Vivo con miedo a que la leche fresca viaje en avión

Vivo con miedo a que la leche fresca viaje en avión
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Hoy he tenido un sueño muy raro. Soñaba que estaba en el supermercado comprando leche y, mirando las etiquetas de uno de los envases, descubría, entre sorprendido y aterrado, que el origen de dicha leche era el Perú, y que viajaba en avión refrigerado para llegar cuanto antes a mi nevera.

Se podría decir que vivo con miedo a que la leche fresca viaje en avión, aunque imagino que mi cerebro habrá llevado al extremo absurdo --tiempo al tiempo-- la forma concienzuda en la que examino los paquetes de algunas frutas y verduras, especialmente los espárragos verdes, para cerciorarme de que no vienen volando de allende los mares.

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¡Vamos, Vamos! ¡Qué perdemos el avión!

Soy de lo que opinan que la globalización está muy bien para muchas cosas, pero que si queremos que el mundo sea sostenible, debemos consumir productos locales y de temporada, que empeñarse en comer espárragos cuando no es la época (por eso se traen también de Perú) no hace más que consumir recursos de este planeta y, desgraciadamente, hundir las economías de las zonas donde se cultivan, ya que para que el precio sea competitivo aquí, el que se paga allí a los agricultores debe ser ridículo para compensar los costes del transporte.

Quizás el temor a que la leche fresca viaje en avión es ahora un temor infundado, un juego de mi cerebro, una pesadilla, pero pensándolo fríamente, también antes parecería una locura que las naranjas de Valencia se enviaran a Estados Unidos (en barco, eso sí), y es algo habitual desde hace muchísimo tiempo. Ahora solo espero que mi pesadilla no se haga realidad, y a partir de ahora, miraré también la etiqueta de la leche antes de dormir, como quien mira debajo de la cama para comprobar que no haya monstruos.

Imagen | Gloria.manna En Directo al Paladar | La locura de los espárragos voladores En Directo al Paladar | ¿De dónde proceden estas lentejas?

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