Qué fue del Ciripolen, la viagra de Las Hurdes que llegó a patrocinar al Rayo Vallecano

“Si quieres hacer el amor tres veces todos los días, Ciripolen por la mañana, por la noche y al mediodía”

Solo en la España de los 90, una época tan convulsa como de naturaleza optimista, podía hacerse enormemente mediático un producto como el Ciripolen.

Hoy pocas personas se acuerdan de este brebaje, una autoproclamada “bebida energética” a base de miel, polen y jalea real, con supuestos efectos afrodisiacos, que acabó ganándose el sobrenombre de “viagra española”. Su inventor, Cirilo Marcos Domínguez, más conocido como el Tío Cirilo o Don Cirilo, fue durante un lustro una celebridad del star system friki de la época, se paseó por los más importantes platos de televisión y conoció, incluso, al rey Juan Carlos.

Todo empezó en Las Mestas, un pequeñísimo pueblo de Las Hurdes: la comarca extremeña que Luis Buñuel marcó para siempre con el sambenito del rincón más atrasado de España. Allí tenía el Tío Cirilo un bar –que hoy sigue en pie– donde, a principios de los 90, comenzó a servir de forma totalmente casera su famoso Ciripolen.

La historia oficial cuenta que Don Cirilo inventó su famoso brebaje tras regresar exhausto de un viaje a Cuba, a donde había ido a visitar a unos primos. Fue por primera vez en su vida al médico y le diagnosticaron colesterol y ácido úrico alto –probablemente en Cuba se había puesto fino–. En vez de ponerse a dieta, decidió automedicarse con lo que tenía más a mano: la miel, con la que ya comerciaba su familia, a la que siempre se había atribuido propiedades medicinales.

Nació así un brebaje que empezó sirviendo a la familia, luego a los amigos y, finalmente, en el bar, donde se hizo famosa la expresión “¡Ciri, échame un polen!” y se popularizo el mezclarlo con whisky.

De Las Mestas al estrellato

La cosa habría quedado en una anécdota local de no ser que el periodista Juan Carlos De La Cal no hubiera pasado por allí para hacer un reportaje sobre las pócimas caseras que se vendían en España en aquellos años.

La historia era jugosa. Pronto se desplazaron a Las Mestas todos los medios del país y, en unas semanas, el Tío Cirilo andaba paseándose por los platos de televisión. Le entrevistó María Teresa Campos en TVE y salió junto a José Luis Coll en Telecinco, los mayores escaparates que podía haber en la época.

Cirilo, que era de familia emprendedora –o lo que es lo mismo, con dinero, al menos para lo que era la zona– muy pronto vio el negocio y bajo el lema “Si quieres hacer el amor tres veces todos los días, Ciripolen por la mañana, por la noche y al mediodía” se dedicó a vender su brebaje. Primero en el bar y en mercadillos locales, después en las tiendas cuando, un funcionario de la Junta de Extremadura supo ver el potencial turístico del invento y le ayudó a lograr el registro sanitario. Pronto llegó un acuerdo con la multinacional Reny Picot y el Ciripolen se empezó a comercializar en Tetabrick.

El futbolista Pedro Riesco con la equipación de la temporada 93/94 del Rayo Vallecano.

Mientras, Cirilo se convirtió en una especie de “animador de fiestas”. Por el día se dedicaba a fabricar el Ciripolen y atender el bar y, por la noche, iba de sarao en sarao, repartiendo su brebaje en todo tipo de discotecas y garitos.

A Cirilo le iba que ni pintado. Contrató a dos camareras, amplió el bar e iba camino de convertirse en una celebridad. Pero quería más. Y para ello necesitaba un socio que le ayudara a llevar el Ciripolen a lo más alto. Se le habían acercado muchos empresarios y, como cuenta su descubridor Juan Carlos De La Cal en un reportaje publicado en El Mundo en 2016, escogió uno al azar, entre las decenas de tarjetas que le habían ido dando.

El Ciripolen empezó a distribuirse en Farmacias y hasta en El Corte Inglés. Se contrataron comerciales, se hicieron estudios de mercado y el producto estuvo incluso presente en un stand en La Expo de Sevilla. Ciripolen, incluso, fue el patrocinador del Rayo Vallecano en la temporada 93/94, un contrato por el que la empresa pagó supuestamente 350 millones a Ruiz Mateos que ni el propio Cirilo sabe de dónde salieron.

En Las Mestas se puede seguir visitando el Bar Casa Cirilo, comprar Ciripolen e, incluso, visitar un pequeño museo sobre el producto.

Los 90 eran también los años de las grandes burbujas. El Ciripolen estaba en todos los lados: anuncios en la tele, en los campos de futbol, en La Vuelta… Incluso patrocinó un equipo de fútbol americano por aquello de la internacionalización. Pero el dinero no llegaba.

Don Cirilo partió peras con su socio y empezó a salir todo a la luz: pagarés falsos, cobradores, abogados… Le habían engañado. Su socio acabó en la cárcel, el Ciripolen desapareció de la luz pública y todo volvió a donde había empezado: un pequeño pueblo de Las Hurdes.

Allí aún se puede visitar el Bar Casa Cirilo y tomarse un Ciripolen que, aunque dejó de fabricarse industrialmente en 2003, se sigue vendiendo de forma artesanal y en otras versiones, la más popular la que imita a la crema de orujo. Hay incluso un pequeño museo sobre esta peculiar historia de emprendimiento.

Cirilo tiene 90 años, pero si visitas Las Mestas, aún puedes saludarle.

Imágenes | Ciripolen/Rayo Vallecano/Joana Burgos

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