Salysol, con sede en Alcalá de Guadaíra, fabrica desde 1983 la icónica expendedora de aperitivos
La inflación y la bajada en el uso de efectivo amenaza su existencia, pero el negocio aguanta
Bares, gasolineras, kioskos, chiringuitos… En un mundo en el que casi todo el mundo paga con tarjeta, la máquina expendedora de latas de frutos secos aguanta contra viento y marea como refugio de la sencillez. Y quedan muchas más de las que podría parecer, en concreto, 250.000 unidades, repartidas por todo el mundo.
Lo confirma a DAP durante una charla en el último Salón Gourmets Javier Trancoso, responsable Comercial de Salysol, la compañía sevillana que desarrolló el invento, presente ya en 80 países. “A día de hoy dirige la compañía la segunda generación”, explica el comercial. “Son 40 años de actividad con un concepto muy básico que es siempre darle valor al producto a través del packaging”.
Salysol fabrica sus propios frutos secos, pero la empresa existe por y para la máquina, uno de los primeros ingenios de vending españoles, que diseñó el fundador de la compañía Manuel Gallego en 1983.
La empresa conserva el primer boceto del invento, que apenas ha tenido cambios desde entonces. Para los hosteleros era muy cómodo: tenían un punto de venta en el que ofrecer aperitivos que apenas requería mantenimiento –aún hoy las máquinas son completamente mecánicas, no tienen nada electrónico–, con un producto que aguanta años en buen estado y que les aportaba un flujo de ingresos sin apenas inversión.
Aunque todos conocemos la icónica máquina, la innovación más relevante de la empresa reside, en realidad, en las latas de frutos secos, que a día de hoy, explica Trancoso, siguen siendo únicas en el mundo: “Somos los únicos que envasamos al vacío con tres años de caducidad. No con nitrógeno sino envasado al vacío, y eso nos permite incluso hacer tránsito a sudeste asiático”.
Las latas de Salysol también se venden con éxito, por ejemplo, en los minibares de los hoteles de medio mundo.
El incierto futuro de la máquina
En España es fácil seguir viendo las máquinas de Salysol en sus regiones históricas de expansión, que coincide casi al dedillo con la España en que no se sirve tapa gratis: País Vasco, Cantabria, Galicia, Cataluña y una parte de Andalucía, de donde procede la empresa.
“En las zonas de interior, como Castilla y León y Castilla-La Mancha, hay menos, porque la hostelería trabaja más con conceptos de bolsa y granel”, explica Trancoso.
Si la pandemia fue un duro golpe para la hostelería, aún lo fue más para estas máquinas. En primer lugar, por el cierre de bares y restaurantes, pero también por la inflación.
“Al subir nosotros los precios y seguir manteniendo los hosteleros y el distribuidor su margen el tema del euro se quedó corto”, explica el comercial de Salysol. “Hemos tenido que actualizar el cambio de la moneda y vender a 1,50 euros, que es un poco excesivo”.
En la actualidad, la compañía trabaja en una versión de la máquina que admita tarjeta, pero no tienen claro si funcionaría, pues la premisa del éxito es, precisamente, la sencillez del aparato, que desaparece con pagos electrónicos de por medio.
“Tener que adaptar en la máquina se encarece bastante, porque ya es una máquina que tiene que conectarse a la red eléctrica”, apunta Trancoso. “Después, hay que tener en cuenta que todo ya pasa por el banco y para todo tipo de movimiento se lleva su comisión. Si estamos hablando de que los precios ya de por sí eran un problema, ahora al meterle también el porcentaje de las comisiones todavía queda más encarecido. Lo estamos estudiando, pero esperemos que nos dure mucho el concepto tal como lo estamos manejando”.
En la actualidad, el 80% de la facturación de la compañía se hace en el extranjero, en países como Reino Unido, Francia y, sobre todo, Alemania, de largo el país europeo en el que más efectivo se utiliza.
Un enorme surtido
Aunque la máquina es prácticamente la misma desde hace 40 años, Salysol ha ido desarrollando muchos nuevos productos para adaptarse a las nuevas demandas.
“Tenemos en nuestra propia planta el 70% de nuestro surtido”, explica Trancoso. “No todo. Las aceitunas y las golosinas nos las hacen porque nuestras líneas de envasado no están preparadas para ese tipo de productos, pero el fruto seco el 100% lo hacemos en nuestras propias instalaciones”.
Al principio en la máquina encontrábamos cacahuetes, almendras y poco más, pero la compañía se ha ido adaptando a lo que le demandaban los consumidores. “Si no tenemos algún producto y algún cliente nos lo demanda, lo introducimos en el surtido”, explica el responsable comercial. “En Alemania es totalmente diferente, porque utilizan otros aderezos”.
De lo que no es responsable la compañía, apunta Trancoso, es de los productos no alimentarios o de otras marca que se venden en las máquinas, algo muy típico en España, donde es posible ver al lado de los panchitos mecheros, papel de fumar o llaveros.
“Un distribuidor que esté en La Coruña y tenga 100 máquinas si compra recipientes de plástico y le quiere echar después Conguitos dentro yo no lo puedo controlar desde Sevilla”, concluye el responsable comercial. “Pero sí es cierto que el producto no tiene la garantía que nosotros ofrecemos con nuestra marca y el registro sanitario. Hay posibles contagios alimentarios por meter mecheros o papel de fumar, la máquina no está hecha para eso”.
Sea como fuere, la máquina de panchitos vive. La lucha sigue.
Imágenes | Salysol
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