En estos días hemos tenido noticia de las intenciones del Ministerio de Sanidad respecto a la reforma de la Ley Antitabaco. Entre otras razones, argumentan que existen muchas lagunas en su aplicación, y según mi experiencia, creo que es bastante cierto, al menos en cuanto a los restaurantes se refiere.
Cuando esta Ley se anunció y entró en vigor a principios del año 2006, hubo una gran polémica. Los fumadores veían peligrar su estatus en los restaurantes e incluso se oyeron voces que llamaban al boicot de los locales sin humo. Los no fumadores lo celebraron, por fin podrían comer sin aspirar los humos de los vecinos. Por no hablar del regocijo de los enfermos crónicos a los que el humo del tabaco perjudica de manera extrema.
Tras casi cuatro años de aplicación, hemos visto de todo; algunos negocios han hecho un verdadero esfuerzo para separar ambientes y en ellos las áreas de fumadores se han visto reducidas a cubículos aislados, auténticas peceras de cristal que permiten que en el resto de comedor no haya ni rastro de tabaco. Otros han optado por una nada efectiva separación visual, léase biombo o similar, que en la práctica no sirve de nada, ya que no impide la propagación de humos y olores.
Y los hay que directamente pasan de leyes, prohibiciones y separaciones, funcionando cómo lo habían hecho hasta el año 2006. En un conocido restaurante madrileño es fácil ver familias con hijos menores de 16 años en un comedor plagado de ceniceros, que triplica con creces los 100 metros cuadrados, en el cual no se divisa ninguna zona de fumadores diferenciada.
Por no hablar de la situación de los trabajadores de estos establecimientos. La Ley en su artículo 7.a dispone la prohibición de fumar en los centros de trabajo ¿no lo son los restaurantes? ¿cómo se protege el derecho de estos trabajadores a desarrollar su actividad en un espacio libre de humos? con un sálvese quién pueda, claro está.
Claramente la ley es insuficiente o ambigua y permite que algunas comunidades autónomas no la apliquen sin consecuencia alguna. Personalmente, y me mojo en la opinión, acojeré con gusto una ampliación que impida que una buena comida se arruine por el humo. En estos tres años han sido muchas las veces en las que a pesar de escoger zona de no fumador, el humo ha acabado cegando mis ojos.
Todavía recuerdo una comida en un restaurante de las afueras de Oviedo famoso por su fabada. Quienes compartimos mesa aquel día dábamos buena cuenta del manjar apreciando todos los matices de su exelente sabor: que si qué rico el choricito, que si qué fragante la morcilla… Todo iba bien hasta que en la mesa de al lado sacaron (más bien blandieron) tres pedazo de puros, y tras el ritual que acompaña el encendido de estos cigarros, nuestro disfrute llegó a su fin. Terminamos las fabes y tomamos el postre, arroz con leche por supuesto, en medio de una nube tóxica que no nos permitió distinguir sabor alguno. ¿Quién salió ganando? claro está.
Permitir fumar en locales de menos de cien metros obliga a no fumadores y todo aquel a quien el humo del tabaco moleste, o aún peor, dañe, a aguantar o buscar minuciosamente otros lugares en los que comer a gusto.
El debate sobre derechos de fumadores y no fumadores no tiene fin. La reforma de esta Ley volverá a abrir debate, y los fumadores reivindicarán su derecho a fumar entre plato y plato, antes del postre, y durante o después del café. Veremos como se desarrollan los hechos.
Imágenes vía | Martathegoodone, Andres Rueda, Insomnia
En Directo al Paladar | De hosteleros y tabaco
En Directo al Paladar | Algunos alimentos grandes aliados a la hora de dejar de fumar