El misterio del robo de uno de los champanes más caros del mundo (que hizo que fuera aún más cotizado)

Anselme Selosee es uno de los enólogos más conocidos de Francia, en concreto por su famosísimo champán, que lleva el nombre de su padre, Jacques Selosse. En terrenos que no llegan a las 10 hectáreas, repartidas en 47 parcelas del municipiuo de Avize (y algunos términos de alrededor), se elabora una producción a la borgoñesa, vinificando y vendimiando por separado.

La atención que Selosee dedica a sus champanes, con una poda muy corta, buscando rendimientos mucho más bajos de lo habitual en Champagne, eleva los precios de sus vinos, que cada año son más caros.

Anselme Selosse fue uno de los primeros pequeños agricultores de la región que decidió fabricar sus propios champanes, en vez de vender la uva o el mosto a grandes bodegas como Moët & Chandon o Mumm Napa, que eran las que exportaban la bebida. Pero también fue uno de las primeros en cuyas bodegas, sin grandes medidas de seguridad, se fijaron los ladrones.

En la noche del 21 de marzo de 2013, un grupo indeterminado de personas asaltó la propiedad y se llevó 300 cajas de vino, destinadas a los mercados japonés y estadounidense, con un valor aproximado de 360.000 dólares, de las cubas Initial, Version Originale, Exquise, Substance, Rosé e Il Était Une Fois. Además se llevaron 14.000 etiquetas de Initial, 2.000 de Version Originale y 2.500 cápsulas sin 'marianne', lo que hizo suponer a la bodega que no era un hurto realizado al azar, sino que los ladrones pensaban falsificar el vino.

Pese a esto, los hombres nunca han sido identificados, su botín aún no se ha encontrado y se desconoce si llegaron a etiquetar vinos falsos.

¿Dónde está el champán?

Como explicó en su día Florence Thunevin, representante de la bodega, a Wine Spectator, se trataba de un grupo de ladrones profesionales: “Borraron rastros de ADN con aerosoles de alcohol, eliminaron las huellas dactilares y las impresiones de las palmas con líquido para lavar platos o refrigerante del automóvil, y evitaron sistemáticamente los sensores [de seguridad]”.

Debido a lo bien ejecutado que estuvo el delito, las autoridades sospecharon que podían contar con algún tipo de ayuda en el interior de la bodega, pero nunca se descubrieron sospechosos.

Hay que apuntar, además, que las botellas no contaban con el sello del impuesto francés para la venta de vino, por lo que no se pudieron colocar en ningún canal de venta oficial. Además, son de color distinto a la de la mayor parte de vinos de la región: negras, no verdes.

Según ha explicado a The Daily Best el experto en vinos raros Blake Murdock, director de The Rare Wine Co., el champán robado pudo acabar en el mercado negro, probablemente en Europa del Este o Rusia, donde “hay un obsceno mercado de coleccionistas de los vinos de Anselme, donde se hacen transacciones muy rápidamente”.

Pero, pese a las conjeturas, el misterio sigue sin resolverse. Probablemente, algún eslavo rico haya brindado este año con un champán robado que se vendería hoy por cientos de euros.

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