Tinto de verano, vermú, martini... ¿sabemos cuál es la copa adecuada para cada bebida?

¿Cómo es posible que con la variedad de cristalería que existe acabemos usando siempre el mismo tipo de vaso para todo? Es cierto que cuanto menos cubertería o cristalería usemos, menos habrá que recoger. Incluso puede que no tengamos vajilla especial para cada ocasión porque ocupa mucho espacio. Pero si quisiéramos sorprender a los invitados aplicando el protocolo al buen beber, ¿sabríamos por dónde empezar?

Según los expertos, cada copa tiene una forma o tamaño determinados porque favorece el tipo de bebida que se sirve en ella. Por ejemplo, ¿sabías que la copa de vino blanco es ligeramente más estrecha que la de vino tinto para conservar el frío? ¿O que el brandy no debería llenar más de un tercio de su copa? Aquí te contamos las curiosidades para usar correctamente la cristalería en cada ocasión... aunque finalmente nos dé pereza y acabemos usando el mismo vaso cada día. Que nos conocemos.

¿Sabemos cuál es la copa adecuada para cada bebida?

El uso social de cada recipiente ha ido variando con el paso de los siglos e incluso en cuestión de décadas, así que es posible que las normas de protocolo que hoy se siguen puedan cambiar en los próximos años.

"Observamos que en este siglo no solo se está simplificando el diseño, en cuanto a materiales, sino que también el propio número y uso de las copas. Las cristalerías actuales tienen menos piezas, ya respecto al siglo XVII, sino a los primeros años del siglo XX. Antes conocíamos una copa para cada bebida, pero ahora en las casas, como mucho, encontraremos para el vino y el agua. Y para determinados cócteles si en esa casa son habituales", describe Marina Fernández, experta en Protocolo Social y Directora de Relaciones Institucionales de la Escuela Internacional de Protocolo.

Un ejemplo de esa evolución sería los cuernos para beber usados por los vikingos y los señores medievales o el guiño de Indiana Jones y la Última Cruzada. Salvando la licencia cinematográfica, si se tuviera que elegir, el Santo Grial no sería una copa de oro con piedras preciosas incrustadas, sino una humilde copa de madera digna de un carpintero. Pues así ha sido durante siglos, con diferencias entre lo que el pueblo llano y las clases altas bebían y en qué tipo de copa lo hacían.

Vino tinto o vino blanco

Las diferencias entre ambas bebidas se reflejan también en la forma de servirlas, aunque la copa ha ido cambiando con el tiempo. En el caso del vino tinto suele ser una copa ancha y abombada, de gran capacidad, con la apertura más cerrada que su diámetro central para mantener los aromas.

Antiguamente, la copa de vino tinto era más pequeña que la de agua, pero ahora se tiende a copas grandes, donde se pueda oxigenar el vino. En cualquier caso, no se llena más de tres cuartos de su capacidad. Por su parte, el vino blanco debe consumirse más frío que el tinto, por lo que su copa es más estrecha y habría que evitar sujetar la copa por el cuerpo o mantenerla demasiado tiempo en las manos para que no se caliente.

"También estamos viviendo cambios en la tendencia para servir el vino: algunos establecimientos ofrecen el vino tinto también en copa de blanco porque los que se lleva ahora es que el vino tinto sea consumido más fresco. Y las tendencias gastronómica suelen arrastrar a las protocolarias. Habrá que observar si se queda en una moda, o si finalmente desaparece la costumbre de la copa de vino tinto y se instaura la de vino blanco para ambos", observa la experta en protocolo social.

Espumosos, cava y champán

Los espumosos han pasado por infinidad de formas, incluso algunas tan curiosas como las llamadas "copa Pompadour", que se cree fue diseñada a semejanza de los senos de la amante de Luis XV, madame Pompadour, en la Versalles del siglo XVIII.

En los años 20, las copas de champán, la bebida por excelencia de la época, eran planas. Así que esa forma de copa se puso de moda, pero los estudiosos del champán afirmaban que perdía la burbuja. Después de varios modelos y combinaciones, se instauró la copa tipo flauta, más larga y la boca estrecha, que evita que el gas se pierda.

Licor, brandy y sake

Por otra parte, tenemos los licores que, desde época inmemorial, casi desde que se empezó a destilar, se utilizaban para que los peregrinos de los Caminos santos entrasen en calor, sin emborracharse. Y sin beber de la jarra común para evitar enfermedades, por lo que era necesario emplear muchos vasitos cortos, como los que ofrecen hoy en día en los restaurantes para servir el licor.

No estaba bien visto en la alta sociedad, así que para adaptarlos a los nobles se inventó otro vasito, exactamente igual que el del licor de la plebe, pero con un pie corto que observamos en bodegones y cenas de lienzos del siglo XVII. En cambio, los brandys tienen otra necesidad: vasos de cuello corto y grueso, porque este tipo de bebidas, como el coñac, piden entrar en contacto con el calor de las palmas de las manos.

"Existen unas copas determinadas para el coñac y brandy: es una copa muy ancha, muy cortita de pie. Es así precisamente porque las manos la abrazan. Pero lo más interesante es que en sitios muy sofisticados, te la sirven en una especie de madera noble con una pinza que sujeta la copa inclinada por la base, para sostenerla sobre una vela que da calor al brandy. El calor lo que hace es ayudar y potenciar todos los sabores", describe Marina Fernández.

A diferencia de estas copas de vidrio por excelencia, encontramos otras costumbres que se han ido asentando en nuestro país, como el licor japonés sake, que se sirve en pequeños vasos de porcelana.

Cócteles, martinis y vermús

El protocolo no habla del vaso de tubo porque en la mesa social no existe, aunque sea uno de los más frecuentes en los bares y discotecas. Si entramos en el mundo de la coctelería, aquí ya tenemos una variedad de copas que serían incompatibles con el espacio de cualquier casa.

"Lo más interesante de la coctelería es que cada día sacan una propuesta nueva y siempre es diferente a la anterior: no tiene nada que ver un vaso de bloody mary con un dry martini o un Moscow Mule, con vodka, lima y gengibre que -en los mejores locales- te sirven en una taza de estaño", afirma la experta.

Por último tenemos las copas destinadas al vermú, que se emplean en algunos cócteles: copa corta y ancha en su boca, que se va estrechando a medida que se acerca al pie, y que se pueden adaptar también a aperitivos como el Aperol spritz.

En realidad, estas son solo algunas de las casi infinitas copas que existen y que hemos escogido por su peculiaridad y por si cambian las modas, para saber que existieron... Podríamos hablar también de la evolución en diseño de las copas de agua, el jerez, de los aguamaniles en la época de las Meninas, los cuernos vikingos y las jarras de cerveza congeladas... la lista puede continuar. ¿Nos recomiendas alguna copa curiosa?

Imagen | Pixabay | Pexels | Wikimedia Commons
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