Si pides un pincho de tortilla en La Rioja o Navarra es probable que te pregunten si lo quieres con “alegrías”. Y harás bien en decir que sí, pero solo si te gusta el picante.
Las alegrías riojanas son unos pimientos de aspecto similar a los del piquillo, pero que pican endiabladamente; aunque Ignacio Vela, de la conservera J. Vela, prefiere hablar de “un picante ligero, muy agradable”. Y es que, en su pueblo, Mendavia, tienen una tolerancia al picante distinta a la del resto de mortales.
En 1945, el abuelo de Ignacio, Joaquín Vela, fue el primer empresario que embotó la variedad local de pimiento picante conocida como “villano”, como si de un pimiento del piquillo se tratara: asado en leña y pelado. Y registró el nombre de “alegrías riojanas”, por el que se conocen hoy estos pimientos fuera de Mendavia –allí le siguen llamando “villanos”–: un pueblo que, curiosamente, pertenece a Navarra.
El pimiento pronto ganó una gran popularidad en La Rioja, Álava y Navarra –sobre todo en la comarca de la Ribera– donde sigue siendo omnipresente en los bares para acompañar tortillas de patatas y pinchos de morcilla. También se suele servir en tiras –con aceite de oliva y ajo–, como guarnición de los platos de cuchara, o enteros, rellenos de carne picada.
Pero, curiosamente, donde más se consume este pimiento, asegura Vela, es en León: “Mantenemos un mercado en toda la vida en la zona de Asturias y sobre todo León, en las cuencas mineras. Por lo que sea se popularizó y lo mantienen desde entonces”.
El origen de las alegrías riojanas
Es curioso que la variedad de pimiento conocida como villano, con la que se fabrican las alegrías, solo se cultive en una zona muy concreta de la ribera del Ebro, y apenas sea conocida en el resto de España.
La variedad villano se popularizó en el País Vasco francés con otro nombre: pimiento de Espelette
Según explica Vela, ya desde el primer viaje de Colón, fue la Iglesia la que distribuyó los pimientos que iban llegando de América, que se plantaban primero en sus propiedades. Y no a todos los sitios llegaron las mismas variedades: “Entre Lodosa y Mendavia había un monasterio cisterciense que pertenecía a Iranzu [otro monasterio, situado mucho más al norte], y creo que tanto el piquillo como el villano se asentaron aquí por eso”.
El monasterio de Iranzu está ya pegado a Euskadi y desde allí, cree Vela, el villano llegó también al País Vasco francés, donde se popularizó con otro nombre: pimiento de Espelette.
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Este pimiento, insiste Vela, es igual al suyo, solo que un poco más grande, pero cuenta con una Indicación Geográfica Protegida y es enormemente popular en Francia.
“Ellos lo ensartan, lo dejan secar y lo venden en polvo”, explica Vela, que reconoce en sus vecinos muy buen aliento para el marketing, pues las ristras de pimientos se secan en fachadas y balcones de los pueblos, lo que le da un aire muy folclórico.
Un nombre para la historia
Aunque el nombre de “alegrías riojanas”, explica Vela, es un invento de su abuelo, hoy también lo fabrica con la misma denominación otra conservera, debido a un problema con la patente que no llegó a solucionarse.
En la Wikipedia podemos leer que estos pimientos reciben el nombre “por la ‘alegría’ que aporta al paladar al ser ingeridas, debido a su fuerte picor”, pero Vela insiste en que el nombre no surgió anónimamente: “Fue puro invento suyo”.
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