Los sentidos en la mesa

Antaño se sentaban en la mesa ante un plato de comida, únicamente pensando en llenar el estómago y recibir la energía suficiente.

Actualmente, ese valor alimenticio se ha equilibrado con el placer de comer con los cinco sentidos, y digo cinco porque realmente los utilizamos.

La vista y el olfato son los primeros que provocan que el sistema parasimpático entre en acción, provocando la segregación de saliva y deseando "hincarle el diente".

Es un baile de imagenes y olores. Un plato bien presentado, teniendo en cuenta el juego de colores y aromas, despierta al gourmet que tenemos dentro.

El paladar es el que más gusto se da, mientras estamos saboreando algo delicioso, incluso llegamos a cerrar los ojos. Concentramos nuestro pensamiento en ese momento sublime, intentando discernir todos y cada uno de los sabores que componen el manjar.

Las manos nos llevan el alimento a la boca, las manos recorren la mesa, acarician el pan denotando su textura, nos acercan la frágil copa de vino, incluso el tacto de la servilleta debe ser grato.

El oído, en un ambiente tranquilo y acogedor, de sonidos suaves y lentos, nos ayuda a disfrutar, sin prisas, de nuestro ritual.

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