Aunque siempre han existido sociedades que rechazaban el consumo de carne o pescado por cuestiones religiosas, la existencia de personas que se declaraban vegetarianas y, no digamos, veganas, es relativamente reciente. De hecho, el término “vegan” (en inglés) no fue acuñado hasta 1944, de manos del fundador de la primera sociedad vegana del mundo, Donald Watson.
Hoy “vegano” se usa indistintamente para referirse a cualquier persona que haya decidido eliminar de su dieta cualquier producto animal o derivado de los animales, como los lácteos, los huevos o la miel. Pero no todo el mundo adopta esta dieta por las mismas razones. Muchos ni siquiera aceptan que el veganismo sea una dieta.
Mario Albelo y Paloma Serrano entienden el veganismo como una filosofía de vida, que busca acabar con la explotación de los animales. Y esto es algo que va mucho más allá de seguir una alimentación concreta, también rechazan, por ejemplo, el uso del cuero o lana, así como los espectáculos con animales. En la tienda de discos que regentan en el barrio madrileño de Prosperidad, La Negra, se pueden encontrar libros sobre el asunto que poco tienen que ver con la nutrición y que hablan de cómo la Humanidad explota a los animales. La pareja, en definitiva, no concibe el veganismo sin carga política.
“Si tú te posiciones contra todo tipo de dominación, ya sea de la gente de otra raza o las mujeres, te tienes que plantear tu relación con los animales”, explica Albelo. “No es fácil. Evidentemente metemos cagadas día a día con esas cosas, pero el tema es pasar por este mundo haciendo el menor daño posible a los seres vivos. Por eso creo que es importante resaltar, al menos para mí, que es una opción política, no dietética”.
Muchas razones para no comer carne
No todo el mundo se hace vegano por amor a los animales. “Creo que el 90 % de los veganos o vegetarianos te van a decir que es por los animales, lo mío es por conciencia social”, explica a Directo al Paladar Olga Ayuso, editora del blog Veganizando.
“A mí lo de especismo me ha costado entenderlo, ahora lo asumo en el sentido de Gandhi, que decía que se ve el desarrollo de la sociedad conforme a cómo trata a los animales”, apunta Ayuso. “Pero los animales se comen. Lo mío fue por una conciencia política que tiene que ver con el reparto de tierras. No hay terreno suficiente para alimentar a todo el ganado y, por ello, se cultiva sobre todo soja en el tercer mundo. Se les quita tierra a los habitantes de allí para dar de comer a los animales del primer mundo”.
Otras personas están empezando a llegar al veganismo con el convencimiento de que se trata de una dieta más saludable desde el punto de vista nutricional. Es el caso de Javier del Río, que es bombero en el Ayuntamiento de Madrid y lleva seis meses siguiendo una dieta vegana. “Se me retorcían las tripas viendo el típico documental de una granja industrial y me preocupa el asunto medioambiental, pero si hubiera pensado que mi salud no iba a estar mejor no habría dado el paso”, apunta Río.
Su caso es especialmente chocante porque antes de hacerse vegano seguía una dieta baja en carbohidratos, en la que comía muchísima carne e, incluso, desayunaba ternera. “Siempre he sido muy deportista y pensaba que la dieta vegana era inviable desde el punto de vista nutricional”, explica Del Río.
Entonces conoció a otro bombero vegano –al que conocían en el parque como “el acelgas”– que tenía la condición física que se exige a estos profesionales y empezó a leer sobre la dieta. Una noche vio el polémico documental What The Health y tomó la decisión definitiva. “Es un documental muy tendencioso, se le ve el plumero, pero me daba igual, pensé ‘mañana empiezo’”, apunta Del Río. “Probablemente ese día por la mañana me había desayunado un entrecot, pero a partir de ahí empecé y hasta hora”.
Dar el salto al veganismo
Albelo lleva más de una década siendo vegano, ideología con la que se familiarizó, sobre todo, explica, a través de su afición a bandas de música punk como Crass o Conflict, que hablaban sobre estos asuntos. Desde entonces, las cosas han cambiado mucho.
“Cuando empecé a tomar leche de soja la que conseguías en el herbolario estaba realmente mala”, apunta. “A día de hoy no es que sea barato, pero antes era mucho más caro porque había menos demanda”.
Todos los entrevistados coinciden en señalar que llevar una dieta vegana no es especialmente complicado. Al margen de tomar un suplemento de vitamina B12 –como todos los veganos que aparecen en este reportaje que insisten en que es obligatorio–, la dieta vegana no tiene mayor misterio que comer muchas legumbres, para sustituir las proteínas que ya no se pueden obtener de la carne. Cierto es que para tener mayor variedad es importante aprender a cocinar con tofú, seitán o soja texturizada y otras proteínas alternativas. Y cada vez hay más opciones, incluso en las grandes comidas de los supermercados.
Más difícil es hacer vida social siendo vegano. Aunque cada vez hay más opciones en los restaurantes, sobre todo en las grandes ciudades, en España los veganos siguen siendo un colectivo que no se tiene en cuenta a la hora de diseñar una carta. “Si te mueves en bares normales de barrio acabas comiendo un bocata de pimientos o unas patatas bravas”, explica. “No tienes muchas opciones”.
“A veces cuesta compaginar la vida social sin tener que ir a un restaurante vegano estricto”, explica Serrano. “Al final terminamos siempre chuzos porque todos se toman nuestras tapas y nosotros solo podemos comer aceitunas. En Madrid ahora mismo hasta en el barrio han abierto un vegano. Hay oferta, pero en cuanto sales un poco del gueto de ir a veganos con veganos es más complicado”.
En ocasiones la familia apoya y respeta, en otras reacciona con rechazo. Serrano se hizo vegetariana tras ver, hace dos años, como descargaba a los animales en un matadero cercano a su casa, en Toledo. Aquel día su madre le dio de cenar un plato de pollo y no se lo pudo comer.
Hoy vive con Albelo, lo que, explica, facilitó su transición al veganismo. Pero, aunque su madre siempre ha respetado su decisión, sigue teniendo problemas cuando se junta con más gente. “Estas navidades la hija de mi primo se ha hecho vegana y nos han puesto en una mesa aparte y no nos hacen la comida”, explica. “Nos ha apartado para no arruinarles la cena”.
Peor lo lleva Del Río con su padre, que aun sabiendo que era vegano le regalo un jamón como aguinaldo. “Me echa en cara que soy un radical y que jodo eventos familiares”, asegura.
Conviviendo con el rechazo
Todos los veganos entrevistados para este reportaje insisten en que un gran número de personas reaccionan de forma agresiva a su decisión vital.
“Todas las comidas se transforman en un debate sobre vegetarianismo o veganismo”, asegura Ayuso. “Te preguntan por qué, explicas tus razones, tu conciencia política, y se sienten cuestionados. Como realmente la gente con la que te relacionas no son malas personas y les preocupa el hambre en el mundo se sienten atacados en su planteamiento ético afianzado, que al fin y al cabo es una costumbre cultural”.
“Mucha gente empieza preguntando, pero acaba atacando”, explica Del Río. “Hay un rechazo porque parece que estamos diciendo que somos mejores. No lo estás diciendo, pero parece que implícitamente al no comer carne para no contaminar, el mensaje subliminal es que el resto está contaminando. Entonces te dicen "pero si tú vas en coche”.
Albelo, que es perro viejo en esto del veganismo, ya no se ofende lo más mínimo: “La primera reacción es el rechazo porque sienten atacado lo que han hecho toda su vida. Lo entiendo. En buena parte nos ven como una amenaza porque hay cosas que no quieren escuchar. Normalmente la argumentación que te dan es tan débil que ni siquiera hay un debate. Cuando no entras al trapo, no te sientes ofendido y no caes en las provocaciones llega el momento en el que te preguntan de verdad por qué eres vegano. Al final hay pura curiosidad. Entonces puedes hablar con la gente e incluso he tenido casos de gente que ha acabado siéndolo”.
Imágenes | Pixabay
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