La hidromiel, bebida de dioses, es un brebaje preparado por fermentación de una mezcla de miel y agua, que alcanza cierta graduación alcohólica. Ya se conocía hace más de 2000 años, como se ha visto en escritos sagrados de la antigüedad. En la Grecia clásica se conocía como melikraton y los romanos imitaron esta costumbre, a veces incluso mezclando con vinos que endulzaban de esta manera.
Otros pueblos y culturas tan dispares como la maya, celtas, sajones y vikingos consumían con frecuencia esta bebida, con diferentes variaciones. Su elaboración, una vez mezclada la miel con el agua, es compleja, ya que muchas veces se hace necesaria la adición de fermentos del vino para que se complete la fermentación, que puede durar hasta dos años en barricas de madera.
En la calidad de esta bebida influye mucho el tipo de miel utilizada, que debe ser clara y de sabor muy dulce, como la miel de trébol. La fermentación depende en gran medida de la temperatura ambiente, que los primeros días debe ser alta. Además era costumbre aromatizarla con especias e hierbas variadas, como corteza de árboles, anís, hojas de té, canela, etc.
Pero a partir del siglo XI el consumo y producción de hidromiel fue siendo desplazado por la extensión de los cultivos de vides y por la cerveza, bebidas mucho más populares desde entonces.
En el siglo XVI existía la tradición de dar hidromiel a las parejas recién casadas durante un mes lunar tras la boda, para conseguir un hijo varón. De aquí el nombre de “luna de miel” que se ha conservado hasta nuestros días. Curioso, ¿no?.
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