El membrillo es un fruto típico del otoño, parece ser que originario de la Isla de Creta, que a diferencia de la mayoría de las frutas, no se come crudo. Esto es debido al carácter amargo y ácido de su carne. Cocinado, ya sea asado, confitado, cocido, en salsa, mermeladas o chutneis, resulta sin embargo exquisito.
La manzana de Cydonia, como denominaban los griegos en la antigüedad a este fruto aromático de piel suave y amarilla, era considerado por los mismos griegos como un símbolo de amor y fecundidad, siendo costumbre entre ellos dárselo a degustar a los recién casados antes de adentrarse en el lecho, para consumar su amor carnal.
Entre sus nutrientes este fruto , considerado en la Edad Media como ahuyentador de maleficios, cuenta con minerales como Potasio, Fósforo, Calcio, Magnesio, Hierro, vitamina del grupo B, B1, B2, B3 y vitamina C. El 19% de su contenido es en celulosa y contiene solo un 7% de azúcares en su composición.
Puesto que el membrillo posee numerosas cualidades medicinales, como mucilaginoso, calmante, actúa contra la tos, es efectivo contra el afta, resulta relajante en infusión con otras hierbas, debemos aprovechar que podemos disfrutar de el desde principios de otoño hasta casi diciembre, y consumirlo como más nos guste. De esta manera, sii hacemos igual con los demás frutos, cada cual en su estación, recargaremos nuestro cuerpo de todos los nutrientes existentes en la naturaleza y beneficiosos para nuestro organismo, de una manera fácil, y natural.
El membrillo además es un excelente ambientador, dado que desprende un agradable perfume. Solo debéis introducir un fruto en vuestro armario ropero, o en vuestro coche, y veréis que aroma tan agradable se respira dentro de ellos. Y bueno, quien sabe, tal vez los griegos estaban en lo cierto y resulta ser un elixir amatorio estupendo. Yo por lo pronto he preparado carne de membrillo con los primeros de la temporada.
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