Si la uva no es buena para vino, de sus restos, se puede hacer un buen aguardiente: el orujo, elaborado con las prácticas tradicionales de destilación, mediante alquitara, alambique o arrastre de vapor; y de éste una excelente queimada. Es una pócima pagana, mezcla de medicina y magia cuyos orígenes se remontan a los siglos XI o XII, coincidiendo con la construcción de la Catedral de Santiago. En noches de calor, en una playa, el encanto de esta bebida espirituosa es mágico.
Ingredientes: Un litro de aguardiente blanca, 150 g. de azúcar, cortezas de limón.
Preparación: Vertemos el aguardiente y el azúcar en un recipiente de barro cocido (los hay a la venta especiales para la queimada) removiéndolos para que se mezclen y añadimos las cortezas de limón. Ponemos en un cucharón de mango largo, para no quemarnos, un poco de aguardiente con azúcar, le prendemos fuego y vamos introduciendo este cucharón poco a poco hasta que transfiera el fuego a todo el aguardiente que tenemos en el recipiente; ahora,
con mucho cuidado de no salpicar, vamos cogiendo aguardiente ardiendo con el cucharón, lo levantamos y dejamos caer, esto se hace para oxigenar el aguardiente, con lo cual arderá mejor, cuanto más tiempo esté ardiendo más suave quedará. El fuego se apagará solo y estará lista para tomar, a no ser que la queramos fuerte y entonces la tendremos que apagar soplando. Aparte de esta formula, hay quien le agrega granos de café, manzana, pasas, etc...
Y recordad que mientras se prepara hay que recitar el conjuro.
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