Uno de los memes más extendidos en los últimos tiempos respecto a la alimentación, es la presencia de residuos de pesticidas, sobre todo, en frutas y verduras. Llevo un tiempo intentando encontrar información, y es un tema complejo porque hay miles de combinaciones posibles de pesticidas, procesos, etc...
Afortunadamente, por lo que he podido ver hasta ahora, creo que quizá haya una preocupación exagerada por este asunto, y que la realidad es que, en la actualidad, nos deberíamos preocupar mucho más por ingerir más verduras o frutas, que por una posible presencia de pesticidas. Voy a tratar de justificar esta afirmación.
La leyenda negra de los pesticidas
Casi es nombrar la palabra "pesticida" y pensar en algo malo, a evitar, y que es peligroso. De hecho, al principio de su uso, fue exactamente así, y una de las primeras personas en denunciarlo fue Rachel Carson, en el que se dice que fue el libro que alumbró el movimiento ambiental, "La primavera silenciosa". Fue en este libro, donde denunció que la fumigación con DDT estaba perjudicando al medio ambiente.
Sin embargo, mucho han cambiado los pesticidas desde entonces. En defensa de los pesticidas hay que decir que sin su uso, no habría alimentos suficientes para todos. Cuando uno cultiva una única especie, se arriesga a las plagas, y si queremos comer hay que controlarlas. Como casi cualquier tecnología, con el tiempo, los pesticidas se han ido haciendo más específicos y menos tóxicos. Tanto es así que ya hay plantas que generan sus propios pesticidas, como el maíz transgénico BT, del que en España en 2013 se cultivaron casi 140.000 Ha. y que el año próximo estará libre de patente, y cualquier empresa biotecnológica lo podrá comercializar.
¿Ingerimos muchos pesticidas? ¿Es peligroso?
Vamos al meollo de la cuestión. Como he comentado al principio, no es fácil encontrar estudios fiables de la presencia de pesticidas en frutas y verduras, y la mejor prueba son los análisis que hace el grupo Pesticide Data Program (PDP) de USA. Aunque las reglamentaciones son diferentes en la UE y en USA, las conclusiones podrían ser extrapolables puesto que, en general, las reglamentaciones Europeas suelen ser más estrictas.
Como siempre, primero y principal, la dosis hace el veneno. La cafeína es muy tóxica, pero unos miligramos al día no han matado nunca a nadie, y el cuerpo se las arregla para metabolizarla. Luego volveremos a la cafeína.
La USDA (Departamento de Agricultura de USA) elabora de forma periódica el Pesticide Data Program (PDP) para controlar los residuos de pesticidas en los alimentos, elaborando un informe cada año y cuyos datos son públicos. Un excelente ejemplo de transparencia alimentaria. La EPA (Environmental Public Agency) define 4 tipos de toxicidad para los químicos, que van de I, muy tóxico a IV, relativamente poco tóxico.
Pues bien, según ese informe, y tomando datos de California, el 62% de los pesticidas que usan allí pertenecen al grupo IV, tan solo el 0,2% caerían dentro del grupo I, el potencialmente más peligroso. Pero ojo, estamos hablando uso, no de su presencia en el producto final. Un apunte para que os hagáis una idea, la vitamina D3 que se puede comprar en cualquier farmacia (y que yo estuve dando a mi hija bajo prescripción médica durante un tiempo) cae dentro del grupo I, el muy peligroso.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero también son muy aclaratorias. Mirad la tabla de abajo, ahora os explico.
El 55% de los pesticidas que se usan en California son menos tóxicos que la vitamina C. El 71% menos tóxicos que la vitamina A, el 89% menos que el ibuprofeno y ¡atención! el 97% menos tóxicos que nuestra querida cafeína. ¿Sorprendente no? Para mi lo fue, pero también tranquilizante. Si el 97% son menos tóxicos que la cafeína, y además cuando esas frutas y verduras llegan a nuestras manos ya han pasado por procesos de limpieza y lavado, las posibilidades de que nos afecten son relativamente bajas.
Pero, ¿no hay que lavarlas? Claro, pero no precisamente por los pesticidas. Aunque los procesos de manipulación y transporte están muy controlados, es posible que haya fallos, que crezcan bacterias, a que nuestras propias bolsas reciclables no estén lo suficientemente limpias. Es decir, más que un miedo a los posibles residuos de pesticidas, deberíamos preocuparnos mucho más por la higiene de nuestras manos, cubiertos y demás utensilios. Eso no quita para que, si vas un día por una huerta, y te llevas algunas manzanas, tengas que lavarlas, puesto que no sabes cuándo pueden haber sido fumigadas. Mejor no robes, o pide permiso ;)
Pesticidas en Agricultura Ecológica y Convencional
Hay diversos estudios que indican que hay menos residuos de pesticidas en la agricultura ecológica que en el convencional. No obstante, no es cierto que los alimentos ecológicos no usen pesticidas. Los usan, y por desgracia, su reglamentación impide el uso de los más modernos y más específicos.
También tenemos que tener en cuenta un aspecto. Si en un cultivo no se usan pesticidas, las plantas tratarán por todos los medios de usar sus propios medios para defenderse de posibles ataques. Esto se puede traducir, y ya se ha demostrado en algunos casos, en que las plantas bajo estas condiciones generan, de forma natural, más compuestos tóxicos con los que combatir a los insectos. Y estos mismos compuestos tóxicos pueden afectar al consumo por humanos. A veces, las cosas en la naturaleza son más complejas de lo que uno puede pensar.
Por ejemplo, mientras que el maíz Bt genera de forma propia la enzima Bt (principio activo del pesticida), en agricultura ecológica, lo que se hace es rociar toda la plantación con Bacterias Bt, que son las encargadas de producir el principio activo. Es decir, ambos cultivos se basan en el mismo principio. Solo que el primer caso es la propia planta la que genera el compuesto, mientras que en el segundo, se usa la bacteria completa.
Un caso más sangrante para el medio ambiente, es el uso de sulfato de cobre. Este pesticida es muy tóxico para el medio, pero por desgracia, sí que está permitido en la agricultura ecológica, que por pura reglamentación, impide que se usen pesticidas más modernos, específicos con las plagas, y que dejan menos residuos. Bien es cierto, que es un pesticida cada vez menos usado y que cuando se hace se pone, o se ha de poner la mayor precaución posible. Sin embargo, como otros pesticidas, no está exento de riesgos o de toxicidad.
También hay que tener en cuenta una cosa. Los pesticidas que se usan hoy en día, como tantas cosas, tienen que cumplir con estrictos protocolos de toxicidad y contar con medidas claras de protección cuando se usen. Además, son caros y lo son porque ahorran dinero, y los primeros interesados en controlar su uso son los propios agricultores. Hay ya pesticidas que solo afectan al insecto objetivo, a través de vías metabólicas concretas, y que no nos afectan a nosotros u a otros animales. Todo esto es posible porque cada vez sabemos más.
Cuando el maravilloso libro de Rachel Carson se publicó, el ADN hacía solo 10 años que se había descubierto. Han pasado 50 años de investigaciones. Estoy convencido de que la propia Rachel estaría muy orgullosa al ver cómo su toque de atención, provocó que fuéramos conscientes del impacto de los pesticidas, y de cómo hemos sido capaces, a través de la ciencia y la investigación, de conseguir nuevos pesticidas mucho menos tóxicos con nosotros y con nuestro entorno. Lo que no entiendo es qué nos impide utilizarlos, cuando sería mejor para nosotros y para el medio ambiente.
En definitiva. Que nuestra principal preocupación sea aumentar de verdad el consumo de frutas y verduras, sin caer en un excesivo alarmismo sobre posibles efectos de los pesticidas. Eso sí, sigamos siendo exigentes en los controles.
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