Atención: niños sueltos

Atención: niños sueltos
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Este fin de semana estuve comiendo en un restaurante muy frecuentado por familias. Un lugar con una zona exterior muy amplia en la que los niños pueden jugar mientras sus padres terminan de comer, se toman unos carajillos y cultivan la tertulia. En casi todas las mesas había padres, madres, abuelos y niños, muchos niños. Incluso algún cuñado despistado.

El caso es que mientras comíamos pudimos observar comportamientos muy diferentes. En algunas mesas los chiquillos comían sentados, bastante formales aunque sin olvidar su esencia, hablaban , bromeaban y reían mucho. Pero permanecían sentados y no se levantaron hasta que terminaron de comer. Sin embargo otros se tiraban al suelo entre bocado y bocado, deambulaban por el comedor para desesperación de los camareros, que a punto estuvieron de chocar con algunos de ellos, y jugaban al escondite debajo de cualquier mesa.

Como dato que nos sitúe aún más, prácticamente todos vestían ropas caras, iban pulcramente peinados con sus ondas, sus enormes lazos (ellas) y sus calcetines de perlé. No debería de ser así, pero a según que nivel económico se le supone un nivel parejo de educación. Pues en algunos casos ni rastro de ella.

Casi todos los niños comieron rápido y pronto el comedor se despejó, los padres se relajaron; ya podían hablar de sus cosas con libertad, y las criaturas se fueron a jugar al jardín. Al rato, comencé a ver unas sillas que parecían tener vida propia y que hubieran decidido saltar la tapia que lindaba con la finca vecina. Bajo las sillas, el grupo de niños las aupaban y tomando impulso las tiraban tras la valla.

Pink Sherbet Photography en Flickr

No podía dar crédito, pues los padres pasaban del tema. O no se enteraban o no querían hacerlo. Al final los encargados del local fueron hacia los niños y como improvisados antidisturbios les recriminaron su actitud. Cuando salimos de allí, el grupo había dejado de lanzar sillas pero a cambio se habían hecho con un cargamento de piedras y las estrellaban contra unos depósitos metálicos. Son niños, esa es la justificación que dan muchos padres para defender y disculpar a sus hijos. Por supuesto, son niños, pero no por eso vale todo.

Esta es la manera que algunos padres tienen de agradecer que un restaurante disponga de un lugar de esparcimiento: dejar a los niños descontrolados y no vigilar su comportamiento. Dejar que, con la disculpa de que son niños (algo obvio), molesten a los demás comensales, y entorpezcan el trabajo del servicio, con riesgo de provocar algún desagradable accidente o desperfectos que nadie va a abonar.

Sí, los niños son niños, pero muchos saben comportarse y eso, señores, es una labor muy cansada, larga, aburrida, que algunos padres no están dispuestos a practicar.

Imagen vía | Pink Sherbet Photography
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