La azofeita es un fruto desconocido, procedente de la azofeifeira (Ziziphus jujuba), un arbusto de porte alto de la familia de las ramnáceas. En otras épocas fue muy apreciado, siendo ahora su cultivo cada vez más escaso. En la actualidad es cultivada en el Algarve, Andalucía, Valencia y Cataluña donde si alguien te dice que está "més pelat que un jínjol", es que está mas pelado que una azofeifa. En Italia, por ejemplo, meterse en caldo de azofiefas (andare in brodo di giuggiole) significa encontrarse en una situación muy agradable. El caldo de azofeifas era un antiguo licor considerado una delicia para el paladar y muy apreciado, entre otras razones, por la escasez del fruto.
Para nosotros las posibilidades culinarias son casi infinitas: se pueden emplear en un guiso de seitán y piñones, como relleno de empanadillas dulces en compota de manzana y canela o en la composición de bollos, galletas y bizcochos, acompañando a otros frutos secos, como nueces o higos, e incluso atrevernos con mousses y helados. Entre las cualidades de la azofeifa destaca sobre todo su gran cantidad de vitamina C, sólo consumiendo cinco de ellas equivalen en esta vitamina a la que contiene una naranja.
Esto, unido a sus propiedades emolientes, expectorante y antiflamatorias de las vías repiratorias, la convierten en un fruto ideal para los meses de invierno. No en vano, para la cocina medicinal de China está considerada como uno de los cinco frutos principales.
Para los amantes de la historia os diré que se calcula el descubrimiento de este fruto, hace más de 4.000 años, por un campesino chino y que por sus propiedades medicinales, en seguida pasa a la India y a todo el Asia Menor. De este modo es conocido por el pueblo griego del que Herodoto lo equipara al dátil, destacando que de la pulpa fermentada se obtiene un vino muy embriagador. Se va expandiendo por toda el área mediterránea y las primeras plantas de azofeifa llegan a Estados Unidos en 1837, donde actualmente su cultivo se extiende por todo el sudoeste del país.