Que la alimentación se ha encarecido enormemente es un hecho indiscutible por mucho que algunas personas intenten afirmar lo contrario, durante este año más de la mitad de los alimentos que ponemos sobre nuestra mesa han aumentado por encima de la inflación.
Algunos han llegado a sufrir incrementos de hasta un 29,3%, como es el caso del aceite de girasol o el 23,7% que ha subido el precio de la leche. Todo apunta a varios motivos conjugados, aunque el detonante ha sido la elaboración de biocombustibles, de esto ya hemos hablado en varias ocasiones.
Lo peor de todo es conocer que existe una diferencia abismal entre el precio que se paga al agricultor por un producto y el precio que pagamos nosotros los consumidores en los comercios, nada menos que una diferencia del 400%.
Ejemplos de esto son los limones, las cebollas, las naranjas, etc. Esta es una situación insostenible para los agricultores y por supuesto para los consumidores.
El precio de los alimentos este año ha sido espectacular y posiblemente sea el preludio de lo que puede ocurrir el próximo año. Un pacto empresarial puede ser la causa de las fuertes subidas en la alimentación, por ello la CNC (Comisión Nacional de la Competencia) vigila de cerca algunas subidas para conocer exactamente a qué están sujetas y en el caso de percibir irregularidades, sancionar a las empresas.
Algunos alimentos han bajado de precio, destacando las manzanas, las peras, las patatas o las judías, pero se trata de una bajada mensual, es decir, se otorga bombo y platillo a la bajada de un alimento que ha sufrido aumentos de precio varias veces al año, salvo el mes pasado.
En fin, la fórmula es complicada, para ello los intermediarios deberían reducir sus beneficios, mejorando los de los agricultores y reduciendo el precio de venta de los productos al consumidor… algo impensable de momento.
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