Hace una semana, además de darme un paseo por el Millesime Weekend Valencia, también me tomé unas tapas en algunos de los muchos restaurantes que allí había, casi todos galardonados con estrellas Michelín o soles Repsol. Una buena oportunidad de degustar lo mejor de cada casa sin los inconvenientes que supondría hacer un tour por todos esos establecimientos.
Como expliqué, cada restaurante ofrecía tres pequeñas raciones a módicos precios (entre dos y cuatro euros), y también había bebidas por un coste muy razonable, así que pude disfrutar de un interesante menú de degustación de seis platos, una cerveza, una copa de vino e incluso un pequeño postre por 20 euros (más los cinco de la entrada).
Veamos dónde y qué comí, y qué restaurantes y platos me dejaron mejor sabor de boca.
Tras dar varias vueltas de reconocimiento por todas las pequeñas calles que conformaban el pequeño pueblo de tapeo que era el Millesime Weekend Valencia, al final me decidí por el Restaurante Torrijos de Valencia, cuyo chef es Josep Quintana.
De entre su oferta escogí la clóchina valenciana con puré de celerí y huevas de trucha (2 euros), porque la clóchina es un marisco muy nuestro y me quería probar una manera diferente de prepararlo.
Aunque el aspecto de la clóchina no me entusiasmó (siempre es menos anaranjada que el mejillón), la mezcla de sabores y texturas con el celerí y las huevas resultaba muy interesante. Como aperitivo cumplió su cometido a la perfección.
Tras el aperitivo, decidí que era el momento de una ensalada o algo que se le pareciese, por lo que me decanté por el taco de tomate con atún marinado y especiado (2 euros) que resulto realmente delicioso, tanto por el tomate, muy sabroso, como por el atún, un bocado que te hace plantearte no volver a cocer nunca algunos pescados.
Esta pequeña delicia es obra del chef David Fernandez, del restaurante Las Torres de Huesca, del que me quedé con ganas de probar un ternasco a la pastora con aceitunas del Bajo Aragón que ofrecían.
Tras los dos entrantes y con la primera cerveza ya en la mano, era el momento de pasar a mayores, así que acepté la sugerencia de ir a probar alguno de los platos del restaurante Don Giovanni de Madrid, cuya cocina está a las órdenes el chef Andrea Tumbarello.
La elección fue uno de los platos más comentados y requeridos, la yema de huevo de corral, caviar de trufa, pecorina, guanciale tostado y boletus (4 euros), que se elabora prácticamente delante de tus narices y cuyo sabor es inversamente proporcional a lo que se puede apreciar en la imagen. Acierto total.
A medida que iban cayendo las primeras raciones, se iba haciendo más complicado elegir, aunque solo fuera por la idea de que no ibas a poder probar todo y cada nueva decisión conllevaba desechar otras opciones igual de atractivas.
Así, tras mucho meditar, opté por uno de los restaurantes más bulliciosos; Casa Gerardo, de Prendes, Asturias, en las manos de los chefs Pedro y Marcos Morán. Pero en vez de decantarme por la cazuelita de fabada, que era lo más demandado, opté por algo más ligero, para no saciar mi hambre demasiado pronto y porque era mejor no tener que compararla con la de mi abuela.
La elección fue un tartar de salmón salvaje con toques asturianos (3 euros), que si no recuerdo mal eran algo de manzana y una especie de cuajada que no conseguí adivinar del todo. Rico y suave, aunque también algo falto de fuerza; no se puede tener todo.
Para la recta final de mi menú decidí que no podía dejar de probar la tortilla española del S.XXI (3 euros) del Chef Paco Roncero, en los fogones del restaurante La Terraza del Casino de Madrid. Recuerdo como a mi lado un grupo de chicos discutían sobre qué plato era cada uno de los que salían de la cocina, sin llegarles a quedar claro cuál era la croqueta líquida y cuál la tortilla deconstruida (permitidme la expresión).
A pesar de mi escepticismo inicial, me gustó mucho reconocer los sabores de la tortilla en algo que nada se le parece por su aspecto. Las diferentes capas de espuma de patata, crema de huevo y cebolla pochada (de arriba a abajo), mezclan y combinan perfectamente para ofrecerte algo que a cada cucharada sabe a una deliciosa tortilla mientras te ofrece un abanico completamente diferente de texturas.
Antes de pasar a los postres, y ya con un burdeos en la mano, tocaba decidir cual debía ser el último de los platos que probaría mi boca esa noche. Primero me decidí por el salmorejo del restaurante Puerto Delicia de Sevilla (Antonio Bort), pero justo cuando llegó mi turno, se había acabado. Así que rehice mi alma y fui en busca de mi última presa.
Al final me decanté por un plato del restaurante Trigo de Valladolid, a cargo del chef Víctor Martín, que maridaba perfectamente con el vino, unos caracoles ibéricos con patatas (3 euros) que estaban realmente ricos (y abundantes), aunque quizás hubiera preferido que no estuvieran fuera de sus cáscaras y poder disfrutar del placer de sacar y comer cada uno. Las patatas, como se puede ver en la imagen, erá en realidad un cremoso puré.
Para cerrar mi pequeña ronda de tapas por los restaurantes del Millesime Weekend Valencia, lo mejor era un refrescante helado, que en este caso corrían a cargo de la heladera Estiu.
De entre todos los sabores escogí dos que habían sido elaborados sin lactosa, uno de chocolate y otro de avellana, los dos bastante ricos aunque he de confesar que a ambos se los notaba la ausencia de lactosa, siendo mucho menos cremosos y faltos de intensidad de el sabor.
Espero que los platos que os he mostrado os hayan resultado interesantes y que os animen a acercaros el próximo año, merece la pena. Si habéis asistido al evento y probados estas u otras tapas, me encantaría que compartierais vuestra experiencia en los comentarios.
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