En nuestro país las coles de Bruselas no despiertan pasiones. Es una verdura poco atractiva, que no estamos acostumbrados a cocinar y, aunque no es misión imposible encontrarla, ni siquiera es habitual en la mayoría de fruterías, pese a que se encuentra en plena temporada.
En el resto de Europa, sin embargo, es una hortaliza muy apreciada en las mesas navideñas, sobre todo en Reino Unido, donde es casi obligatorio servirla. Nuestra compañera Carmen Tía Alia, que tiene familia británica, asegura que no las sirven más que para el día de Navidad y siempre se quedan en la fuente, pero siguen comprándolas.
En Reino Unido cocinan las coles hirviéndolas, hasta que quedan extremadamente blandas, un método de cocción tradicional de las verduras –también en España– que las destroza por completo. Sin embargo, con otras preparaciones, las coles se transforman en un manjar. Y los propios británicos están empezando a cambiar la forma en que las presentan.
En crudo, cortadas muy finas, son el añadido ideal a una ensalada de invierno, y combinan a la percepción con el ajo y el beicon. Lo importante, en cualquier caso, es apostar por recetas en las que las coles se saltean o asan, al horno a la brasa, que es cuando se descubren en su plenitud. Hervir es en realidad la forma menos nutritiva de cocinar las coles de Bruselas, y cualquier otra verdura, ya que varios de los nutrientes clave que contienen son solubles en agua y se pierden en la cocción.
Liliana Fuchs recopiló estas siete recetas que nadie debería perderse. Entre otras cosas porque hablamos de una verdura que es un todoterreno nutricional.
Fibra, vitaminas y muy pocas calorías
Las coles de Bruselas son una verdura relativamente reciente y, como explica Harold McGee en su exquisita enciclopedia La cocina y los alimentos, solo se tienen evidencias claras de su existencia a partir del siglo XVIII.
Se trata de una verdura extremadamente baja en calorías, con en torno a 43 calorías por 100 gramos. Y, como sus primas de la familia de las Brassicas –coliflor, brócoli, repollo…–, están prácticamente exentas de grasa.
Es, además, un alimento especialmente rico en fibra y una porción contiene suficientes vitaminas A, C y K para cumplir con los requisitos diarios de un adulto, así como la cuarta parte de la vitamina E y el ácido fólico necesarios en la dieta. También tiene cantidades nada desdeñables de vitamina B y minerales como calcio, fósforo, potasio y manganeso.
Pero quizás el tesoro mejor escondido de las coles de Bruselas sean los llamados glucosinolatos, los metabolitos secundarios responsables del sabor de la mostaza (también de la familia de las Brassicas) y del amargor de las coles, a los que se atribuyen propiedades anticancerígenas, y cuya presencia es mayor en esta verdura que en el brócoli o la coliflor.
¿A qué estás esperando para incluirlas en tu menú navideño?
Imágenes | Meal Makeover Moms/sling@flickr/iStock
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