Vinos para San Valentín

Siempre he sido de la opinión de que el vino tiene un halo de romanticismo especial, algo que no comparte con ningún otro tipo de bebida. Estimula la comunicación, sube la temperatura y aisla del exterior, con un círculo mágico, a las dos personas que comparten una copa de vino. Sirva como ejemplo para ilustrar lo comentado, que si imaginamos cualquier situación romántica, seguramente que la mayoría de ellas, estarán acompañadas de sendas copas de vino.

Es por ello que nos pareció interesante hacer una selección de vinos para San Valentín, pero no debían ser vinos cualquiera, sino una rigurosa selección de vinos con duende, con algo especial que ayude a cerrar el vínculo mágico de un momento especial. Para ello elegimos un blanco, un tinto y un vino dulce, cuyas notas de cata ya publicamos esta semana.

Un vistazo a…
PANACOTA DE VINO TINTO rápida y deliciosa

Sólo hacen falta dos cosas que puedan convertir un momento romántico en el momento más especial de su vida: la persona apropiada y uno de estos vinos: El Louro do Bolo de Valdeorras, el Embruix de Vall Llach del Priorat o el húngaro Tokay Oremus.

Louro do Bolo: la alianza gallega con las meigas.

Huyendo de arquetipos, redescubrimos la compleja dualidad de la Godello, una uva perfumada y sutil, que se convierte en la principal aliada y la mejor compañera de viaje de un beso. Aunque no un beso cualquiera, un beso sincero y complejo, como el propio espíritu gallego, como la propia uva Godello.

Embruix de Vall Llach: Priorat o la seducción salvaje

Sin concesiones, un vino que quita el aliento con el hechizo y la pasión de un tango. El carácter latino existe, con su intensidad y su desaforada concupiscencia, y vive en las estériles licorellas de Porrera. Dejarse embrujar por el Priorat, es tan fácil.

Oremus Tokay: La sensualidad sin prisas

El Oremus es un vino dulce misterioso, enigmático, cautivador, pero no embaucador, es un vino forjado durante años en el silencio de los subterráneos cuvículos magiares. Es un vino para disfrutar del momento, para dejar que transcurra sin prisas, no necesita ni palabras, ni gestos para disfrutarse. A veces, las cosas ya se saben, y no por repetirlas haremos que sean más creibles. Con el Oremus Tokay sobran las palabras, al menos las palabras vacías.

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