágenes | iStock/Pexels/Banco de alimentos
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