Los ritos funerarios, asociados siempre al culto a los antepasados y las creencias en una vida más allá de la muerte, son una de las primeras manifestaciones culturales de la Humanidad, y uno de los elementos de estudio claves para entender la evolución de esta.
Pero, aunque todas las culturas tienen algún tipo de rito funerario, estos difieren enormemente entre ellos. Y la forma en que se celebran los enterramientos en distintas partes del mundo han sido fuente de controversia desde que existen registros históricos.
Como explica la tanatopractora estadounidense Caitlin Doughty en su magnífico libro De aquí a la eternidad (Capitán Swing), el historiador griego Herodoto describió hace más de dos mil años uno de los primeros casos en que una cultura se indignase por los rituales mortuarios de otra:
Según Herodoto, en cierta ocasión el emperador persa llamó a su presencia a un grupo de griegos. Como los griegos incineraban a sus muertos, el emperador se preguntó: “¿Qué habría que daros para que os comáis a vuestros padres muertos?”. Los griegos, irritados ante la pregunta, explicaron que no habría oro en el mundo capaz de convertirlos en caníbales. A continuación, el emperador convocó a la tribu de los calatias, conocidos por comer el cuerpo de sus difuntos, y les preguntó: “¿Por qué precio arrojaríais al fuego el cuerpo de vuestros padres?” Los calatias le rogaron que no volviese a proponer jamás “esa atrocidad”.
La comida está siempre presente
La globalización, qué duda cabe, también ha llegado a los tanatorios. La muy estadounidense costumbre del ágape de los velatorios –con su café aguado, sus minisándwiches y su surtido de pastas– es habitual en medio mundo, incluido España, donde las costumbres tanatogastronómicas, asociadas siempre al duelo familiar celebrado en la propia casa del difunto, están en peligro de extinción.
Hoy el necrocanibalismo, que fue práctica habitual entre numerosos pueblos de la Antigüedad, no está presente en ningún rito funerario, pero otras costumbres gastronómicas asociadas a la muerte se han mantenido durante siglos contra viento y marea. Esta es una selección de las más interesantes y sorprendentes:
Indonesia: sacrificios de animales
La región indonesia de Célebes meridional mantiene una de las costumbres funerarias más extravagantes del mundo, que en los últimos años ha sido fuente de un peregrinar constante de tanatoturistas, ávidos de ver con sus propios ojos como los habitantes de la región conviven durante meses o años junto a sus muertos, que mantienen en casa, vistiéndoles, peinándoles y llevándolos a dormir por las noches.
Como explica Doughty en su libro, la mayoría de indonesios son musulmanes, pero en las montañas de Tana Toraja se siguió antaño una religión conocida como Aluk To Dolo (literalmente, “el camino de los ancestros”). De acuerdo con la tradición local, una persona no muere realmente hasta que se sacrifica un animal en su honor –normalmente, un búfalo o un cerdo–, momento en el cuál el cadáver finalmente puede morir junto al animal. Durante este lapso entre la muerte y el funeral, el cuerpo se queda en casa, en un tiempo que puede durar meses o años.
Una vez al año se celebra además la festividad de Ma’nene en la que las familias desentierran a sus muertos para sacarles a pasear. Es en estos días cuando se celebran además los sacrificios rituales de animales –que luego, claro, se asan al fuego–, para poder enterrar a los fallecidos que seguían como si nada en sus casas.
Utah e Idaho: patatas de funeral
Las funeral potatoes (literalmente, “patatas de funeral”) nunca faltan en los velatorios de los adeptos al movimiento de los Santos de los Últimos Días –la secta cristiana más conocida por el sobrenombre de “mormones”– que habitan principalmente en los estados de Utah e Idaho.
El plato no tiene aparentemente ningún sentido religioso, aunque parece un canto al exceso entre una comunidad conocida por no tomar alcohol, cafeína, ni tabaco. Se trata de una preparación ultracalórica compuesta de hash browns o dados de patata, queso (cheddar o parmesano), cebolla, sopa cremosa (pollo, champiñón o apio) o salsa de nata, crema agria, que se cubre con mantequilla y copos de maíz o patatas chip trituradas y se mete al horno.
México: pan de muerto
El pan de muerto es el dulce que se sirve tradicionalmente en el Día de Muertos, la tradicional festividad mexicana que, pese a tener orígenes precolombinos, se adaptó a la fecha de la festividad católica de Todos los Santos.
En la actualidad, el dulce se prepara con motivo de esta festividad (que ha tenido mucho auge en los últimos tiempos como una reacción al estadounidense Halloween) y, aunque varía bastante entre las distintas regiones, se consume en todo México. Sus orígenes, no obstante, están íntimamente ligados a los ritos funerarios de las civilizaciones mesoamericanas que poblaban la zona antes de la llegada de los españoles.
Existen múltiples historias sobre el origen del pan de muerto, pero todas apuntan de una u otra forma a los sacrificios rituales que eran habituales en la cultura maya, en los que, tras dar muerte a una víctima, el sacerdote extraía su corazón mientras aún latía, lo introducía en una olla con amaranto y después lo mordía en señal de agradecimiento.
Esta “costumbre” pudo derivar en una tradición funeraria en la que se elaboraba un pan con semillas de amaranto y la sangre de los difuntos, que imitaba este corazón de los sacrificios, antecedente directo del actual pan de muerto.
Castilla-La Mancha: duelos y quebrantos
En España también tenemos nuestras propias tradiciones funerarias, asociadas normalmente a los velatorios caseros, que aún se siguen realizando en algunas regiones rurales de España.
Como en los funerales de la mayoría de las culturas no falta la comida y la bebida en abundancia, pero en regiones como Castilla-La Mancha esta no siempre abundaba. Se cree que así surgió uno de los platos más típicos de la región, los Duelos y Quebrantos, conocido por aparecer en El Quijote: un guiso formado por huevos revueltos, chorizo y tocino de cerdo, pero que se puede elaborar además con todo tipo de casquería. Su elaboración flexible permitía ofrecer algo de comer a los dolientes con cualquier elemento graso que se tuviera a mano.
Otra teoría asegura que el origen del plato hace alusión al “quebranto” del ayuno impuesto sobre las carnes de cerdo tanto en las religiones judía como islámica y su posterior “duelo” tras haber violado los preceptos del ayuno. Sea como fuere, lo cierto es que el plato se sirve en los funerales de la región desde hace siglos. Incluso Calderón de la Barca nombraba el plato en este contexto, en su obra El pésame de la viuda:
"Unos huevos y torreznos
haz que para una cuitada,
triste, mísera viuda,
huevos y torreznos bastan,
que son duelos y quebrantos".
Japón: arroz con… huesos
Japón es el país del mundo donde más extendida está al cremación: se incineran el 99,9% de los cadáveres. Asociado a esta se celebra un ritual conocido como kotsuage. Tras la cremación, se entrega a los familiares el esqueleto del fallecido, y estos, con ayuda de unos palillos, recogen sus huesos y los van depositando uno a uno en una urna. La calavera, claro está, no cabe, y un operario de la funeraria la rompe en trozos para poder continuar con el ritual, que finaliza cuando se ha recogido el hioides, el hueso en forma de herradura que se sitúa entre la lengua y el tiroides.
¿Y qué tiene que ver esto con la comida? Los huesos se recogen con los palillos que acompañan a un bol de arroz, que se presenta como ofrenda. Y es de esta tradición de la que provienen los mayores tabúes protocolarios de las mesas japonesas, que prohíben clavar los palillos en los boles de arroz o intercambiar comida de unos palillos a otros.
Estonia: banquete en el cementerio
Como explican en The Daily Meal, en Estonia es tradicional que, justo después del entierro, la familia del finado ofrezca a familiares y amigos un ágape. Este se celebra en el propio cementerio, junto a la tumba, y suele incluir pasteles, pan y, como no, vodka. Todas las sobras son abandonadas en el cementerio.
Más tarde, el mismo día del entierro, se sirve una cena más copiosa, en la que es típico servir cerdo asado y rollos de col rellenos.
Hawaii: Laulau
Antes de la colonización estadounidense, los hawaianos envolvían los cuerpos de sus muertos en hojas de plátano, taro y mora, antes de ser enterrados cerca del comedor comunitario destinado a los hombres.
Esta costumbre funeraria ha desaparecido por completo, pero tras un deceso se sirve siempre un plato que recuerda enormemente a esta tradición. Se trata del laulau, una legendaria elaboración polinesia que consiste en asar cerdo o pescado envuelto en hojas de taro, y cocinado en un horno subterráneo, en el que se cubría el asado con piedras que se calentaban quemando hojas de plátano.
Hoy el laulau se puede probar en todas las islas del archipiélago, y no solo en los funerales, aunque se prepara al vapor.
Irlanda: wake cake
En Irlanda nunca falta el alcohol en los funerales. Pero no todo puede ser emborracharse. En su libro Death Warmed Over: Funeral Food, Rituals, and Customs from Around the World, Lisa Rogak habla de este tradicional pastel irlandés, que se sirve en los velatorios para despertar de la cogorza a los amigos y familiares.
La wake cake recuerda al pound cake inglés, pero es todavía más calórico y lleva queso crema, por lo que su sabor recuerda, obviamente, al de una tarta de queso.
Rumanía: cozonac
El cozonac es un dulce tradicional de Rumanía, Bulgaria, Macedonia y Albania, muy típico de todas las festividades, sobre todo la Semana Santa. Es básicamente un bizcocho elaborado con huevo, mantequilla, harina y leche que se anuda recordando a una gran trenza, y se decora con nueves picadas, semillas de amapola o azúcar.
En Rumanía es también habitual preparar el postre para llevarlo a los funerales y los entierros, donde los familiares pasan el bollo, además de una gallina negra, una vela, una vasija de agua y un trozo de sal, de un lado a otro sobre la tumba abierta.
Vietman: bun ho
La comida juega un papel muy importante en los funerales tradicionales de Vietnam. Para preparar al difunto para el viaje a la otra vida, sus familiares le introducen en la boca monedas y arroz, como prueba de que dejó este mundo sin necesidad y para que pueda pagar su trayecto al más allá.
El luto oficial dura tres años, durante los cuales, en fechas determinadas, familiares y amigos llevan a la tumba del finado más arroz. Pasados estos se celebra una ceremonia en la cual se exhuman los huesos, se lavan con vino de arroz, y se colocan en un sarcófago definitivo.
En las fechas señaladas en las que se va a llevar arroz a la tumba (siempre los días 49 y 100 tras la muerte), la familia ofrece una comida, en la que suele servir el bun ho o bun bo, un típico plato vietnamita que recuerda al ramen japonés, consistente en una sopa caliente con fídeos de arroz y carne de cerdo.
Imágenes | iStock/Turismo Castilla-La Mancha/Mark Manguerra/Sodai gomi
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