Hace unos meses que el amigo Joan (El racó d'en Joan) nos invitó a pasar una jornada en su casa de Colera, en el Alt Empordà. El plan de ruta consistía en visitar por la mañana Cala Garbet, para disfrutar del mar y el aire puro, y de paso, si podíamos, pescar unos erizos de mar para más tarde degustarlos en la comida: una práctica gastronómica muy típica de las poblaciones marineras del Empordà.
Los erizos de mar son animales Equinoideos (Echinoidea) muy conocidos en nuestras costas y con un alto valor gastronómico. No se los vamos a descubrir ahora. En la costa de Girona, en Galicia o en Asturias, saben de qué les hablo. La “garoina”, “garota” o "angrota" en el Empordà; el “ourizo de mar” en Galicia; el “oricio” en Asturias, todos ellos erizos de la familia Echinoidea.
Pues bien, la costumbre en muchos pueblos de la costa de Girona era que durante el invierno, que es cuando los erizos están en su mejor momento de consumo, las familias se acercaran a las rocas en su busca para degustarlos en la misma orilla, con un poco de pan y un porrón de vino, tinto y joven, para más señas. Hoy es un recurso sometido a una fuerte regulación administrativa que garantiza su extracción sostenible, con medidas mínimas y periodos de veda.
Así que, contando con todos los permisos y licencias pertinentes, y con nuestro mejor semblante de pescadores intrépidos, nos disponíamos a luchar cara a cara con semejantes monstruos marinos.
Nuestro equipo de pesca: una sofisticada caña actualizada con los últimos adelantos tecnológicos del sector. Véanla en las fotos de abajo. Una simple caña, con dos cortes en forma de cruz en la punta y un tapón de corcho de cava en medio para mantener la apertura necesaria. Con esto basta. Claro, el erizo colabora bastante, para qué vamos a engañarnos: va a estarse quieto mientras dure toda la operación. Menos mal.
Pues eso, la cosa consiste en pasearse por las rocas, localizar la presa a través del la superficie del agua, apuntarla con nuestro aparejo y presionar hasta que el erizo quede enganchado entre los cortes de la punta de la caña.
Ya solo queda desechar los especímenes más negros y grandes, con la base totalmente desprovista de pinchos, pues estos no tienen el valor gastronómico deseado. Conviene devolverlos al mar sin provocarles ningún daño, por supuesto.
Ahora sí, con unas tijeras vamos abriendo los erizos y limpiándolos con agua del mar (o si se hace en casa, en seco) para degustarlos en el momento con un poco de pan. Tienen un gusto muy peculiar, marino, salino, yodado, aunque con un ligero dulzor que me a mi personalmente me recuerda a los pescados de aguas continentales.
La tradición impone un tinto joven y en porrón. Pero nosotros, inconscientes, los tomamos en esa ocasión con un champagne, un blanc de blancs que no le fue nada mal. Nuestro amigo Joan siempre recomienda tomarlos con una buena manzanilla o un buen fino. Excelente recomendación: las notas salinas de los jerezanos prometen maridar perfectamente con el sabor a mar de estos animallilos marinos.
Recuerden, no deben ustedes realizar esta actividad sin las licencias pertinentes ni fuera de temporada. Los productos naturales son un bien escaso que debemos preservar.
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