El té verde, a pesar de su origen oriental, es muy utilizado en nuestro país vecino, Marruecos, donde las tribus del desierto lo consideran su bebida tradicional por excelencia. Por supuesto, este té se toma por todo el mundo, cultivado desde hace milenios en China, Japón y otros países asiáticos. Se diferencia del té negro en que no se somete a la fermentación que es habitual en el resto de variedades. En el Magreb se agasaja a los visitantes con este maravilloso brebaje a base de té verde, agua hirviendo, hierbabuena y mucha azúcar, que reconforta y refresca a la vez.
Después de muchos siglos de uso, se han descubierto las propiedades que este té verde tiene para la salud, sobre todo por sus altos contenidos en antioxidantes naturales, superando con creces al té negro. Previene, por tanto, el envejecimiento celular, además de reducir los niveles de colesterol en sangre. Día a día se van descubriendo nuevas ventajas para la salud, como sus virtudes como antirreumático. Ya en el año 1191 el Kissa Yojoki, o Libro del Té, habla de las propiedades medicinales del té verde, que ya eran muy conocidas por entonces.
Ahora que se han redescubierto las grandes ventajas de esta milenaria bebida, se ha puesto de moda su uso en variados refrescos, que presumen en su etiqueta de sus propiedades antioxidantes naturales. Desde luego, mejor tomarlo de forma natural, tal y como lo siguen sirviendo las gentes del desierto a sus amigos e invitados en sus jaimas, en una ceremonia del té curiosa en la que van sirviendo primero el té más suave para ir sirviendo luego vasos de bebida cada vez más concentrada.
Es interesante que el té se convierta en ceremonia, tanto en Japón, Marruecos o incluso en Inglaterra, con su inevitable té de las cinco. Debe ser que el té despeja nuestras mentes y facilita la meditación y la conversación entre amigos.
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