Todos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez después de quedarnos mirando un buen rato la bolsa de gominolas, también conocidas como chucherías, esos coloridos caramelos de goma a los que es difícil resistirse cuando los tienes delante (y están tiernos). Así que ya va siendo hora de desvelar qué es lo que llevan los fresones, ositos, gusanos, huevos fritos, corazones,...
Aunque, antes de eso, nos gustaría avisarte de que es probable que ya nunca vuelvas a disfrutar de las chuches de la misma manera. Es más, incluso existe la posibilidad de que dejes de comerlas (al menos durante una buena temporada) o incluso de comprarlas para tus amigos y seres queridos. ¿Realmente quieres saber de qué están hechas las gominolas? ¡Pues sigue leyendo!
Caramelos de goma, hasta ahí bien
Si tiramos de hemeroteca descubrimos que empresas como Miguelañez, actual propietaria de la marca "Gominolas", en sus orígenes, a principios de los 60, solía vender estos caramelos de goma en exclusiva al sector farmacéutico. Aquellas primeras gominolas, todo hay que decirlo, tenían sabor a menta y estaban indicadas para el tratamiento de la tos. Sin embargo, fue tal la aceptación que poco a poco se fueron creando nuevas gamas de productos aglutinadas bajo la misma marca.
Con el paso de los años, las chuches se dejaron de utilizar como medicamentos y fueron apareciendo infinidad de dulces blanditos recubiertos de azúcar y muy apetecibles, con sabores a mil frutas diferentes, que siguen siendo la primera opción de muchos cuando llega la hora de ver una película, celebrar una fiesta infantil o tomarse un gin tonic. A veces adoptan formas de animal (oso, tiburón, gusano,...), otras veces de partes del cuerpo (dedo, labios, corazón, dentadura,...), pero casi siempre son coloridas y brillantes frutas las que más llaman nuestra atención (mora, fresa, plátano, sandía,...).
¿Quieres saber qué se esconde detrás de esa apariencia tan atractiva para el consumidor y, especialmente, para los más pequeños? ¡Pues toma asiento! Y, tranquilo, que lo del petróleo es uno de los grandes mitos de la historia de las chucherías.
¿Qué llevan las chucherías?
Básicamente, las gominolas están fabricadas a partir de tres componentes básicos: azúcar, jarabe de glucosa o fructosa y gelatina. Aparte de esto, se añaden aditivos alimentarios, como los colorantes, que en muchos casos son completamente naturales (se ha demostrado que algunos colorantes artificiales producen hiperactividad y desatención en los niños).
Ahora bien, si entramos un poco en detalle, lo suyo es indagar en la inconfundible textura blanda de este caramelo de goma, que se logra después de mezclar la cocción del azúcar con el jarabe de glucosa y las gelatinas. Y lo que ocurre, y muchos no saben, es que estas gelatinas son de origen animal, principalmente bovino o porcino, y que se obtienen a partir de los tuétanos y articulaciones de los animales (e incluso de sus pieles).
No obstante, conviene señalar que también hay otro tipo de productos en el mercado de las gominolas que son de pectina, una especie de gelatina de origen vegetal que es más costosa pero que, a pesar de producir un efecto saciante, el consumidor parece estar harto después de comer una sola unidad. Y, claro, la gracia de comer chuches está precisamente en que puedas atiborrarte, si con una ya estás lleno pierde su chiste.
Una vez resuelto el tema del origen de las gelatinas, aprovechamos para matizar que el brillo, otra característica básica de estos caramelos, se logra mediante aditivos, que pueden ser colorantes o aromas. Y para el acabado existen dos opciones: algunas de las chucherías más afamadas, en la fase final, son recubiertas con una capa de azúcar, y otras son bañadas en aceites vegetales o ceras de abeja.
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