Los perros de la reina Isabel II de Inglaterra comen solomillo de ternera. Ese es el titular que casi hace que se me atragante la hamburguesa de un local de comida rápida que estaba "degustando" este mediodía mientras hacía unos recados.
Por un momento he pensado que se trataba del típico titular trampa, de esos que tratan de llamar nuestra atención para luego matizar los detalles, pero por lo visto las mascotas de la reina de Inglaterra viven como auténticos reyes, valga la redundancia, o al menos eso se deduce del libro "Pets by Royal Appointment" del biógrafo monarca Brian Hoey.
Los afortunados canes, de la raza corgis, tienen un chef que les prepara todo tipo de carnes (el Sunday Times menciona también pechugas de pollo), un camarero que se las sirve y hasta la mismísima reina les echa la salsa en el plato antes de darles permiso para comer.
No me negaréis que la escena resultaba un tanto irónica. Ahí estaba yo, dándole un mordisco a una triste hamburguesa de oferta mientras probablemente en palacio un perro se mete entre pecho y espalda un solomillo de ternera, algo que mi paladar solo cata excepcionalmente, y eso que me considero una persona que vive medianamente bien, que no es que pase hambre ni me quite de comer bien, pero estamos hablando de una carne que ronda los 25-30 euros el kilo en un supermercado normal.
Quizás esté exagerando, pero algo no va bien del todo en nuestra sociedad cuando hay muchísima gente que pasa hambre en el mundo, cuando incluso en los países del mal llamado mundo desarrollado cada vez hay más personas que tiene dificultades para poner un plato de comida en la mesa, y que haya varios perros que coman solomillo de ternera.
Aunque tal vez no sea a diario y el biógrafo haya querido llamar la atención sobre su libro, me parece una locura. No digo que las mascotas de la reina deban de comer solo pienso, y me parece bien que Su Majestad cuide de sus perros, pero entre un pienso de marca blanca y un solomillo hay un largo abanico de opciones.
Entiendo que vivimos en una sociedad capitalista, que cada uno es libre de hacer con su dinero lo que quiera --aunque no sé si a los contribuyentes británicos les parecerá que esa es la mejor manera de usar sus impuestos-- pero creo que hay algunas líneas rojas que no se deben cruzar, salvo que decidamos renunciar por completo a la moral.
En mi opinión, que los perros de la reina Isabel II coman solomillo de ternera, una carne que dudo mucho que disfrute siquiera una vez al año un porcentaje elevado de la población, o que incluso muchos no hayan probado en su vida, es claramente una de esas líneas.
Imágenes | Wikimedia Commons (I y II) En Directo al Paladar | El cura y el surtido de galletas