La mejor forma de lavar los platos a mano: ocho claves para fregar mejor (para tu salud y la de tu cocina)

Según aseguraba una reciente investigación, lavar los platos es la tarea doméstica más odiada. No es extraño, es una tarea repetitiva, desagradable si no se acomete a tiempo y que no genera ningún agradecimiento. Si cocinas bien todos comentarán tu maña en los fogones, pero nadie nunca te va a decir “qué bien friegas”.

Por suerte, existe una máquina llamada lavavajillas que facilita enormemente esta tarea. Según el Instituto para la Diversificación y ahorro de la Energía, en 2011 más de la mitad de los hogares españoles contaban ya con lavavajillas, pero esto no significa que la mitad de las familias se hayan librado para siempre de fregar los platos a mano.

Hay utensilios de cocina, así como electrodomésticos, que no caben en el lavavajillas o no se limpian correctamente, y hay también algunos tipos de sartenes, ollas o cuchillos que es recomendable lavar a mano.

En realidad, cualquier utensilio delicado debe permanecer alejado del lavavajillas, ya sea madera, cristalería fina u otras piezas con decoración intrincada. Tampoco es recomendable meter en el lavavajillas los buenos cuchillos de cocina, pues se puede dañar la junta entre el filo y el mango, así como gran parte de las sartenes. Esto nos lleva a la siguiente y aterradora conclusión: jamás te librarás de fregar a mano.

La rutina óptima de fregado

Muchos lectores pueden considerar este artículo un insulto a la inteligencia ¿acaso necesitamos que alguien nos explique cómo fregar los platos? Pero lo cierto es que muchas familias, sobre todo las más jóvenes, han estado acostumbradas o bien a usar siempre el lavavajillas o a esperar que fregara su madre y, cuando tienen que hacer esto por su cuenta y riesgo, sucede el desastre.

Todas estas personas que aún siguen dejando que se acumulen los platos en la pila, y quede la sociedad incrustada, deberían saber que el fregadero es uno de los lugares más sucios de los hogares. Como explica el médico francés Frédéric Saldmann en su libro El mejor medicamento eres tú (Aguilar), la pila de la cocina puede llegar a acumular 500.000 bacterias por metro cuadrado, mucho más que, por ejemplo, el váter, que en general suele estar más limpio.

Por todo ello, a nadie le viene mal repasar el ABC del fregado de platos:

1. Friega siempre cuanto antes

Lo ideal es ir fregando lo que puedas mientras vas cocinando, pero, si no puedes hacer todo a la vez, al menos ponte a la obra nada más terminar la comida. Si postergas el fregado no solo se quedará la comida reseca, y será más difícil eliminar la suciedad, además crearás la situación perfecta para que los patógenos campen a sus anchas por tu cocina.

Si, por cualquier motivo, no puedes lavar los platos en ese momento, enjuágalos con agua y unas gotas de lejía para evitar que se forme un caldo de cultivo.

2. Deshazte de todos los restos de comida posible

Retira la mayor cantidad de restos de alimentos antes de ponerte a fregar los platos. Es mejor ayudarte de un raspador o una espátula para retirar los trozos más rebeldes que meterlo todo en el fregadero y que se acumulen los tropezones.

Si tras este proceso sigue quedando comida incrustada, prueba a dejar la olla o sartén rebelde en remojo con agua hirviendo, con o sin bicarbonato de sodio. Si lo que tienes entre manos es una olla o sartén en la que se te ha quemado la comida existen métodos más efectivos que frotar como si no hubiera un mañana, en concreto, hacer uso de la lejía. Aquí te explicamos cómo.

3. Si no tienes dos pilas, utiliza siempre un barreño

La estrategia para lavar los platos más respetuosa con el medio ambiente es tener una pila o barreño con agua caliente y jabón para remojar y lavar los platos, cambiando el agua según sea necesario, y reservar la otra pila para realizar un enjuague final cuando hayas terminado, en vez de de lavar cada pieza una por una bajo el agua corriente, lo que gasta muchísimo.

Este método es además mucho más eficaz cuando hay mucha vajilla que fregar, pues permite ir trabajando por lotes.

4. Utiliza el agua los más caliente posible

Cuánto más caliente esté el agua más fácil será disolver y eliminar la suciedad. Lo ideal es utilizar el agua al máximo de temperatura que permita tu caldera y utilizar guantes para no quemarnos las manos.

Fregar con guantes es ideal para protegernos las manos, pero es importante limpiar y secar estos después de cada uso y no guardarlos hechos un ovillo, lo que facilita la proliferación de bacterias. Además, no son eternos, debemos cambiarlos al menos una vez al mes.

5. Empieza por lo menos sucio

Para evitar la acumulación de suciedad en el fregadero, es mejor empezar lavando los artículos menos sucios, como vasos, copas y cubiertos, para seguir con los platos y boles y acabar con las ollas y sartenes, que es lo que más esfuerzo requiere. Esto te permitirá cambiar con menos frecuencia el agua del barreño con jabón (o ni siquiera cambiarla, si tienes poco que fregar).

6. Cambia tus estropajos con frecuencia

Existen muchos tipos de estropajos, y todos tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Los de tipo “nanas” son quizás los más limpios, pues no acumulan tanta agua y, por ende, tienen menos capacidad de albergar bacterias. Sin embargo, son poco recomendables para superficies delicadas como pueden ser las de las sartenes. En este caso es mejor usar estropajos de tipo esponja, pero es importante limpiar estos después de cada lavado y cambiarlos con frecuencia.

Una esponja o una bayeta pueden convertirse en un nido de microbios si no se pasan por lejía regularmente antes de ponerlas a secar. Los trapos de cocina deben lavarse los más a menudo posible a sesenta grados, y jamás deben reutilizarse si están húmedos.

7. Es preferible secar a mano

No hay nada de malo en poner a secar los platos en un soporte según vamos aclarándonos, pero si llenamos este es mejor secar lo que no quepa con un trapo limpio e ir guardando la vajilla. Esto es especialmente importante para las sartenes de hierro fundido que se oxidan fácilmente: deben secarse inmediatamente después de lavarlas.

8. Cuando acabes, limpia el fregadero

Es conveniente insistir en que el fregadero es la mayor zona de riesgo higiénico de la cocina, sino la que más de toda la casa. El hecho de ser una zona húmeda, sumado a la presencia de restos de alimentos, pone las bases para el rápido desarrollo de microorganismos. Esto es especialmente preocupante en verano, temporada en el que el fregadero puede ser un verdadero foco infeccioso que puede acabar contaminando los alimentos cuando, por ejemplo, vamos a escurrir pasta o limpiar una ensalada.

Lo ideal es que, después de lavar los platos, limpiemos el fregadero con un estropajo enjabonado, lo aclaremos y lo sequemos con un paño. Es importante, además, retirar las bayetas y estropajos para evitar dejar marcas de agua y restos de cal.

Imágenes | iStock

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