Según distintas previsiones, en 2050 la población mundial podría ser de entre 9.000 y 10.000 millones de personas: un tercio más de toda la gente que habita hoy la Tierra.
Diversos expertos llevan alertando décadas del problema que nos viene encima para dar de comer a toda esta población, teniendo en cuenta que hoy día, según datos de la FAO, 815 millones de personas pasan hambre.
El miedo a llegar a un punto de la historia en el que haya demasiadas bocas que alimentar, y no existan los suficientes recursos para hacerlo, existe desde, al menos, el siglo XVIII. Fue entonces cuando Thomas Malthus publicó su Ensayo sobre el principio de la población (1798), en el que aseguraba que llegaría un día en que la población sería mayor que los medios de subsistencia.
Por el momento esta máxima no se ha cumplido, pues los avances en la tecnología han permitido producir la comida de forma mucho más eficiente, pero ¿llegará el día en que haya que dar la razón al bueno de Malthus?
No necesariamente, asegura un nuevo estudio publicado en Nature, el primero, aseguran sus autores, que cuantifica cómo la producción y el consumo de alimentos afectan al planeta y el punto a partir del cual los sistemas vitales de la Tierra podrían volverse inestables.
“Ninguna solución individual es suficiente para evitar sobrepasar los límites del planeta”, explica Marco Springmann, investigador del Programa sobre el Futuro de la Comida de la Universidad de Oxfor y autor principal del estudio. “Pero cuando las soluciones se implementan juntas, nuestra investigación indica que puede ser posible alimentar a la creciente población de manera sostenible”.
Hay que tomar partido ya
Springmann asegura que hay salvación, pero tenemos que ponernos las pilas: “Sin una acción concertada, calculamos que los impactos ambientales del sistema alimentario podrían aumentar entre un 50 y un 90 % para 2050 como resultado del crecimiento de la población y el aumento de las dietas ricas en grasas, azúcares y carne. En ese caso, todos los límites planetarios relacionados con la producción de alimentos serían superados, algunos de ellos por más del doble”.
El estudio analiza el impacto ambiental detallado en base a un modelo del sistema alimentario global que rastrea la producción y el consumo de alimentos en todo el mundo. Gracias a estos datos, los investigadores analizaron varias opciones que podrían mantener el sistema alimentario dentro de los límites ambientales. Y apuntan a la necesidad de tomar tres medidas esenciales:
1. Todos tendremos que ser (casi) vegetarianos
El cambio climático no puede mitigarse lo suficiente si no hacemos un cambio en nuestra dieta para que esté más basada en los vegetales. Adoptar dietas “flexitarianas” –en las que el consumo de carne sea esporádico– a nivel mundial podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más de la mitad, y también reducir otros impactos ambientales, como la aplicación de fertilizantes y el uso de tierras de cultivo y agua dulce, de una décima parte a un cuarto.
2. Hay que impulsar una agricultura sostenible
Como apuntan los investigadores, además de los cambios en la dieta se requiere mejorar las prácticas y tecnologías agrícolas para limitar la presión sobre el suelo, la extracción de agua dulce y el uso de fertilizantes. El aumento de los rendimientos agrícolas de las tierras de cultivo existentes, el equilibrio entre la aplicación y el reciclaje de fertilizantes y la mejora de la gestión del agua podrían, junto con otras medidas, reducir esos impactos en aproximadamente la mitad.
3. Hay que reducir el desperdicio alimentario
Por último, es necesario reducir a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos para mantener el sistema alimentario dentro de unos límites aceptables. Reducir a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos podría, si se logra globalmente, reducir los impactos ambientales hasta en una sexta parte (16 %).
Aplicar en todo el mundo las tres medidas
El estudio apunta a que solo aplicando las tres medidas de forma eficaz en todo el mundo podremos tener un escenario sostenible en tres décadas.
“Muchas de las soluciones que analizamos se están implementando en algunas partes del mundo, pero necesitarán una coordinación global sólida y un rápido crecimiento para que se noten sus efectos”, explica Springmann.
Habrá que adoptar, claro, importantes medidas políticas. “Mejorar las tecnologías agrícolas y las prácticas de gestión requerirán una mayor inversión en investigación e infraestructuras públicas, diseñar esquemas de incentivos adecuados para los agricultores, incluidos los mecanismos de apoyo para adoptar las mejores prácticas disponibles, y una mejor regulación, por ejemplo, del uso de fertilizantes y la calidad del agua”, explica Line Gordon, director del Stockholm Resilience Centre, coautora del estudio.
Habrá que regular también el desperdicio alimentario, sobre todo en la producción y la distribución, aunque quizás lo más difícil va a ser promover el cambio en la dieta.
“Cuando se trata de dietas, las políticas integrales y los enfoques comerciales son esenciales para hacer que las dietas saludables y más basadas en los vegetales, sean accesibles y atractivas para una gran cantidad de personas”, concluye Springmann. “Para ello es importante diseñar programas escolares y laborales, plantear incentivos económicos y cambios en el etiquetado, y alinear las recomendaciones dietéticas nacionales con la evidencia científica actual sobre alimentación saludable y los impactos ambientales de nuestra dieta”.
Imágenes | iStock/Pexels/Pixabay
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