Cuando escanciamos una botella de vino, es muy importante el estímulo visual, lo primero que observamos es el color que presenta el caldo, hay que prestar atención a su color, ya que es una gran fuente de información que nos alecciona sobre algunas de sus características, como puede ser el estado de conservación, los posibles defectos visuales, etc. No se debe confundir un color turbio u oxidado de un vino defectuoso con los posibles posos que suelen eliminarse en el decantado de la botella.
Nos fijaremos primero en la limpieza del vino, para ello debemos comprobar que el vino esté brillante y que esté perfectamente nítido, al alzar la copa y mirar al trasluz, el vino tiene que estar cristalino y transparente. Para poder apreciar su color, hay que inclinar ligeramente la copa y comprobar la intensidad del color mirando desde arriba, dependiendo de la intensidad será denominado granate, picota, cereza, etc. El color marca una idea de la posible edad del caldo.
Después se comprueba si tiene efervescencia, es decir si se trata de un vino tranquilo, perlado, espumoso.... Perlado es el grado de integración del gas en el vino y por lo tanto, del tiempo de crianza al que ha sido sometido. La burbuja será más fina cuando se trate un gran reserva, por el contrario una burbuja más gruesa indica que es un vino joven.
Finalmente en la cata visual del vino, se inclina la copa ligeramente y se hace un movimiento circular para extender el vino por las paredes de la copa y comprobar si el escurrido es en forma de gotas, a esto se le llama lloro del vino y depende de muchos factores como el grado alcohólico o el glicerol que contiene el vino. Cuanto mayor es el lloro se le denomina en escala, acuoso, líquido o fluido, en caso contrario sería untoso, graso o glicerinado.
No hay duda de que para ser un buen catador hay que tener una gran experiencia y ser un buen conocedor del vino en y con todos los sentidos.
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