La manzana es una de las frutas más antigua en la historia de la humanidad.
Con Adan y Eva, Páris y venus, Atenea y Hero… algunos de los capítulos de la manzana en la historia, la manzana se tiene por un fruto de tormento. La manzana de la discordia, la manzana del pecado.
Si embargo años mas tarde se olvida dicha fama y se convierte en una de las frutas más saludables, como reza el refranero popular:
“Una manzana al día del médico te salvaría” “Si comes manzanas todo el año la enfermedad sufrirá un desengaño” “La manzana podrida pierde su compañía” “Una manzana en ayunas de salud te llena”
Nutricionalmente hablando…
La manzana es en su mayoría agua, contiene también vitaminas, minerales, fructosa y fibra, sin embargo, lo más destacado de ella es su contenido en flavonoides.
Los flavonoides son elementos con un alto poder antioxidante, que nos protegen del ataque de los radicales libres, entre otras virtudes.
Es de los pocos alimentos que pueden actuar en el organismo dependiendo de la manera de consumirla, como astringente y como laxante, además de ser diurética, gracias entre otros, a sus taninos.
Gastronómicamente hablando, la manzana es una joya:
Cruda es exquisita, asada perfuma la cocina durante horas, cocida es sutil.
En la gastronomía popular la encontraremos tanto en elaboraciones dulces, como en la elaboración de salsas, bebidas y licores como la sidra, el calvados, el vinagre de manzana, el licor de manzana.
Con manzanas se confecciona la jalea tan utilizada en repostería para endulzar y espesar, pues es una de las frutas más ricas en pectinas, lo que la convierte en la reina de las confituras, arropes y chutneis.
Es conveniente comerla con piel y a bocados para beneficiarnos de todas sus propiedades y, cómo no, de cultivo ecológico.
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