Si disponemos de una pequeña bodega particular en la que tenemos algunos vinos indicados para la guarda, deberemos saber que la edad cambia el color del vino. Por norma general, los vinos tintos con el paso del tiempo aclaran su color, mientras que los vinos blancos tienden a oscurecerse. Las tonalidades pueden variar desde un púrpura oscuro a distintas tonalidades de rojo hasta que finalmente adquieren una coloración semejante a una teja de color claro.
Pero dependiendo de la variedad de la uva con la que se ha elaborado el vino, estos cambios de color serán más o menos marcados. La prueba es bien sencilla de realizar, aunque deberás disponer de alguna botella que hayas mantenido cierto tiempo de guarda y un vino de una añada joven, comprobarás que el de guarda resulta de un rojo mucho más vivo y oscuro que el de la añada joven. Si sometes este último a la guarda y (tienes tiempo y memoria), al cabo de unos años podrás apreciar como se ha oscurecido notablemente.
Quizás en los vinos blancos es mucho más fácil de detectar o por lo menos nosotros así lo creemos, no hace falta mucho tiempo para que estos cambien de tonalidad.
Una conclusión ineludible es, que un vino acaba muriendo antes o después, hay que entender que la evolución de éste, en cuanto a maduración se refiere, tiene un final, los colores se pierden, ocurre lo mismo con esos matices afrutados que percibimos durante la cata. Al final el vino se vuelve ácido y fino, no llena ni envuelve.
Un vino en botellas pequeñas siempre envejece antes que en las botellas tradicionales y cuanto más grande es la botella más tarda en envejecer. El vino es como la vida, antes o después termina apagándose.
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